20/03/23

Bajante de ríos en Brasil, alerta para Latinoamérica

rios Cerrado
La reducción del flujo de los ríos en el Cerrado podría afectar la producción agrícola, la generación eléctrica y el suministro de agua para la población. Crédito de la imagen: Pedro Biondi/Flickr, bajo licencia Creative Commons (CC BY-NC 2.0)

De un vistazo

  • Deforestación y cambio climático perjudican flujo de ríos en región de Cerrado brasileño
  • Proyectan escenario preocupante para 2050
  • Gestión más justa y eficiente, clave para revertir la situación

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La deforestación por el avance de la frontera agropecuaria y los efectos del cambio climático están reduciendo el flujo de los ríos del Cerrado brasileño, la sabana de mayor biodiversidad del mundo.

Sin medidas que detengan la tala indiscriminada, en tres décadas podría generarse un escenario de gravedad inusitada, extendido a otras zonas del país e incluso de la región, sugiere una investigación publicada en la revista Sustainability.

Entre 1985 y 2018, el flujo de los ríos del Cerrado —en el centro del Brasil— se redujo un 8,7 por ciento debido a la deforestación y un 6,7 por ciento por el cambio climático, según la investigación que abarcó 81 cuencas.

Si la deforestación continuara al ritmo actual, para 2050 podría disminuir el agua en nueve de cada diez cuencas de ese bioma, con “niveles críticos y recurrentes de escasez”, plantea el trabajo.

La reducción total del flujo de los ríos sería del 34 por ciento, lo que afectará la producción agrícola, la generación eléctrica y el suministro de agua para la población, dice a SciDev.Net Eraldo Matricardi, uno de los autores del reporte.

El Cerrado provee el 44 por ciento de la producción nacional de carne y el 48 por ciento de sus exportaciones de soja. “Se la considera ‘la cuna de las aguas’ del país, ya que incluye a las principales fuentes de ocho cuencas hidrográficas, que sirven a las regiones más pobladas”, agrega el profesor de la Universidad de Brasilia.

La demanda global de productos agrícolas, el aumento de precios de las commodities y la falta de políticas de control ambiental son algunos de los factores que permiten la expansión continua de los cultivos, plantea el estudio.

La menor infiltración del agua que acarrea la pérdida de vegetación nativa “podría perjudicar la capacidad de los acuíferos de recargarse durante las estaciones lluviosas y de mantener un alto consumo de agua para riego durante las estaciones secas”. Esas dinámicas, que no son exclusivas del Cerrado, resultan especialmente preocupantes en el contexto actual.

“Si hace un siglo disponíamos de un vaso de agua per cápita, hoy sólo tenemos menos de la décima parte (…) Y los patrones de consumo de nuestra región, la más urbanizada del planeta, presentan huellas hídricas cada vez más grandes”

Miguel Doria, especialista para América Latina del Programa Hidrológico Intergubernamental de la Unesco

“En 1900 había cerca de 60 millones de personas en la región; hoy somos más de 660 millones”, dice a SciDev.Net Miguel Doria, especialista para América Latina del Programa Hidrológico Intergubernamental de la Unesco.

“Si hace un siglo disponíamos de un vaso de agua per cápita, hoy sólo tenemos menos de la décima parte”, compara. “Y los patrones de consumo de nuestra región, la más urbanizada del planeta, presentan huellas hídricas cada vez más grandes”, continúa.

El flujo decreciente de los ríos del Cerrado también ha potenciado las tensiones por el acceso al agua. “Es probable que esos conflictos se intensifiquen”, advierte Matricardi.

La gran irrigación que demanda la exportación de productos agrícolas “ha cambiado la gobernanza” sobre ese recurso, “pasando del control de actores locales, regionales y nacionales hacia aquellos que dominan las cadenas productivas”, señala el estudio.

En sentido contrario, algunos investigadores celebran la conciencia creciente sobre la necesidad de una “justicia del agua” con vistas a una distribución más equitativa.

“Las políticas de importación de muchos países que dependen de los productos agrícolas brasileños deberían ser revisadas” para evitar la comercialización de mercancías ligadas a la deforestación, proponen. En ese sentido, el impacto de las emisiones de carbono y de la pérdida de biodiversidad podría ser compartido comercialmente con esos importadores e informado a los consumidores.

A nivel local, cualquier expansión de tierras agrícolas podría ser evaluada generalizando el sistema de comités de cuencas, “una estrategia importante para empoderar a las comunidades y evitar el uso abrumador y desigual del agua”, plantea Matricardi.

El establecimiento de reservas en propiedades privadas y áreas protegidas también podría contribuir a la preservación de los recursos, salvaguardando porcentajes de vegetación nativa capaces de mantener los flujos de agua adecuados.

En cuanto a las iniciativas de reforestación, Doria subraya la “vasta y positiva” labor que se está desarrollando, al tiempo que llama la atención sobre la necesidad de usar especies adecuadas y considerar factores como la distribución y el tipo de suelo, para optimizar los procesos de evaporación, retención de agua y protección contra la exposición a contaminantes.

Esas acciones de mitigación y adaptación “deberán aplicarse cada vez que se piense en el diseño y la gestión de un cultivo, un acueducto o un embalse”, anticipa.

Incluso los contextos de sequía o escasez pueden derivar en una gestión eficiente de los recursos, mediante cultivos más rentables o que requieran menos agua.

“La importancia de los recursos hídricos de un ecosistema se vincula a lo económico, pero también a lo cultural”, agrega. “Cuando se pierde biodiversidad, también se pierde el patrimonio de comunidades y países”.

Este artículo fue producido por la edición de América Latina y el Caribe de SciDev.Net