13/08/14

Radar Latinoamericano: Subversión en enseñanza de ciencias

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Computadoras para escolares del Plan Ceibal en Uruguay Crédito de la imagen: Presidencia de Uruguay

De un vistazo

  • Pese al aumento del gasto en educación, América Latina no mejora sus niveles
  • Invertir en “investigación pedagógica” se plantea como una opción innovadora
  • Considerar la enseñanza de ciencias en contextos interculturales podría ser un elemento catalizador

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A José “Pepe” Mujica, el nada ortodoxo presidente de Uruguay, se le atribuye una florida colección de frases célebres. No siempre es fácil verificar su autenticidad, pero para el caso de la que sigue vale aplicar el alegato maquiavélico de que no es necesario dejar que la realidad abolle la belleza de la idea: “Vamos a invertir primero en educación, segundo en educación y tercero en educación”, se dice que dijo Mujica cuando aún andaba en campaña electoral.

¿Quién podría oponerse? Salvo en rincones del planeta en que se ejerce el oscurantismo militante, la educación siempre aparece, más pronto que tarde, en los discursos políticos.

En Santo Domigo se la relaciona con mayor competitividad y en Haití se le consideró un factor condicionante de la reconstrucción luego del terremoto de 2010.

Y si bien los discursos políticos —palabras al fin— son baratos, en algunos casos parece haberse transitado de las palabras a los hechos.
México ha desarrollado un programa de ciencia para niños y adolescentes que resultó atractivo para otros países latinoamericanos, mientras que en Brasil el número de grupos dedicados a la investigación sobre enseñanza de las ciencias experimentó un crecimiento espectacular.

Tristemente, nada de lo anterior ayuda a entender por qué persiste el bajísimo nivel de enseñanza de ciencias en América Latina, cuantificado (en la medida en que tal cosa es posible) por pruebas internacionales, como PISA, o equivalentes locales, o bien por indicadores como la baja matrícula en carreras científicas (incluyendo ingenierías).

El asunto no es trivial. En un número especial sobre el impacto de la inequidad social en la economía, la revista The Economist advertía que, desde que terminó la recesión de 2008 en Estados Unidos, “más del 90% de todas las ganancias han ido al 1% más rico” de la población. “Una gran razón”, explica The Economist, “particularmente para la mitad inferior, es la educación, o más bien la deficiencia en educación”.

Acaso la clave del asunto radique en cómo se interpreta la noción de “deficiencia en educación”. La respuesta por reflejo, en términos de políticas públicas, parece consistir en aumentar el gasto en educación. Todo político que lo haga (o lo prometa, al menos) se verá bien. La terquedad de los resultados, empero, invita a ensayar interpretaciones alternativas, innovadoras, que ensanchen, sin disminuirla, la táctica de invertir —que no es sinónimo de gastar— más en educación.
 

Ciencia de la enseñanza para enseñar ciencia

Una buena idea la da una fuente tal vez algo inesperada: Alejandro Frank, un físico nuclear de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “A la educación no se le ha dado el carácter de tema de investigación científica”, dijo Frank a la radio pública en 2013, insinuando con ello una vía genuinamente innovadora para atacar el problema de la deficiencia en enseñanza de las ciencias en América Latina: invertir también en investigación en pedagogía.

Frank es uno de los campeones de PAUTA, “Programa Adopte Un Talento”, de México, cuya idea central está insinuada desde el nombre: identificar niños con especial talento para las ciencias y propiciar que sean “adoptados” por el programa para optimizar su aprendizaje.

Pero interesa resaltar la porción pedagógica de PAUTA. A partir de la premisa de que el sistema educativo es incapaz de transformarse por sí mismo, PAUTA se constituye en “puente” entre los niños y los investigadores científicos interesados en impulsar un modelo mejor de enseñar ciencias. Y Frank traza el semblante pedagógico de ese modelo: “Es urgente incorporar el pensamiento abstracto y la visión racional del mundo”.

“¿No es frescamente subversiva la noción de basar la enseñanza escolar de ciencias en el pilar del pensamiento científico: el análisis crítico de la evidencia sistemática?”

Javier Cruz

Esa aspiración toca tersamente a una línea fértil de investigación, originada hace medio siglo en la Universidad McMaster, en Canadá: “El aprendizaje basado en problemas (ABP) es una técnica didáctica que busca promover el pensamiento crítico”, explican quienes la aplican en México[i].

María Trigueros, del Instituto Tecnológico Autónomo de México, es una de ellas, y me explicó así su idea central: “Lo más importante en la enseñanza de las ciencias es la capacidad de análisis (es decir, la habilidad para examinar ideas así como identificar y segmentar argumentos) y de pensamiento crítico (capacidad de evaluar resultados con base en la evidencia sistemática disponible)”.

Visto que el statu quo en América Latina parece ser memorizar y regurgitar lo memorizado, ¿no es frescamente subversiva la noción de basar la enseñanza escolar de ciencias en el pilar del pensamiento científico: el análisis crítico de la evidencia sistemática?

Aún si se aceptara esta premisa, el cambio no es ni trivial ni veloz. Típicamente, la investigación requiere más investigación antes de alcanzar la tierra prometida de la aplicación. Pueden documentarse las bondades pedagógicas de programas como PAUTA y técnicas como ABP, pero la innovación en esquemas de evaluación masiva de estudiantes, y la investigación consecuente sobre su eficacia, está aún en pañales.

Hay, además, una característica de las sociedades latinoamericanas frecuentemente ignorada cuando se reflexiona sobre enseñanza de las ciencias: la interculturalidad.

Luz Lazos, doctora en filosofia de la ciencia y académica de la UNAM, me explicó su pertinencia en este tema: “En la educación estandarizada se piensa sólo en una cultura, la llamada dominante. En una educación intercultural conviven diversas culturas mediante interacciones positivas, enriqueciendo a cada una”.

La “cultura dominante”, en el contexto latinoamericano, tiende a ser mestiza y eurocentrista, proficiente sólo en español e inglés (cuando es el caso), pero no en lenguas indígenas. ¿No tiene sentido explorar innovaciones pedagógicas para la enseñanza de ciencias en contextos interculturales?

Un catalizador de la innovación suele ser la cooperación internacional en investigación. El desplante de campaña de José Mujica pudo haber impulsado proyectos regionales de investigación pedagógica sobre enseñanza de ciencias en contextos latinoamericanos. Hernán Sorhuet, periodista ambiental radicado en Montevideo, me ubicó brutalmente en la realidad: “Que yo sepa, en estos años no hemos logrado ninguna alianza regional digna de mencionarse en materia educativa”, me escribió.

Puede ser que la innovación más subversiva sea justo esa: la cooperación latinoamericana para la inclusión del pensamiento científico en la enseñanza.
 


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Desde este mes, Javier Crúz será la columnista a cargo del Radar Latinoamericano, espacio que hasta julio pasado escribía María Elena Hurtado. Con la rotación de autores buscamos entregar perspectivas diversas y nuevos enfoques a este Blog de Analistas.

 
Javier Cruz es físico de la Universidad Nacional Auntónoma de Mexico (UNAM), ejerce el periodismo de ciencia desde hace 21 años en diarios y revistas, radio y TV. Es académico de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM.
 
 
 

References

 

[i] Olivares, Silvia y Heredia, Yolanda (2012), “Desarrollo del pensamiento crítico en ambientes de aprendizaje basado en problemas”, Revista Mexicana de Investigación Educativa17 (54), p. 759