Por: Cecilia Rosen
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La selección de variedades de semillas mejor adaptadas al clima puede refinarse si son los propios agricultores quienes evalúan su rendimiento, utilizando sus parcelas como pequeños laboratorios experimentales.
Así lo muestra una investigación que reporta el uso de ciencia ciudadana con el método “tricot” -comparaciones triádicas de tecnologías– ideado por Bioversity International y puesto a prueba con sembríos de frijol común en Nicaragua, de trigo duro en Etiopía y trigo para hacer pan en la India.
Según los resultados del estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, la participación de los agricultores mejora la selección de las semillas según cada clima.
Para evaluar el rendimiento de las variedades, cada uno de los casi 12 mil participantes recibió un paquete con 3 variedades asignadas al azar de una muestra más amplia de semillas.
“Cada agricultor compara solo tres cosas, para mantener las cosas simples. Pero cada agricultor compara una combinación diferente, por lo que se pueden obtener resultados sobre un conjunto amplio de variedades de cultivos”, explica Jacob van Etten, autor principal del artículo.
La investigación realizó las pruebas a lo largo de distintas temporadas de siembra, obteniendo al final datos de 842 parcelas en Nicaragua, más de 1.000 parcelas en Etiopía y otras 10.000 en la India.
Los científicos vincularon esta información con datos del clima y del suelo de cada región, y observaron una coincidencia entre el desempeño de las semillas y el conocimiento previo de estas. Con ello, se obtuvieron recomendaciones de uso de variedades según distintas zonas agroclimáticas.
Según Alma Piñeyro, quien trabaja en el Departamento de Producción Agrícola y Animal de la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco, en México, lo novedoso del análisis es que incorpora el clima no solo a escala geográfica sino también temporal, para identificar qué variedades funcionan en ciertos lugares y cuáles podrían ser útiles en el futuro, durante varios ciclos de siembra.
Piñeyro considera que aunque esta metodología podría usarse en países como México, serviría para esquemas de siembra en donde se adquieren nuevas variedades de semillas en cada ciclo, como en el caso de algunos tipos de frijol, chile, tomate verde y jitomate.
“Cada agricultor compara solo tres cosas, para mantener las cosas simples. Pero cada agricultor compara una combinación diferente, por lo que se pueden obtener resultados sobre un conjunto amplio de variedades de cultivos”.
Jacob van Etten, Bioversity International.
“Pero no funcionaría en el caso de agricultores que tienen sus propias variedades nativas que siembran año con año, y que las van seleccionando para mejorar la adaptación”, como en el caso de muchos cultivos de maíz.
En países como México, Ecuador y Perú, por ejemplo, los agricultores guardan sus variedades y las siguen usando, por lo que para ella habría que evaluar si el método tricot puede funcionar como auxiliar ya no únicamente para aumentar el rendimiento de los cultivos, sino para mantener y diversificar variedades locales, al mismo tiempo que se escalan geográficamente los datos para hacerlos generalizables.
Según van Etten, el enfoque tricot podría reemplazar parcialmente o, en algunos casos, complementar herramientas que ya se usan en la actualidad, como el mejoramiento de las variedades en el laboratorio.
El grupo comenzó a usar el método en 2012 en la India y actualmente realiza otras pruebas similares en Guatemala, El Salvador, Honduras y Costa Rica con diversos cultivos, incluyendo frijol y trigo. El desafío, agrega, es que al menos 100.000 agricultores de diferentes países se vean beneficiados con este enfoque en un futuro cercano.
Aunque van Etten y sus colegas no han podido calcular aún el costo total de un estudio como este, asegura que usar el enfoque tricot es más barato por cada agricultor que los métodos tradicionales.