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Tercera revolución industrial basada en tecnologías de comunicación y energía requiere de fuertes compromisos políticos, dice David Dickson.

En vísperas de Navidad, la agencia oficial china de noticias Xinhua publicó un artículo ensalzando las virtudes del entrante premier Li Kegiang, y describió su entusiasmo por las ideas que el iconoclasta comentarista estadounidense Jeremy Rifkin expuso en 2011. [1]

Rifkin ha escrito sobre una emergente “Tercera Revolución Industrial” basada en transformaciones radicales de las tecnologías de comunicación, por un lado, y “tecnologías de energía distribuida”, como la energía solar, por el otro.

DE UN VISTAZO

  • Premier chino lanza ‘tercera revolución industrial’ basada en comunicaciones y energía verde
  • Crear una “Internet energética” podría transformar las economías de países en desarrollo
  • Pero el reto es social así como técnico; el cambio depende de una acción desde la base hacia arriba

Argumenta que las dos revoluciones industriales previas —la primera basada en la máquina de vapor y la segunda en la producción en masa en las fábricas y en el auge del automóvil— coincidieron con cambios en las tecnologías de comunicación y energía, con importantes implicancias para la forma en que está organizada la sociedad.

La más reciente transformación no es la excepción, en la medida que se aleja de los sistemas de control centralizados que las tecnologías hicieron posible en las primeras dos revoluciones industriales.

Según Xinhua, Li ha llevado estas ideas a los altos funcionarios de planificación de China, incluyendo a los del Centro de Investigación para el Desarrollo del Consejo de Estado, lo que sugiere que podría implementarse en la estrategia económica futura del país.

El mismo Rifkin sugiere que su concepto de una Tercera Revolución Industrial es particularmente importante para los países en desarrollo, los que —asegura— están bien posicionados para saltar por encima de las tecnologías y prácticas obsoletas de las dos primeras revoluciones industriales.

Hay muchas buenas razones para que los países del mundo en desarrollo —así como los de economías emergentes— tomen en serio la idea de una Tercera Revolución Industrial. Pero también hay razones para preguntarse qué se interpone en el camino de tales cambios.

Pilares de la revolución

Ciertamente, hay mucho de atractivo en el escenario propuesto por Rifkin para quienes buscan una nueva estrategia de desarrollo sostenible que aproveche totalmente las oportunidades que representan las tecnologías contemporáneas.

El argumento de Rifkin se basa en los cinco “pilares” que según él permitirán a las tecnologías de Internet y de energías renovables crear una poderosa infraestructura, una “Internet energética” mediante la cual la energía es generada y compartida, al igual que la información ahora es generada y compartida en línea.

Esos pilares incluyen la transformación de los edificios en plantas de microenergía que colecten energía renovable; el uso de hidrógeno y otras tecnologías en los edificios para almacenar energía; y la transformación de las redes eléctricas de todo el continente en una “red interconectada” que funcione como Internet.

Lo que Rifkin describe como “la democratización de la energía”, predice que creará un “reordenamiento fundamental de las relaciones humanas” con un impacto en la manera de hacer negocios, gobernar a la sociedad, educar a nuestros niños y participar en la vida cívica. 

Obstáculos a la energía ‘verde’

La visión de un nuevo tipo de sociedad basada en las nuevas tecnologías de comunicación y energía es persuasiva, particularmente para quienes están dispuestos a mirar más allá del horizonte de planificación del corto plazo en el que la mayoría de los políticos con frecuencia opera.

Pero también se enfrenta a potenciales desafíos de implementación, derivados particularmente de organizaciones e instituciones poderosas como la industria petrolera, que se beneficia de las tecnologías actuales y de las prácticas construidas en torno a ellas.

Y aunque las tecnologías modernas abren nuevas posibilidades sociales, no deberíamos dejarnos seducir por una forma de determinismo tecnológico que ignora el impacto de factores externos, lo que incluye los temas políticos y sociales, sobre la innovación técnica.

En China, obstáculos como esos restringen el acceso a Internet.

En la India, los críticos alegan que el crecimiento de la energía solar está siendo frenado por los subsidios gubernamentales a la industria del carbón, que discriminan a la solar. Aunque la India produce un gigavatio de energía solar, ello sigue siendo menos del uno por ciento de su producción total de energía. [2]

En África, el mayor énfasis energético de la última década ha sido invertir en combustibles fósiles o la generación a gran escala de energía hidroeléctrica. Los recursos eólicos, solares y de biomasa “se han descuidado mucho” según el Programa Ambiental de la ONU. [3]

Se requiere compromiso político

Hice estos comentarios por primera vez en un pequeño libro escrito hace 40 años. [4]

El caso que expuse entonces era muy similar a las tesis de Rifkin. Identifiqué la necesidad de un nuevo tipo de base técnica para que la sociedad pudiera salir de la crisis medioambiental que el crecimiento tecnológico sin trabas estaba creando en ese momento.

Pero también reconocía que una sociedad capaz de construir esta base tendría que incorporar diferentes tipos de relaciones sociales, ejerciendo el control de abajo hacia arriba y no de arriba hacia abajo. Y que el establecimiento de esta relación era más un desafío político que técnico.

El debate sobre el cambio climático de las últimas décadas ha puesto nuevamente estos temas sobre la mesa. De hecho, es bueno ver países como China, que actualmente es el mayor exportador de paneles solares, asumiendo el reto de crear una sociedad verdaderamente sostenible (a pesar de su compromiso reiterado con las centrales de carbón) y ver surgir ideas similares —aunque con variados grados de apoyo político— en África.

Por lo tanto, ciertamente existe potencial para crear el tipo de Tercera Revolución Industrial que Rifkin describe. Sin embargo, eso no va a pasar solo a través de las fuerzas del mercado. Los intereses creados —como la oposición de los Estados Unidos a una significativa acción global para mitigar el cambio climático lo ilustran— son demasiado poderosos para eso. También es necesario un compromiso político. Y este también tiene que comenzar desde la base.

David Dickson es periodista científico y ha formado parte de los equipos de Nature, ScienceyNew Scientist, especializándose en informar sobre políticas científicas. También fue director fundador de SciDev.Net de 2001 a 2011.

 

References

[1] China’s New Leaders Burnish Image by Revealing Personal Details (Bloomberg News, December 2012).

[2] Butler E. To feed its growth, India weighs coal subsidies against solar ones (Global Envision, October 2012).

[3] UNEP Finance Initiative. Financing renewable energy in developing countries (UNEP, 2012).

[4] Dickson D., Alternative Technology and the Politics of Technical Change (Fontana, 1974).