26/11/21

Combatir la malaria requiere la urgencia e inversión de COVID-19

vacuna malaria
Expertos en enfermedades infecciosas coinciden en que se necesitan distintos tipos de vacunas para combatir la malaria. Crédito de la imagen: National Institutes of Health/Flickr, bajo licencia Creative Commons (CC BY-NC 2.0)

De un vistazo

  • Sin la urgencia e inversión que tuvo COVID-19, será difícil erradicar la malaria, afirman expertos
  • Luego de la primera vacuna recomendada se investigan candidatas con distintas tecnologías
  • Especialistas coinciden en que combatir la malaria requiere estrategias combinadas

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Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó hace un mes (octubre) la primera vacuna contra la malaria, expertos en enfermedades infecciosas coinciden en que se necesitan distintos tipos de vacunas y que tenerlas en el corto plazo será imposible sin la urgencia y el financiamiento que tuvo COVID-19.

En el Congreso Mundial de la Sociedad Americana de Medicina Tropical e Higiene (ASTMH), que ocurrió virtualmente del 17 al 21 de noviembre de 2021, la malaria fue una de las protagonistas porque, a pesar de ser totalmente prevenible, es una enfermedad que provoca la muerte de 400 mil personas al año, según el Reporte Mundial 2020. Dos tercios de los fallecimientos son en niños menores de 5 años, principalmente de África Subsahariana.

La urgencia por reducir el número de muertes, llevó a la OMS a recomendar, en octubre de 2021, la aplicación de la primera vacuna antipalúdica —conocida como RTS,S— para ser aplicada en países donde la transmisión de malaria es moderada o alta. La recomendación ocurrió tras una fase piloto con niños de Ghana, Kenya y Malawi, en la que se probó una disminución de 30 por ciento de los casos graves y mortales.

Es una eficacia limitada, pero para la OMS fue un momento “histórico” ya que su uso “junto a las herramientas existentes podría salvar decenas de miles de vidas jóvenes cada año”, dijo el director general de la OMS Tedros Adhanom Ghebreyesus.

“La vacuna tiene una alta inversión de retorno. Pero sabemos por sí misma no es una bala de plata. La ciencia muestra que resulta mucho mejor cuando se combina con intervenciones existentes”.

Raj Panjabi, coordinador del Programa Global de Malaria de Estados Unidos.

La RTS,S es insuficiente para erradicar la enfermedad debido a que “la malaria no es la típica enfermedad prevenible por vacunación”, dijo Ashley Birkett, del Centro para la Innovación y Acceso a las Vacunas de la organización PATH. “Se requieren niveles de anticuerpos extremadamente altos para conferir protección, y los anticuerpos deben estar en circulación en el momento de la exposición”, agregó Birkett.

Además, el agente que deben atacar es sofisticado. Se trata de los parásitos del género Plasmodium (especialmente P. falciparum y P. vivax), los cuales entran a través de la picadura de la hembra del mosquito Anopheles en el torrente sanguíneo de las personas e infecta las células del hígado. Ahí madura, se multiplica y reingresa a la sangre con la posibilidad de infectar otras células.

“El parásito es mucho mayor que un virus diminuto. El tamaño importa porque ha desarrollado muchos mecanismos de escape para asegurar su supervivencia, por ejemplo, contra los fármacos, a los que el parásito desarrolla resistencia con el tiempo”, dijo a SciDev.Net Regina Rabinovich, directora de la Iniciativa de Eliminación de la Malaria de ISGLOBAL en la Universidad de Barcelona.

Por eso, distintos grupos de investigación trabajan en diversas tecnologías que puedan dirigir a diferentes partes del parásito: vacunas de subunidades, vacunas con parásitos completos atenuados o con vectores virales, e incluso vacunas basadas en ARN mensajero, tecnologías que han probado ser útiles para controlar la epidemia por COVID-19.

“El reto es diseñar una vacuna que proporcione altos niveles de protección. Esto significa saber a qué parte del parásito hay que dirigirse, cómo mejorar la respuesta del organismo a la vacuna, y cómo hacer que dure más tiempo. Todo al mismo tiempo”, dijo Rabinovich.

Sin embargo, ni siquiera eso será suficiente. “La vacuna tiene una alta inversión de retorno. Pero sabemos por sí misma no es una bala de plata. La ciencia muestra que resulta mucho mejor cuando se combina con intervenciones existentes”, dijo Raj Panjabi, coordinador del Programa Global de Malaria de Estados Unidos. Algunas de ellas son el uso de mosquiteros, insecticidas y el diagnóstico temprano y tratamiento con fármacos antimaláricos.

Los especialistas también coincidieron en que el desarrollo de vacunas contra malaria debería ser un tema prioritario a nivel global, como lo fue COVID-19.

La misma OMS lo manifestó recientemente, en su actualización de 2021 de la Estrategia Técnica Global para Malaria 2016-2030: “Es fundamental que se aplique esta urgencia e inversión al desarrollo de herramientas más eficaces de prevención de la malaria si queremos alcanzar los objetivos de la malaria en la próxima década”.

La meta para 2030 es reducir al menos en 90 por ciento las tasas de incidencia y mortalidad respecto a las tasas de 2015; interrumpir la transmisión de la enfermedad en al menos 35 países; y evitar que la enfermedad emerja en los países que ya se consideran libres de malaria, como Argentina, Paraguay, El Salvador y, más recientemente, China.