21/11/16

Radar Latinoamericano: la amenaza de un apagón científico

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Crédito de la imagen: Fiocruz/Vinicius Marinho

De un vistazo

  • México, Argentina, Brasil, Costa Rica y Panamá anuncian o preparar recortes a presupuesto de CyT
  • Esta avalancha de reducciones tiene consecuencias que ya se sienten
  • La pregunta es por qué recortar estas áreas en tiempos de crisis, mientras los países desarrollados hacen lo contrario

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Una ola abrumadora de recortes presupuestarios está afectando a la ciencia y la tecnología en América Latina. En México, para 2017, el sector puede contar con hasta 20% menos recursos. En Argentina la amenaza es de una reducción de 35% de los fondos disponibles para la investigación el próximo año. En Brasil, donde el presupuesto federal para la ciencia y la tecnología este año es 40% inferior al de 2013, el sector tendrá que compartir sus escasos recursos con el área de Comunicaciones en 2017.
 
Como se señaló en el Radar Latinoamericano publicado en setiembre, Brasil pasa por una desestructuración de su sistema de CyT, con la eliminación de su órgano de gobierno —el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MCTI), que fue fusionado con el de Comunicaciones— y la reducción de órganos centrales del sector. Para agravar la crisis, una Propuesta de Enmienda a la Constitución que se encuentra en estudio en el Congreso y prevé un límite de crecimiento del gasto público a la tasa de inflación por 20 años, puede congelar el peor presupuesto federal para la ciencia brasileña en los últimos tiempos.
 
No obstante, lo que en un principio parecían ser casos aislados se ha transformado en una tendencia en la región, que alcanza incluso a países de América Central, donde el desarrollo científico sigue siendo más frágil e incipiente. Países como Costa Rica y Panamá están sufriendo una escasez cada vez mayor de inversión federal en la CyT.
 
Además de revelar una desvalorización desmedida de la ciencia latinoamericana, esta tendencia rompe bruscamente una trayectoria de dos décadas de crecimiento y mayor visibilidad que tenía el sector en la región en el escenario internacional. En este período hemos visto un aumento significativo en la cantidad de maestrías y doctorados, de artículos científicos publicados y de patentes registradas en la región.
 
No es coincidencia que el incremento de la inversión en CyT en América Latina superara, durante este período, el propio crecimiento económico de la región. Brasil llegó a invertir 1,2% de su PIB en el sector en 2013, un récord regional, aunque todavía lejos de los 2,8% de Estados Unidos, 3,3% en Suecia y 4,1% en Corea del Sur.
 
La ola de recortes también va a contramano de lo que ocurre en las economías más fuertes del mundo que, incluso en tiempos de crisis, buscan mantener sin cambios las inversiones en investigación y desarrollo, porque saben que son estas actividades las que van a garantizar el progreso en el futuro. De ahí, entonces, surge la pregunta: ¿Por qué América Latina trata a la ciencia y a la tecnología tan diferente que los países desarrollados?
 

Lugares de desarrollo y fuentes de financiación

 
Hay varias maneras de tratar de responder a esta pregunta. Una es ver dónde se concentran la ciencia, la tecnología y la innovación en unos y en otros países, y observar de dónde provienen los recursos de los que dependen.
 
En los países desarrollados, la ciencia, la tecnología y la innovación tienen, en general, un vínculo fuerte y dinámico entre sí y con la industria; están directamente relacionados con el sector productivo y son impulsados principalmente por la financiación privada. Los gobiernos tienen que invertir principalmente en las ciencias básicas y en áreas estratégicas para el país que dependen de la ciencia y la tecnología de vanguardia para su desarrollo.
 
En estos países, el aumento de la inversión en CTI significa una mayor producción científica, un aumento en la cantidad de patentes científicas y el desarrollo de productos de alto valor agregado. En poco tiempo, esos productos se ponen a disposición para el consumo en la sociedad en la que fueron desarrollados, y se pueden exportar al resto del mundo en función del interés que generen.
 
En gran parte de los países latinoamericanos, la ciencia y la tecnología tienen lugar principalmente en la universidad, son financiadas en general con fondos públicos y están alejadas y desconectadas del sector productivo. Como hemos visto, el aumento de la inversión en el sector es capaz de impulsar la producción científica en la región, pero tiene un menor impacto en el registro de patentes. Aún así, no siempre el conocimiento producido y las patentes registradas se transforman en servicios y productos.
 
Y es aquí donde entra la innovación, o más bien la falta de ella. En América Latina todavía tenemos muchas dificultades para hacer que las nuevas ideas e invenciones lleguen al mercado. Apenas una pequeña porción de la ciencia y la tecnología hecha en las universidades genera retorno económico directo para el país y llega a la sociedad de forma tangible. Y así terminamos no usando medicamentos, tablets y vehículos eléctricos que somos perfectamente capaces de producir; importamos casi todo.
 
Pero, ¿por qué sucede eso? Porque la inversión inicial para colocar un producto en el mercado es muy alta y nadie está dispuesto a pagar la cuenta. El gobierno prefiere comprar lo que ya está disponible en el mercado a precios más competitivos. Las empresas, en economías que fluctúan mucho, no quieren correr riesgos con grandes inversiones a largo plazo. Los consumidores, por su parte, quieren tener acceso a los servicios y productos de calidad y a buen precio.
 
Conscientes de este impasse y de sus consecuencias, diferentes países de América Latina han tratado de crear las condiciones para impulsar la innovación. Brasil, por ejemplo, aprobó en 2004 una ley que establece incentivos para la innovación y la investigación científica y tecnológica en el ambiente productivo. Es cierto que aún no vemos los resultados concretos de esos esfuerzos, pero no es trivial ni rápido establecer un nuevo modelo para hacer y producir ciencia en los países donde el sector ya está en etapas avanzadas de desarrollo. Ni tampoco cambiar las reglas durante el juego.

 

Desastre a la vista

 
Entonces, esas dificultades para generar productos y ganancias, ¿justifican los actuales recortes de la CyT en la región? No, todo lo contrario. Si todas las reducciones anunciadas finalmente se hacen y se mantienen los bajos presupuestos, sus efectos se sentirán severamente en el corto, mediano y largo plazo, poniendo en riesgo todo el progreso logrado hasta el momento.
 
En poco tiempo volveremos a perder las mentes más brillantes de nuestros países que se irán a otras partes del mundo, en un fenómeno antiguo y bien conocido en América Latina: la fuga de cerebros. Recientemente, este fenómeno había sido contenido en cierta medida con mejores condiciones de vida, formación e investigación en la región.
 
A mediano plazo nos podemos preguntar quién va a analizar los problemas locales y regionales a los que se enfrentará la ciencia, como las enfermedades tropicales, las enfermedades asociadas con la pobreza y las tecnologías agrícolas adaptadas a nuestros suelos y climas. Si no invertimos en eso, ¿quién lo hará?
 
Y a largo plazo, los recortes actuales son una amenaza enorme para el futuro de América Latina. Reducir los recursos en CyT significa más que frenar el desarrollo del sector; significa retroceder, porque estas áreas se mueven a gran velocidad. Si no damos continuidad al crecimiento de las inversiones en el sector, a partir de un proyecto consistente y duradero y de una mirada más estratégica y atenta a la importancia de la innovación, difícilmente conseguiremos integrarlo al sistema de producción y construir, así, una economía basada en la CTI en la región.
 
 
Carla Almeida es periodista brasileña especializada en ciencia e investigadora en las áreas de divulgación científica y comprensión pública de la ciencia. Colabora con SciDev.Net desde 2005