14/09/22

Argentina: accidente en planta nuclear reaviva polémica

accidente Atucha
La planta nuclear Atucha I comenzó a operar en 1974 por lo que es la planta más antigua de Latinoamérica. Crédito de la imagen: Nucleoeléctrica Argentina (NASA) bajo licencia Creative Commons (CC BY 4.0)

De un vistazo

  • Tras muerte por electrocución de trabajador en Atucha I autoridades niegan riesgos críticos
  • Las tres plantas nucleares proveen el 7 por ciento de la electricidad que consume Argentina
  • Construcción de otra planta a fin de año completaría abastecimiento para siete millones de personas

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La muerte por electrocución de un empleado de la central nuclear argentina Atucha I (la más antigua de América Latina) mantiene a sus trabajadores en alerta, mientras expertos consultados por SciDev.Net aseguran que el accidente no obedeció a problemas en las instalaciones críticas y defienden la importancia de un sector que consideran estratégico para el desarrollo.

A las 3.20 p.m. (hora local) del miércoles 7 de septiembre, Juan José Zalazar – electricista de 30 años, con ocho de experiencia en el complejo– limpiaba la zona convencional (no nuclear) de la planta, que atravesaba un período de tres semanas de revisión programada.

Al acercarse a una celda de media tensión para remover el polvillo, las partes metálicas de una aspiradora generaron un arco voltaico que cargó el aire de electricidad y le causó una fuerte descarga.

Internado con quemaduras en el 90 por ciento del cuerpo, falleció a la mañana siguiente. Otros tres trabajadores que sufrieron lesiones leves recibieron apoyo psicológico.

Conocida la noticia, sus compañeros iniciaron un paro de actividades, más tarde convertido en “quite de colaboración” (trabajo a reglamento y en jornada reducida) al menos hasta este miércoles, reclamando mejores condiciones de seguridad.

“Fue un accidente totalmente evitable”, advierte en diálogo telefónico Fernando Pérez, representante local de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE). “Esa celda no debería haberse manipulado, ya que tiene conexión directa a otra barra con 6,6 kilovoltios de tensión”.

“La superposición de tareas para minimizar los tiempos de parada [y así retomar la producción] provocó errores humanos”, como la ausencia de un supervisor, critica Pérez.

Para Orestes Galeano, director del Instituto de Salud y Seguridad de los Trabajadores de ATE, un sistema de seguridad que no prevea esos errores “no es sustentable ni seguro”. Un acceso de doble chequeo (automático y personal) o mediante llaves electrónicas podría haber evitado la tragedia, opina. El sindicato prevé reuniones con sus especialistas en seguridad e higiene para evaluar si avanza en ese reclamo.

Al cierre de esta edición, Nucleoeléctrica Argentina (NASA) –la empresa pública que gestiona las centrales Atucha I, Atucha II (en la localidad bonaerense de Lima) y Embalse (en la provincia de Córdoba) – no había respondido al pedido de SciDev.Net para este artículo.

Después de asegurar en un comunicado que “no se registraron explosiones ni riesgos radiológicos de ningún tipo”, la compañía reemplazó al menos por 60 días al gerente del complejo, Alejandro Sandá, mientras conduce la investigación para “evitar que eventos como el sucedido vuelvan a tener lugar”, según una resolución interna a la que accedió SciDev.Net.

La muerte de Zalazar tiene un antecedente directo en la de Juan Manuel Serralta, afectado por una explosión mientras operaba un tablero eléctrico en Atucha II en 2014. La empresa negó entonces fallas de seguridad.

El accidente más grave en la historia nuclear argentina sucedió el 23 de septiembre de 1983, cuando un técnico recibió una dosis radiactiva letal al cometer un error en la manipulación del núcleo del reactor experimental RA-2, del Centro Atómico Constituyentes.

Nueve años atrás había empezado a operar Atucha I. Embalse lo haría en 1984 y Atucha II en 2014. Las tres plantas proveen el 7 por ciento de la electricidad que consume el país.

El gobierno actual busca elevar esa participación con la reanudación de las operaciones de la Planta Industrial de Agua Pesada (refrigerante y moderador para centrales de uranio natural) y la construcción de la planta Hualong I, también conocida como Atucha III, que completaría así un abastecimiento para siete millones de personas.

“En países como Argentina, apenas responsable del 0,7 por ciento de las emisiones globales [la transición energética] debe ser un vector de industrialización y un sendero hacia la autonomía tecnológica”.

Diego Hurtado, secretario nacional de Planeamiento y Políticas de Ciencia, Tecnología e Innovación de Argentina

Aunque el inicio de las obras se prevé para fin de año, las autoridades nacionales aún no solicitaron a sus pares chinas el financiamiento acordado de USD 8.300 millones.

La demora obedece a que “una delegación estadounidense buscó trabar el trámite argumentando que la tecnología era poco segura, mencionando incluso la posibilidad de accidentes”, asegura una fuente del sector que pidió mantener su identidad en reserva.

Esos argumentos, sugiere, son en rigor una excusa de EE.UU. para defender su posición en la disputa geopolítica que mantiene con China.

Una transición responsable

Los defensores de la industria nuclear, como el magíster en Gestión de la Energía Carlos Ortiz, que trabajó en los sistemas eléctricos de las provincias de Misiones y Corrientes, aseguran que se trata de una alternativa “eficiente, limpia y de calidad”.

A diferencia de las fuentes eólicas y solares, es programable y no intermitente: permite abastecer a los sistemas en función de su demanda. “Las llamadas [energías] renovables son complementarias, no necesariamente más baratas o eficientes”, afirma.

“En países como Argentina, apenas responsable del 0,7 por ciento de las emisiones globales”, la transición energética “debe ser un vector de industrialización y un sendero hacia la autonomía tecnológica”, opina Diego Hurtado, secretario nacional de Planeamiento y Políticas de Ciencia, Tecnología e Innovación.

La Comisión Nacional de Energía Atómica y la empresa mixta INVAP llevan 44 años exportando reactores de investigación y con fines medicinales –como la generación de radiofármacos para tratar el cáncer– a países como Perú, Egipto, Argelia, Australia y Brasil.

Pero a medida que se dilata la guerra entre Rusia y Ucrania, la preocupación por la seguridad vuelve a ocupar el centro de la escena. El mes pasado, el argentino Gustavo Zlauvinen –presidente de la conferencia de examen del Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares– reconoció que “estamos en los niveles más altos de riesgo nuclear” desde la Guerra Fría.

Mientras las otras dos centrales latinoamericanas (la brasileña Almirante Álvaro Alberto y la mexicana Laguna Verde) no registran accidentes, Hurtado prefiere destacar los “estándares de seguridad altísimos” de la industria nuclear a nivel nacional, regional y global.

En esa senda, un comunicado del Organismo Internacional de Energía Atómica destacó este lunes que Argentina “viene demostrando un compromiso duradero por mejorar y promover la seguridad” en la materia, aunque también recomendó fortalecer “un plan nacional de respuesta contra las emergencias nucleares y radiológicas”.

Este artículo fue producido por la edición de América Latina de SciDev.Net

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