13/11/12

Serpientes y mitos se articulan con la ciencia en alerta de desastres

El tsunami de 2004 en el Océano Índico mató alrededor de 230.000 personas. Crédito de la imagen: Flickr/madaboutasia

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Conocimiento indígena y ciencia a menudo parecen polos opuestos, pero articularlos puede frenar riesgos de desastres, dice Smriti Mallapaty.

[KATHMANDU] En un poema sobre un terremoto que causó miles de muertes en Nepal e India en 1934, Lok Nath Pokharel, popular poeta nepalí, describió la muerte visible y generalizada de serpientes, a pesar de que el terremoto ocurrió en el invierno, cuando ellas suelen hibernar.

Cuatro décadas después, en 1975, la población que vivía en la ciudad de Haicheng —en el noreste de China— y en sus alrededores, notó un aumento fuera de temporada del número de serpientes. Tres meses después ocurrió un terremoto.

El 26 de diciembre de 2004, un terremoto frente a la costa occidental de la isla de Sumatra en Indonesia ocasionó el devastador tsunami que mató alrededor de 230.000 personas. [1]

No existía un sistema oficial de alerta de tsunamis para preparar a los países ante este desastre. Sin embargo, varias comunidades nativas en Indonesia y Tailandia, así como en las islas indias de Andaman y Nicobar, sobrevivieron gracias a mitos populares que habían escuchado a lo largo de sus vidas y que los alertaban de los peligros de movimientos telúricos y un inquietante retiro del mar.

Entre otros, el pueblo Moken (o Morgan) que habita la isla Surin, a 55 kilómetros de la costa tailandesa, reconoció esos signos como indicadores de la llegada inminente de olas gigantes y letales conocidas como "siete rollos". Por consiguiente, huyeron hacia tierras más altas y todos sobrevivieron.

Serpientes y relatos populares, que involucran coincidencias, experiencias y conocimiento, ligados a ideas científicas ¿pueden ofrecer a la gente alrededor del mundo una protección significativa contra desastres?

Cada vez más, la respuesta de los científicos es: sí, podemos aprender del conocimiento tradicional.

Jiba Raj Pokharel, profesor de ingeniería y director del Centro de Estudios de Desastres, no tiene duda. Muchas de sus ideas para sistemas de alerta temprana, incluyendo las alertas de las serpientes, se inspiraron en el conocimiento local. Pokharel propone construir patios de serpientes en toda la región de Terai, llanuras que corren paralelamente a los rangos más bajos de los montes Himalaya. Serpientes diurnas y nocturnas serían usadas como señales de terremotos que se espera ocurran en un futuro cercano, tras un intervalo de 80 años.

Doble enfoque

"En la gestión de desastres, especialmente para los terremotos, me he centrado en el conocimiento indígena que analiza el comportamiento de los animales, porque la ciencia convencional no ha sido capaz de desarrollar un sistema de alerta temprana", explica Pokharel.                         

Pero no se trata solamente de tomar el conocimiento local e insertarlo en los planes de preparación científica.

El conocimiento tradicional no siempre reduce la vulnerabilidad de las comunidades frente a los desastres naturales y podría no adaptarse lo suficientemente rápido a las dinámicas de cambio social y climático, opina Jessica Mercer, especialista en reducción de riesgo y co fundadora de Futuros Seguros, con sede en Londres.

A snake

Las serpientes y los mitos ¿pueden proteger a la gente contra desastres?

Flickr/Siddhi

Además, el conocimiento científico puede ‘chocar’ con la comprensión local sobre los desastres y, por lo tanto, ser rechazado por las comunidades.

"La gente ha muerto como resultado de depender de espíritus o historias culturales" e ignorar las advertencias de los científicos, precisa Mercer. Por ejemplo, antes de una erupción del volcán Monte Merapi en Indonesia, las órdenes oficiales de evacuación basadas en un detallado monitoreo científico colisionaron con el consejo del guardián espiritual del volcán, Mbah Marijan.

Marijan no había recibido ninguna premonición de erupción volcánica. Por lo tanto los residentes creyeron que no era necesario abandonar ni sus casas ni su ganado y eligieron quedarse. Mbah Marijan que pereció posteriormente en una erupción de 2010, insistió en permanecer cerca al Merapi.

Por lo tanto, "es necesario identificar las estrategias más eficaces de cada [base de conocimiento] para generar una ‘cultura de seguridad’ en lugar de depender de una sola fuente de conocimiento para reducir el riesgo en comunidades sujetas a este", se sugiere en un documento escrito por Mercer y sus colegas y publicado en Environmental Hazards en enero. [2]

Para ella, un punto de inflexión importante para reformar las estrategias de reducción de riesgos fue el tsunami de 2004. Dicho tsunami despertó el interés por el conocimiento indígena entre los especialistas de reducción de riesgos de desastres, enfocándose en la integración de dicho conocimiento con la ciencia moderna, reconoce. Mercer actualmente ha desarrollado un marco teórico para "combinar e integrar lo mejor de ambos mundos".

Comunicación del riesgo: necesidad de lucidez

Una ventaja de usar el conocimiento tradicional y el conocimiento moderno científico es que permite a los científicos hacer más asequible la comunicación de las previsiones a las comunidades, un problema que no se limita solamente a los países en desarrollo. La comunicación de riesgos en un formato que la gente entienda es un reto permanente.

La organización no gubernamental Acción Práctica, con sede en el Reino Unido, con apoyo de la Comisión Europea, ha mejorado las previsiones de inundaciones a la comunidad introduciendo herramientas científicas a los sistemas existentes de monitoreo en las aldeas ribereñas de Nepal.

Hasta hace poco, los pobladores recibían llamadas telefónicas de sus parientes río arriba advirtiéndoles de lluvias copiosas y posibles inundaciones, dice Yuwan Malakar, oficial de proyectos de Acción Práctica en Nepal. "Nosotros mejoramos ese método", explica, instalando sirenas y estableciendo umbrales de descarga de inundaciones tomando como base las mediciones de las estaciones en las zonas fluviales, establecidas por el Departamento de Hidrología y Meteorología.

"Cuando mejoramos lo que [las comunidades] ya están haciendo, ellas lo toman como suyo", señala Malakar. También es más fácil "construir [mecanismos] en su vida cotidiana".

¿El resultado? Cuando el distrito Banke, a lo largo del río West Rapi, en la región del medio oeste de Nepal, registró la mayor inundación en 35 años en agosto de 2012, no hubo víctimas ni heridos, a pesar de que hacía cuatro años que Acción Práctica había dejado el área tras haber instalado un sistema de alerta temprana allí.  

Flooding in Nepal

Acción Práctica ha mejorado sistemas de alerta de inundaciones en Nepal.

Flickr/The Advocacy Project

Cuando el nivel de las aguas aumentó de tres a cinco metros en la estación hidrológica de Kusum, automáticamente accionaron la sirena. Más de 20.000 personas en el distrito de Banke fueron alertadas mediante mensajes de texto, sirenas, megáfonos y estaciones de radio. Tuvieron seis horas para tomar sus objetos de valor y correr a los refugios temporales y plataformas elevadas que se habían construido en la zona de inundación.

En el distrito de Chitwan, al sur de Nepal, una zona afectada por inundaciones súbitas de los ríos más pequeños, la organización usó métodos de comunicación local para mejorar el acceso a las alertas científicas. Además de las sirenas convencionales, capacitaron mensajeros locales (katuwals) para propagar información sobre las inundaciones que se avecinan, tomando como base los niveles de precipitación que registran los medidores instalados por Acción Práctica.

"Los katuwals saben en qué casas hay personas discapacitadas, embarazadas y madres lactantes", precisa Malakar. Eso garantiza que todos, incluidos los más vulnerables, estén protegidos.

Despliegue de estrategias en África

De igual modo, la filial en Kenia de la Autoridad Intergubernamental del Centro de Aplicaciones y Predicción de Desarrollo Climático (ICPAC por sus siglas en inglés), junto con el Departamento Meteorológico de Kenia (KMD por sus siglas en inglés) y varios otros socios, están tratando de integrar el conocimiento local en los modelos climáticos con el fin de lograr pronósticos estacionales comprensibles para los agricultores.

Gilbert Ong’isa Ouma, profesor principal de la Universidad de Nairobi, dice que durante seis temporadas, el KMD trabajó con meteorólogos profesionales de la comunidad Nganyi del oeste de Kenia. Los Nganyi tradicionalmente mantienen un ojo avizor sobre el comportamiento de árboles y animales, así como de los cambios en el viento. Según Ouma, este "matrimonio" que combina la ciencia convencional y el conocimiento local, produjo detalles más sutiles que fueron más relevantes para las comunidades locales, con fechas más precisas para el inicio de lluvias, la duración probable de la temporada e indicaciones de dónde y cuándo podría llover.

Acortar brechas, construir confianza

La confianza entre científicos y las comunidades locales es importante, y se puede desarrollar mediante un firme compromiso.

"Si incorporamos las prácticas indígenas y tratamos de vincularlas con los sistemas científicos de alerta temprana, aumenta la fiabilidad y aceptación entre las comunidades locales, y de esta manera se puede estrechar verdaderamente esta brecha de comunicación", afirma Rajib Shaw, profesor asociado del Laboratorio Internacional de Gestión Ambiental y Desastres de la Universidad de Kioto.

La construcción de confianza es particularmente urgente en el contexto emergente del cambio climático, enfatiza Shaw, debido a que los agricultores no pueden darse cuenta de los cambios drásticos y abruptos del clima.

"El desafío más grande es la validación de conocimientos: [conocimiento] científico para las comunidades locales y [conocimiento] local para las comunidades científicas", puntualiza Mercer, un proceso que puede ser "extremadamente lento".

Cattle deaths caused by drought

Las regiones enfrentan riesgos comunes, como las sequías.

Flickr/CIAT Neil Palmer

Hay, sin embargo, un creciente número de personas tomándose el tiempo para hacerlo.

Shane Cronin, profesor y director de Soluciones a Riesgos Volcánicos, un centro de investigación de la Universidad Massey en Nueva Zelanda, ilustra su trabajo con las comunidades en Ambae, una isla con un volcán activo en Vanuatu, país del Pacífico.

Cronin describe un malentendido entre los lugareños y los científicos. En respuesta a una amenaza de erupción en 1995, las autoridades francesas enviaron pequeños barcos de guerra para evacuar a los pobladores de Ambae. Pero las señales tradicionales de alerta cambios en el color del lago Vui, migración de pájaros hacia el exterior, aparición de hormigas en la superficie y colonización de la vegetación, así como otros comportamientos inusuales de los animales— no eran evidentes. El aspecto extraño —y para ellos injustificado— de los barcos solo asustó a la población local, que dejó sus hogares y huyó cuesta arriba: "todo el mundo estaba realmente molesto con el incidente después", recuerda Cronin.  

El científico inició un diálogo en la lengua local, bislama, mediante una serie de talleres realizados en dos comunidades. Los participantes crearon historias del pueblo, mapas de peligro volcánico y los plazos de respuesta al desastre incorporando la información científica con las creencias culturales. Entre otros ejercicios, hicieron coincidir los tiempos de erupciones locales a años exactos basándose en datación por radiocarbono. Las interacciones permitieron que "las personas vieran que los científicos no eran personas con las que siempre se iba a estar en desacuerdo, y que de hecho, ellos podían aprender muchas cosas de los científicos y también enseñarles otras cosas".

Después de 90 años de silencio, el volcán Ambae finalmente hizo erupción en noviembre de 2005. Para entonces, las relaciones entre los científicos y los funcionarios se habían recuperado, de modo que cuando los niveles de riesgo ascendieron a ‘rojo’, las comunidades coordinaron la evacuación de un tercio de la población de la isla durante un mes. La concientización planteada por la erupción ha llevado a las comunidades a solicitar la instalación de una estación de monitoreo permanente.

Compartir conocimiento, forjar acuerdos

Este y otros ejemplos muestran los beneficios de un enfoque interdisciplinario. Sin embargo a Mercer le preocupa que los esfuerzos solamente tengan lugar sobre una base ad hoc, sin conexión alguna.

Indica que aunque países como Papúa Nueva Guinea reconocen cada vez más y destacan la importancia de integrar el conocimiento indígena en la gestión de desastres, no llegan realmente a aplicarla: "el ‘cómo’ no se incluye", subraya.

Debido a que muchas regiones confrontan riesgos comunes —sequías, inundaciones y huracanes por ejemploella propone que los países desarrollen políticas compartidas o marcos sobre cómo combinar las dos bases de conocimientos en la práctica.

Cronin cree que las organizaciones internacionales que trabajan en gestión de desastres ya han comenzado a internalizar esta nueva forma de trabajo. Ello, según él, se refleja en el cambio general, durante la pasada década, del trabajo orientado a los planes de socorro hacia la "prevención, reducción y mitigación del riesgo, donde la gente se enfoca en las necesidades de la comunidad". Las funciones que solían ser ocupadas por ex militares o ex personal de los servicios de emergencia ahora están siendo exclusivas de geógrafos, científicos sociales y físicos.

Shaw dice haber notado un creciente interés sobre el conocimiento indígena en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Asesora actualmente a la organización en un proyecto de tres años, financiado por el gobierno de Japón en Indonesia, Filipinas y Timor Leste que aspira, entre otras cosas, a integrar el conocimiento indígena y el científico en la reducción del riesgo de desastres y las prácticas de adaptación al cambio climático.

No obstante, añade: "No diría que estamos trabajando bien en el área del conocimiento indígena. Todavía hay mucho trabajo por hacer".

La antropóloga ambiental Lisa Hiwasaki concuerda. Especialista del programa para las Islas Pequeñas y el Conocimiento Indígena de la oficina de la UNESCO en Yakarta, Hiwasaki dice que mucha gente está de acuerdo sobre la importancia de incorporar el conocimiento local e indígena en la educación contra desastres, pero en la práctica se ha hecho muy poco.

"El número de organizaciones internacionales que incorporan [dicho conocimiento] en su trabajo es muy, muy limitado", puntualiza. Hiwasaki lo atribuye a la escasez de tres temas cruciales: buenos ejemplos, metodologías y tiempo.

"La preparación de desastres es un proceso prolongado que requiere un compromiso a largo plazo, por lo que con frecuencia es eclipsado por ‘temas más urgentes’", asegura.

Pero cuando un desastre ocurre, no hay nada más urgente.

Este artículo es parte del especial http://www.scidev.net/es/spotlights/ sobre Mejorar alerta temprana de desastres