23/07/21

Uso excesivo de ivermectina dificulta saber si sirve contra COVID-19

Elderly woman taking a medicine
El uso generalizado de ivermectina en varios países de América Latina ha dificultado el desarrollo de ensayos clínicos para evaluar su eficacia. Crédito de la imagen: Piqsels, imagen en el dominio público.

De un vistazo

  • Venta libre y seguridad de ivermectina han detonado la masificación de su uso
  • Médicos argentinos tuvieron que ir casa por casa para impedir su consumo
  • Urgencia de estudios se contrapone a precarización de la ciencia latinoamericana

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Aunque la evidencia sobre la eficacia de la ivermectina para prevenir o tratar COVID-19 es aún endeble, su uso generalizado en varios países de América Latina ha dificultado el desarrollo de ensayos clínicos y una correcta interpretación de los datos para evaluar su eficacia.

Así fue la experiencia de un grupo de médicos de Corrientes, Argentina, que publicó en la revista BMC Infectious Diseases uno de los estudios más amplios (501 pacientes) para evaluar si este medicamento podía prevenir la hospitalización por COVID-19 leve o moderado y cuyos resultados muestran que no hay una diferencia significativa entre quienes recibieron ivermectina y quienes tomaron placebo.

La ivermectina es un antiparasitario de amplio espectro, barato y accesible en farmacias y veterinarias, que ha probado su eficacia para tratar enfermedades parasitarias como la sarna o la oncocercosis. Su uso potencial para COVID-19 surgió en abril de 2020, cuando investigadores australianos probaron que podía detener la replicación del SARS-CoV-2 en cultivos celulares hechos en laboratorio.

Desde entonces, grupos de investigación de diversas partes del mundo lo han puesto a prueba en seres humanos para evaluar si funciona para prevenir hospitalización, si puede reducir los días de internación hospitalaria, si puede ayudar a tratar los síntomas o mejorar la recuperación tras COVID-19.

“La presentación del estudio [a mediados de 2020] tuvo efectos colaterales, porque la gente se imaginó que el hecho de que estábamos estudiando ivermectina ya era suficiente para tomarla y a partir de ahí hubo una utilización masiva”.

Julio Andrés Vallejos, director ejecutivo del Instituto de Cardiología de Corrientes

Hasta ahora, los resultados de esos estudios son heterogéneos y poco contundentes. Y una de las razones de esto es que, en varios casos, los grupos de investigación se han enfrentado a la dificultad de evaluar algo que ya es de uso generalizado, como ocurrió con el grupo de Corrientes.

“La presentación del estudio [a mediados de 2020] tuvo efectos colaterales, porque la gente se imaginó que el hecho de que estábamos estudiando ivermectina ya era suficiente para tomarla y a partir de ahí hubo una utilización masiva”, dijo a SciDev.Net Julio Andrés Vallejos, director ejecutivo del Instituto de Cardiología de Corrientes y uno de los autores principales del estudio.

Este suceso puso en peligro el desarrollo de la investigación, por lo que el grupo decidió que todos los pacientes que hubieran tomado ivermectina por lo menos los últimos siete días antes de su incorporación al estudio quedaban excluidos del ensayo clínico. En total, las personas excluidas fueron más de 12 mil.

Pero ahí no acabó la dificultad. El grupo tuvo que hacer algo poco común para asegurarse de que las personas que ya formaban parte del ensayo no tomaran ivermectina ni otro fármaco que perturbara el estudio: “Fue un esfuerzo titánico hecho por 25 personas. Tuvimos que ir a la casa de los pacientes tres veces”, dice Vallejos.

“Además, durante toda la participación de los pacientes en el estudio había un contacto telefónico diario; cada paciente tenía un investigador que estaba a cargo de él (…) Las llamadas fueron muchísimas”, explica Rodrigo Zoni, cardiólogo y coautor del estudio de Corrientes.

Lo mismo vivió Carlos Chaccour, especialista venezolano radicado en España, cuando buscó voluntarios para otro estudio: “Hicimos un pequeño ensayo en Perú y un problema que tuvimos es que mucha gente llegaba ya habiéndola tomado, entonces no la puedes incluir”, dijo a SciDev.Net.

Para él, si bien es cierto que los estudios hasta ahora son poco contundentes, parte de la razón de que muchos médicos la receten tiene que ver con una mala interpretación de la evidencia disponible basada, en muchos casos, en metanálisis que incluyen ensayos de muy diferentes.

“Cuando se meten distintos estudios de forma indiscriminada sale que la ivermectina protege, pero cuando se descartan los que tienen sesgos y te quedas solo con los de mayor rigor resulta que no hay un efecto significativo”, dice Chaccour.

Luis Garegnani, becario de investigación del Centro Cochrane del Instituto Universitario del Hospital Italiano de Buenos Aires, quien no participó en los estudios de Vallejos ni de Chaccour, ha descrito la evidencia disponible sobre ivermectina como heterogénea y, en muchos casos, de baja certeza.

“Hay una malinterpretación de la evidencia porque solo se ve los efectos de la ivermectina reportada en los estudios, y para evaluar su eficacia no basta ver el efecto que produjo en un estudio determinado sino también el balance entre riesgos y beneficios, el tipo de población en donde se va a aplicar”, entre otros.

Pero hacer investigaciones más amplias e integrales implica enormes retos en América Latina. “Generalmente, los presupuestos para la investigación en países un poco golpeados económicamente o de medianos y bajos ingresos son escasos. Y en el contexto de la pandemia, destinar más recursos a la investigación sí puede ser un problema”, dijo Garegnani a SciDev.Net.

> Enlace al resumen del artículo en MC Infectious Diseases