03/09/21

Maca contaminada revela efectos de actividad minera en Perú

maca
La maca es un tubérculo andino rico en minerales y con propiedades nutracéuticas. Crédito de la imagen: Andina Difusión, imagen en dominio público.

De un vistazo

  • Concentración media de cadmio y plomo en maca analizada excede límites permitidos por OMS
  • Ingestión directa o indirecta de metales pesados conlleva riesgo cancerígeno
  • Perú es principal productor mundial de maca, por lo que se requiere minimizar impactos negativos

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El hallazgo de metales altamente contaminantes en la maca (Lepidium meyenii), tubérculo originario de la región andina peruana, reaviva la preocupación sobre las consecuencias de la actividad minera y metalúrgica en el departamento de Junín, en el centro del país, principal productor del cultivo.

Un estudio publicado en la revista Toxicology Reports reportó elevados niveles de arsénico, cadmio y plomo en el cultivo que crece por encima de los 4.000 metros.

Diversas investigaciones plantean que la maca es rica en minerales, previene la osteoporosis, mejora la memoria, combate la disfunción sexual, alivia el síndrome menopáusico, y presenta propiedades antioxidantes y antitumorales.

El estudio detectó que la concentración media de cadmio en los hipocótilos (parte subterránea del tallo) recolectados en áreas influenciadas por actividades mineras y metalúrgicas fue de 0,32 ± 0,23 miligramos por kilo, y la de plomo, 0,20 ± 0,12 mg/kg.

Esos valores exceden en tres y dos veces respectivamente lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud y suponen un riesgo cancerígeno por encima de los límites tolerables, advierte el trabajo financiado por la Universidad Nacional del Centro del Perú.

Los metales pesados pueden ingresar al cuerpo a través del agua, la inhalación o el consumo de vegetales contaminados.

Sus efectos adversos son múltiples: cáncer, enfermedades pulmonares y neurológicas (arsénico); problemas en la función renal, descalcificación, toxicidad hepática e hipertensión (cadmio); daños al cerebro y al riñón, efectos negativos sobre el sistema nervioso y la sangre de los niños (plomo).

En el caso del área estudiada, “los pobladores señalaron enfermedades gástricas, respiratorias, osteoporosis y daño hepático durante la colecta de las muestras y en encuestas a familias residentes”, revela Edith Orellana Mendoza, autora principal del trabajo, en un correo electrónico a SciDev.Net.

Si bien los resultados indicarían que el consumo de maca es seguro para la alimentación de los pobladores, “estaría amenazando su salud en el mediano y largo plazo, sobre todo en los niños”, alerta.

Más allá de las consecuencias para la salud, estos hallazgos tienen implicancias graves para la economía peruana.

Aunque Perú es el primer exportador mundial de maca, sólo el 5 por ciento se vende al exterior, “posiblemente debido al contenido de metales pesados en los hipocótilos, que ya viene afectando la economía de las familias de bajos ingresos”, subraya el estudio.

“El mercado internacional exige calidad del producto y cumplir con los estándares con fines de exportación”, recuerda Orellana respecto del tubérculo que consumen Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Alemania, China y Japón, entre otros países.

La investigadora agrega que es necesario difundir estos resultados a fin de que las empresas mineras minimicen su impacto negativo en relación a este producto usado en la dieta y el comercio andinos.

El papel de la minería

Entre 2008 y 2018 la minería y el agro impulsaron el crecimiento de la economía de Junín en un 67 por ciento. Como contrapartida, los elementos residuales de la extracción de plata, plomo, zinc y cobre generan daños al ambiente, sobre todo cuando se producen filtraciones de los vertederos y se acumulan desechos del proceso.

Uno de los casos más dramáticos es el de La Oroya, en el oeste de Junín, donde el suelo y el aire están contaminados desde 1922, cuando inició sus operaciones el complejo metalúrgico de la ciudad.

En la parte antigua de esa localidad, la concentración de plomo supera hasta 40 veces los límites permitidos. En 1999 el Ministerio de Salud diagnosticó una situación crítica de intoxicación con ese metal, tras estudiar la sangre de 346 niños.

Siete años después, La Oroya fue considerado como uno de los diez lugares más contaminados del planeta. La empresa Doe Run finalizó las operaciones en 2009, pero los problemas continuaron.

Un informe de 2016 volvió a encontrar niveles excesivos de cadmio, plomo, mercurio y arsénico en menores de 15 años de esa ciudad y de Cerro de Pasco, también dependiente de las actividades extractivas.

Los 24 niños evaluados “presentaron de forma predominante niveles elevados de las especies de arsénico más peligrosas”, se lee en la publicación difundida por el colectivo de organizaciones Red Muqui.

“No fue una sorpresa encontrar esos niveles en las mediciones”, reconoce vía WhatsApp el médico Fernando Osores, autor de ese informe.

El seguimiento de aquellos niños reveló que “la mayoría desarrolló patologías como aplasia medular (desaparición de los glóbulos sanguíneos de la médula ósea), leucemias, trastornos del comportamiento y anemias con sangrados”, agrega Osores, investigador en enfermedades infecciosas y tropicales por la Universidad Peruana Cayetano Heredia.

Osores, quien no participó en la investigación publicada en Toxicology Reports, asegura que medidas gubernamentales como las declaratorias de emergencia y las mesas de diálogo son insuficientes, y critica la ausencia de planes de contingencia para situaciones de riesgo.

Aunque considera novedoso el hallazgo de arsénico y cadmio en una planta “usada y promocionada como medicinal”, el médico opina que un mejor “estándar de oro” para medir la ingesta de metales pesados hubiera sido la papa, “de uso alimentario endémico en regiones altoandinas”.

“El problema más crucial radica sobre aquellos pasivos ambientales mineros abandonados por la minería informal… La remediación de las áreas afectadas es mínima”.

Edith Orellana Mendoza, Universidad Nacional del Centro, Perú

El gobierno peruano lleva documentados 4.867 casos de personas expuestas a metales pesados en todo el país, recordó Amnistía Internacional el año pasado.

En este contexto, es fundamental abordar la situación de los 7.956 pasivos ambientales mineros (PAM) -instalaciones, efluentes, emisiones o residuos de las operaciones inactivas que constituyen un riesgo para la salud o el ambiente- en todo el territorio.

El 42 por ciento de los 921 calificados como de alto o muy alto riesgo permanecen “sin gestionar”, advirtió recientemente la Contraloría General de la República.

“El problema más crucial radica sobre aquellos PAM abandonados por la minería informal”, explica Orellana. “La remediación de las áreas afectadas es mínima”.

Entre 2004 y 2019, el Estado transfirió unos US$ 84 millones para la remediación de 936 PAM en 23 antiguas unidades mineras, pero sólo se sanearon siete de ellas.

En los países en vías de desarrollo, la evaluación de los riesgos a la salud debería ser prioritaria para lugares donde la actividad minera y metalúrgica es un gran causante de la contaminación del suelo, el agua, el aire y la comida, recalca el estudio de Toxicology Reports.

Los investigadores recomiendan la realización de monitoreos continuos, sobre todo en los niños, que identifiquen las rutas de exposición más frecuentes y determinen con mayor precisión los riesgos a la salud y los ecosistemas.

Para revertir la situación tanto en la salud como en la economía, el gobierno peruano deberá trascender las lógicas del rédito inmediato en pos del bienestar de sus ciudadanos, coincidieron los entrevistados.

> Enlace al artículo completo en Toxicology Reports