12/05/11

Éxito en los premios de desarrollo radica en su diseño

La Fundación Gates y el gobierno de EEUU premiaron al primer servicio de transacciones monetarias por celular en Haití Crédito de la imagen: Flickr/USAID_IMAGES

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Los premios a la innovación deben asignarse con cuidado para garantizar que los verdaderos ganadores sean los pobres en países en desarrollo. 

Muchos famosos galardones, tales como el Premio Nobel, premian logros pasados en varios ámbitos científicos. Algunos de ellos —por ejemplo, el Premio Hideyo Noguchi África, el Premio Ramanujan y el Premio de Ciencia de Trieste— reconocen específicamente las realizaciones de científicos de países en desarrollo. 

Los premios también se pueden crear para incentivar la innovación. Algunos donantes, gobiernos y fundaciones apuestan a que estos llamados premios de incentivo puedan promover la innovación sostenible en los países en desarrollo. 

Pero la estrategia debería enfocarse con precaución, para asegurar que las tecnologías premiadas realmente mejoren la vida de los pobres. 

Incentivar la innovación 

Los premios de incentivo se están volviendo más comunes. Un estudio mundial de la empresa de consultoría en gestión McKinsey & Company que analizó 219 premios a soluciones de problemas sociales otorgados en los pasados 35 años, demostró que éstos concentraban el 78 por ciento del dinero en nuevos premios [1].
 
La historia muestra el efecto transformador de la innovación impulsada por los premios. En 1925 el empresario Raymond Orteig ofreció US$25.000 a la primera persona que cruzara el Océano Atlántico volando. Con el afamado triunfo de Charles Lindbergh, a la competencia se le atribuye haber dado origen a la industria de la aviación moderna. 

Del mismo modo, la Fundación Premio X creó el Premio Ansari X para el primer equipo que enviase a tres personas al espacio dos veces en dos semanas, ofreciendo un monto de US$10 millones. 

Los donantes ahora están usando los premios para impulsar innovaciones que beneficiarán específicamente a países en desarrollo. Por ejemplo, la Fundación Premio X ha creado competencias para la creación de hornos eficientes y de combustión limpia, métodos rápidos y baratos para diagnosticar la tuberculosis, y formas de aumentar el nivel de micronutrientes en la dieta. 

La Fundación Bill y Melinda Gates y el gobierno de los Estados Unidos también apoyan premios para el desarrollo. Para ayudar a la recuperación de Haití tras el terremoto de 2010, crearon un premio de US$10 millones para la primera empresa que creara un sistema de transferencia de dinero a través de teléfonos celulares

Beneficios y riesgos 

Los premios tienen la ventaja de invitar a hacer innovaciones radicales, dijeron Robynn Sturm, de la Oficina de Políticas en Ciencia y Tecnología de los Estados Unidos, y Jaykumar Menon, de la Fundación Premio X, en la reunión anual de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia en febrero de 2011. 

Los donantes suelen estimular la innovación a través de subvenciones competitivas, pero esto favorece a postulantes que emplean enfoques probados e invita a progresos graduales, tales como adaptaciones a tecnologías actuales. 

Las competencias por un premio, en contraste, estimulan un pensamiento poco convencional. Estas especifican sólo el resultado final, no el enfoque que se debe emplear y “atraen a grupos diversos de expertos, profesionales y legos —independiente de las credenciales formales— para intentar resolver los problemas difíciles”, según el estudio de McKinsey. 

Debido a que los donantes sólo pagan por los resultados, los premios son económicamente eficientes: una irresistible motivación para los gobiernos en el actual clima económico. 

Y los premios a menudo apalancan inversiones significativas en nuevas ideas. El Premio Ansari X generó inversiones de al menos US$100 millones, diez veces el monto del premio. Si los donantes dieran un subsidio o contrato a una empresa equivalente al monto del premio, podrían no crear una nueva inversión adicional. 

Un inconveniente de usar premios para innovar en desarrollo es que los participantes deben encontrar sus propios fondos para desarrollar tecnologías potencialmente ganadoras, y esto podría dejar fuera a los innovadores más pobres. 

Y la propia naturaleza de estas competencias podría inhibir el desarrollo. Los premios se entregan en un momento en el tiempo y apuntan a desafíos técnicos específicos, una estrategia que podría ser incapaz de formar capacidad de innovación en el largo plazo. 

Además, el inventor suele retener los derechos de propiedad intelectual de una tecnología premiada, lo que obstaculiza la distribución a personas en países pobres y por tanto no mejora sus posibilidades. 

Diseños ganadores 

Si se diseña el premio de una manera cuidadosa y creativa, los donantes pueden atender algunos de estos aspectos. Por ejemplo, los premios pueden reconocer a innovadores en varios hitos del proceso. Esto crea un mercado de competencia y premia el uso de una tecnología, no sólo su creación. 

El premio de telefonía celular de Haití fue entregado de esa forma. Digicel, el primer operador en desarrollar un sistema de transferencia de dinero para teléfonos móviles, recibió US$2,5 millones, la cuarta parte de la totalidad del premio. La próxima empresa que desarrolle un sistema similar recibirá US$1,5 millón, mientras que los US$6 millones restantes se dividirán entre ambas empresas según su participación proporcional en las primeras cinco millones de transferencias. 

Los premios también pueden especificar reglas que conduzcan al desarrollo. Un donante podría elegir medir el éxito en términos de la distribución de una tecnología o de su beneficio económico para los agricultores, dice William Masters, un economista agrícola de la Universidad de Purdue [2]. 

Thomas Kalil de la Universidad de California en Berkeley, recomienda que se obligue a conceder la licencia de propiedad intelectual de una tecnología premiada a un socio en el sector público de un país pobre [3]. 

Pero incluso con hitos, indicadores y reglas, es difícil asegurar que los premios creen innovaciones con canales de producción y distribución sostenibles. Los premios pueden ser una útil herramienta política, pero no son una panacea para la innovación sostenible y deberían utilizarse sabiamente. 

Finalmente, el éxito debe medirse en términos de mejoría en la subsistencia. De lo contrario, los innovadores pueden ganar premios, pero los pobres saldrán perdiendo. 

Matthew Harsh es un postdoctorado adjunto del Consorcio para la Ciencia, Política y Resultados y el Centro para la Nanotecnología en la Sociedad de la Universidad Estatal de Arizona, Estados Unidos.

References

[1] McKinsey & Company (2009) http://www.mckinsey.com/app_media/reports/sso/and_the_winner_is.pdf [3,53MB]
[2] AgBioForum 6(1&2), 71–74 (2003)
http://www.agbioforum.org/v6n12/v6n12a14-masters.htm
[3] The Hamilton Project (2006) http://www.brookings.edu/views/papers/200612kalil_pb.pdf [2,74kB]