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Durante más de 25 años, Nelson Gouveia, epidemiólogo y profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de São Paulo, ha estudiado el impacto de los problemas ambientales en la salud y, en particular, las inequidades de salud ambiental, es decir, la forma en la que las condiciones socioeconómicas y ambientales pueden afectar la salud de grupos específicos.

En los últimos años se ha enfocado en la contaminación del aire, motivado, en parte, por vivir en São Paulo, una de las ciudades más contaminadas del mundo. También por el interés genuino de descifrar si la contaminación atmosférica impacta de forma distinta en la población, dependiendo de sus condiciones sociales y económicas.

En su más reciente investigación, una revisión bibliográfica de publicada en la revista Current Environmental Health Problems, muestra que sí: a pesar de que la información es limitada por la falta de estudios —su muestra final fue de 21 artículos—, hay evidencia de que los grupos de América Latina con mayor vulnerabilidad socioeconómica son los que sufren los efectos más graves de la contaminación del aire.

Él lo resume en una frase: “Todo lo que es malo, suele ser peor para las poblaciones de menor ingreso”. Sobre este tema habló con SciDev.Net.

Considerando los años que ha dedicado al estudio de las inequidades de salud ambiental, ¿considera que hay características particulares en América Latina que detonan esas inequidades, y que las hacen distintas de otras regiones del Sur Global?

No hay muchas diferencias; los problemas de salud, justicia e inequidades ambientales son básicamente los mismos en cualquier sitio. Posiblemente lo diferente en América Latina respecto a otros lugares es que la mayoría de nuestros estudios en contaminación del aire se basan en aspectos como el ingreso o la educación.

En otros lugares, como Estados Unidos, vemos que la discusión está más relacionada con la etnicidad o el color de piel. Pero en Sudamérica, al menos basándonos en esta revisión que hicimos, no encontramos ningún estudio que se enfocara en el grado de exposición o efectos por problemas ambientales entre poblaciones indígenas, que son muy comunes en la región. No he visto ningún estudio al respecto.

¿Por qué? ¿Es un problema de falta de información?

Puede ser; también puede ser un problema de falta de interés. El asunto es que la contaminación ambiental es un problema generalizado, se entiende que todo mundo está expuesto, mientras que probablemente para otros problemas ambientales, es más fácil, o más común, encontrar poblaciones específicas que son segregadas por condiciones raciales, étnicas, etcétera.

Hay grupos indígenas que viven en ciertas zonas, y entonces enfrentan ciertos problemas ambientales justamente porque viven ahí. Pero para la contaminación atmosférica, como hablamos de áreas urbanas y grandes ciudades, no es tan común analizar esas diferencias.

¿Cuál es la consecuencia de no incluir a los grupos vulnerables o a minorías en los estudios de salud ambiental?

Algunas poblaciones están más obligadas a trabajar en el exterior, o incluso en la calle, como los vendedores ambulantes, y en muchos países esas personas son minorías, indígenas, o pertenecientes a otros grupos vulnerables.

Si no las estudiamos, si no los consideramos como un grupo específico que necesita ser analizado, no podremos alertar para que sean atendidos por el gobierno o el sector salud en general.

En su investigación, revisó estudios que analizan cómo la contaminación del aire afecta a las personas y en la mayoría encontró un patrón: los mayores efectos de la contaminación afectan a los grupos vulnerables. Sin embargo, establecer esa asociación es complicado. ¿Cuáles son las metodologías ideales que sirven para establecer una asociación clara entre la contaminación del aire y los impactos específicos en cierta población?

Por un lado, cuando hablas de exposición a contaminación del aire, no es algo simple de definir, porque todo el mundo está expuesto. Y es muy difícil medir la cantidad exacta de aire contaminado que una persona respira, a menos que cargue un dispositivo cerca de la nariz que lo mida. Así que usualmente nos basamos en mediciones de estaciones de monitoreo.

En el caso de São Paulo, donde vivo, tenemos unas 30 estaciones. Nos basamos en esas mediciones y las asignamos a la población que vive cerca de esas estaciones. Lo cual es una medida muy cruda, pero es lo mejor que tenemos. Por ejemplo, yo, sentado en mi escritorio, respiro el aire, y tengo una exposición distinta a la de la persona que está cerca de la carretera principal, con el tráfico pasando frente a su cara todo el día; aunque solo estemos a 200 metros de distancia, ella tiene mayor exposición que yo.

Pero eso es difícil de tomarlo en cuenta en los estudios. Lo que sí podemos hacer es tener mejores evaluaciones de exposición a través de redes de monitoreo más grandes en áreas más pequeñas.

Por otro lado, cuando hablamos de inequidades, tenemos que pensar cómo definimos distintos grupos en la sociedad. Es común que, en algunos países de la región, los estudios se basen en el grado educativo, que es un aspecto más o menos confiable, o el ingreso, que es información más difícil de conseguir. Pero tampoco en esos estudios tenemos información individual, sino por áreas.

Así que tener, por un lado, mejor información de los niveles socioeconómicos, incluyendo educación, ingreso o cualquier otro y, por otro, mejores evaluaciones de exposición son los dos elementos clave que pueden hacer los estudios más confiables en el futuro.

La falta de información sobre los impactos de la contaminación del aire en ciertos grupos de población vulnerable, ¿también podrían deberse a que no hay suficientes estaciones de monitoreo ni tampoco suficiente información socioeconómica desagregada?

Exacto. Por ejemplo, en este estudio, revisamos toda América Latina y encontramos que los estudios se concentran en seis países: Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México y Perú, porque en esos países es donde hay estaciones de monitoreo y donde hay personas utilizando esa información para desarrollar estudios sobre asuntos de salud.

Los estudios provienen, sobre todo, en Brasil, Chile y México. Creo que es una de las grandes lagunas de información en la región: no tenemos idea del problema porque no lo estamos midiendo.

¿Qué otras lagunas encontraron?

Otra brecha es que la mayoría de los estudios se basan en la producida por automóviles. Pero hay muchas otras fuentes altamente contaminantes: industrias, esmaltes, químicos. Sin embargo, no vimos ningún estudio enfocado específicamente en esos emisores.

Cualquier persona que conduce un auto puede ser denominada fuente contaminante, pero sería difícil llegar con cada una y pedirle que haga una compensación por el aire que está contaminando. Pero cuando tienes una fábrica o una industria que contamina mucho entonces se pueden asignar responsabilidades más directamente a los dueños.

Quizás por eso no tenemos esos estudios, porque facilitarían ir a la Corte y hacer que esas personas asuman su responsabilidad.

¿Cómo considera que pueden sobrevivir políticas públicas que disminuyan las inequidades ambientales en salud en una región como América Latina, caracterizada por frecuentes inestabilidades políticas y económicas?

Es difícil, pero diría que entre más información tengamos, y más estudios hagamos, más posibilidades tendremos de visibilizar el problema. Y, claro, no se trata únicamente de estudiarlo y publicar en revistas importantes, tenemos que hacer más.

Por ejemplo, informar a los tomadores de decisiones de que, si bien todos estamos expuestos a la contaminación del aire, hay personas que lo están sufriendo más que otras, y que deberían dar una atención diferenciada a esos grupos específicos.

Puede que no sea posible disminuir la exposición al aire contaminado para todos, pero al menos habría que reducirlo lo más posible entre las personas más expuestas.