Por: Zadie Neufville
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Investigadores de la Universidad de Lancaster, Reino Unido, hallaron nanopartículas tóxicas similares a las que se asocian con el Alzheimer que provienen de la contaminación atmosférica industrial y entran al cerebro al ser inhaladas.
Este origen sugiere que la contaminación atmosférica puede ser un factor de riesgo ambiental para las enfermedades neurodegenerativas.
Trazas de magnetita, un mineral de óxido de hierro y un contaminante del aire muy común, están naturalmente en el cerebro, derivadas del hierro usado en la función cerebral.
Ahora, según el estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) el 5 de septiembre, investigadores analizaron muestras de cerebro y examinaron el tamaño y forma de las partículas de magnetita para determinar su origen.
Al analizar tejidos cerebrales de 37 personas de entre 3 y 92 años, originarias de Manchester, Inglaterra, y de Ciudad de México, los investigadores observaron que la mayoría de las partículas eran pequeñas y tenían forma esférica, mientras que las de la magnetita biológica eran cristales angulares un poco más grandes.
La forma redonda revela el origen de las partículas, “porque se formaron como gotitas fundidas de material de fuentes de combustión, como escapes de automóviles, procesos industriales, chimeneas”, dijo a SciDev.Net Barbara Maher, autora principal del estudio.
En el estudio, los expertos también detectaron otros metales como platino, cobalto y níquel, y debido a que ninguno se produce naturalmente en el cerebro, su presencia sugiere que podrían provenir del escape de vehículos.
“Los científicos siempre han creído que la magnetita se formaba en el cuerpo. La sorpresa es encontrar que también puede entrar al cerebro por inhalación”, dijo.
Según la Organización Mundial de Salud (OMS), la contaminación del aire mata a 1,3 millones de personas en el mundo cada año.
Denise Eldemire-Shearer, profesora de la Universidad de las Indias Occidentales, dijo que el estudio plantea la necesidad de más investigación debido al “envejecimiento de la población, la creciente importancia de la investigación sobre la demencia, su consiguiente costo y los posibles costos sociales asociados”.
“Estamos a la espera de un estudio más amplio”, dijo y señaló que la cantidad de individuos que participaron en el estudio era pequeña.
> Enlace al resumen del artículo en PNAS