25/02/21

COVID-19: las vanas promesas de la vacunación global

reportaje vacunas
Campaña de vacunación para COVID en Santiago, Chile. Crédito de la imagen: Municipalidad de Santiago/Flickr, bajo licencia Creative Commons 2.0

De un vistazo

  • Tres cuartas partes de las dosis aplicadas para COVID-19 se ha producido en sólo diez países
  • Las limitaciones de infraestructura y la sobreestimación de la capacidad son algunas de las causas
  • Para conseguir acceso igualitario a vacunas, cooperación internacional es clave según especialistas

Enviar a un amigo

Los detalles proporcionados en esta página no serán usados para enviar correo electrónico no solicitado y no se venderán a terceros. Ver política de privacidad.

Promesas vacías, retrasos, problemas de infraestructura y arbitrariedades son algunos de los desafíos que enfrentan los países en desarrollo de escasos recursos para la adquisición, distribución y administración de vacunas contra la COVID 19, lo cual plantea consecuencias de largo alcance que podrían dificultar el control de la enfermedad.

Una declaración conjunta (10 de febrero) de la directora ejecutiva del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Henrietta Fore, y del director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, puso al descubierto la disparidad mundial de la vacuna COVID-19.

Mientras que diez países habían acaparado el 75 por ciento de las 128 millones de dosis administradas hasta ese día, “casi 130 países, con 2.500 millones de personas, aún no han administrado ni una sola dosis”, decía el comunicado.

Estas diferencias no son coincidencia. Los diez países que han adquirido el mayor número de dosis hasta ahora son países desarrollados que representan el 60 por ciento del producto interior bruto mundial, de acuerdo con la OMS.

Estos países, según la plataforma de investigación y análisis de datos globales Our World in Data, son Estados Unidos, Canadá, China, Reino Unido, Israel, Emiratos Árabes Unidos, Italia, Rusia, Alemania y España. Canadá ha adquirido suficientes dosis para vacunar a cada ciudadano cinco veces.

En contraste, la mayoría de los países en los que no se han administrado dosis de vacunas también registran los mayores niveles de pobreza y se encuentran principalmente en África subsahariana, América Latina y el sudeste asiático.

Los especialistas en salud advierten que la disparidad para el acceso a las vacunas en el mundo en desarrollo podría poner en peligro los avances contra el SARS-CoV-2 que se logren en el Norte global, aun si los países ricos lograran inmunizar a sus poblaciones para 2022.

“El acceso fragmentado y preferente a la vacuna COVID-19 sugiere que la vida humana no es la misma en todo el mundo”, afirmó Joachim Osur, director técnico de Amref Health Africa y decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Internacional Amref de Nairobi, Kenia.

“Se reduce a una cuestión moral y ética, más que médica o económica, ya que el nacionalismo de las vacunas parece anular la equidad a nivel mundial”, dijo a SciDev.Net.

Osur sostiene que podría ser contraproducente para los países desarrollados pasar por alto la inaccesibilidad a las vacunas en los países pobres.

“Vivimos en una aldea global y al ignorar la interconexión de la humanidad los gobiernos están, en última instancia, prestando un flaco servicio a su propia gente, a la que pretenden proteger”, enfatizó Osur.

Para hacer frente a estos retos, la OMS y sus socios crearon la iniciativa COVAX, una alianza mundial para acelerar el desarrollo de las vacunas COVID-19 y garantizar un acceso justo y equitativo para todos los países del mundo. COVAX pretende asegurar las dosis para al menos el 20 por ciento de las poblaciones de más de 180 países.

Esta semana han llegado a África las primeras dosis de vacuna COVID de esta iniciativa, una buena noticia largamente esperada para esta región. A pesar de ello, varios especialistas afirman que COVAX tendrá un impacto limitado si no se incentiva la cooperación internacional para equilibrar el acceso a las vacunas.

En la Cumbre de Líderes del G7 (19 de febrero), los gobiernos anunciaron que duplicarían la financiación de COVAX, incluyendo aproximadamente US$ 1.200 millones de Alemania y unos US$600 millones por parte de la Unión Europea, además de US$ 2.000 millones de Estados Unidos para 2021.

“Una campaña de vacunación mundial es el único camino para salir de la pandemia”, dijo el ministro alemán de Cooperación Económica y Desarrollo, Gerd Müller.

“No debe fracasar por falta de financiación. Tanto por razones humanitarias como por nuestro propio interés. Porque no bastará con controlar la propagación de la enfermedad sólo dentro de Europa. De lo contrario, volverá, y posiblemente de forma aún más peligrosa”, agregó.

Desde el punto de vista de los países en desarrollo, estas y otras promesas de vacunas por parte del Reino Unido y Francia son noticias positivas, dijo Agathe Demarais, directora de previsiones globales de la Unidad de Inteligencia de The Economist.

Pero “probablemente representarán sólo una gota en el océano. La mayoría de los países pobres dependerán de COVAX para acceder a las vacunas contra el coronavirus, sin embargo, hasta ahora el programa ha resultado decepcionante”, añadió.

Grandes expectativas, pocos resultados

Covax no es el único terreno de juego en el que participan los países de ingresos bajos y medios: algunos han negociado directamente con las propias compañías farmacéuticas y otros han sido los beneficiarios de la diplomacia de las vacunas china y rusa.

Pero está claro que, salvo algunas excepciones, y sin importar si es por compra directa o por intermediarios internacionales, los países en desarrollo se han quedado atrás en la adquisición, distribución y administración de las vacunas COVID-19.

En Egipto, la ministra de Salud anunció en TV que la vacunación comenzaría el 1 de enero tras recibir 50.000 dosis de AstraZeneca. Pero hasta ahora no se ha asignado ni una sola dosis al público y hasta el 29 de enero sólo se había administrado 1.300 dosis a algunos equipos médicos. El último anuncio de las autoridades fue que el despliegue comenzaría en marzo.

En Argentina, el presidente Alberto Fernández prometió públicamente que serían vacunadas diez millones de personas para febrero. Sin embargo, hasta el 17 de febrero sólo se habían distribuido 633.975 dosis, y menos de 392.000 personas habían recibido las dos dosis necesarias.

En Kenia, el programa nacional de inmunización contra la COVID-19 se ha aplazado varias veces desde diciembre. El 12 de febrero el gobierno anunció que distribuiría la vacuna de AstraZeneca a mediados de ese mes a través de la iniciativa COVAX, pero un documento confidencial del gobierno que fue filtrado y circula en los medios de comunicación locales indica que Kenia tendría que esperar hasta el segundo trimestre de 2022 para recibir sus primeras dosis.

En el sudeste asiático ha surgido un patrón similar. Con excepción de Indonesia e India, la región aún no ha comenzado a vacunar a su población. Camboya, Laos, Myanmar y Filipinas son los países más rezagados de la región, ya que no cuentan con calendarios claros sobre cuándo comenzarán los programas de inmunización.

Los retrasos en la llegada o distribución de las vacunas son sólo una parte del problema. Muchos países ya se han enfrentado al reto de recibir muchas menos dosis de las que necesitan.

Este es el caso de Mali, donde el gobierno anunció el 21 de enero que había hecho un pedido de 8,4 millones de dosis de vacunas (además de 1,5 millones de dosis de la iniciativa COVAX), pero que las primeras entregas no llegarían hasta finales de marzo.

Según las autoridades de ese país, la cantidad prometida permitirá vacunar a 4,2 millones de personas con dos dosis cada una, apenas el 20 por ciento de los 20 millones de habitantes del país.

Esta es la tendencia general en toda África. En el África subsahariana francófona, la República Democrática del Congo es el caso más extremo, con siete millones de dosis para una población de unos 84 millones de habitantes. Camerún y Costa de Marfil, con una población conjunta de unos 25 millones, recibirán dos millones de dosis.

“Estamos viendo esto en muchos países: la incertidumbre de recibir constantemente mensajes contradictorios o, por ejemplo, cantidades de dosis que se prometen y que al final no llegan”, aseguró a SciDev.Net Cristian Castillo, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), España.

“Parte de esa incertidumbre la provocan las empresas farmacéuticas, que aún no han llegado a compromisos firmes y reales sobre las cantidades que podrán producir”.

El 4 de febrero, Matshidiso Moeti, directora regional de la OMS para África, anunció que la distribución gratuita de vacunas a través de COVAX comenzaría en febrero con 90 millones de dosis, suficientes para inmunizar sólo al 3 por ciento de la población africana. El objetivo de vacunar al 20 por ciento de los ciudadanos africanos será posible a finales de 2021.

Para algunos especialistas, las limitaciones de la iniciativa COVAX deberían hacer que los países en desarrollo se pregunten si las vacunas COVID-19 están entre sus verdaderas prioridades.

Léopold Gustave Lehman, inmunoparasitólogo de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Douala (Camerún), afirma que la vacuna COVID-19 no es ahora la prioridad de los países del África subsahariana.

“Nuestras prioridades serían destinar el dinero asignado para la compra de esta vacuna a la lucha contra la malaria y otras enfermedades infecciosas. Porque la prevención de estas enfermedades es una preocupación que requiere más atención”, dijo.

Cóctel de desafíos

Hay una serie de factores que han impedido el acceso a las vacunas en los países en desarrollo. Un análisis sin revisión por pares (10 de febrero), realizado por la Red Argentina de Investigadoras e Investigadores en Salud (RAIIS), describe que en América Latina estos factores incluyen sistemas de salud saturados que están al borde del colapso, como en Colombia y Perú.

Para Belén Herrero, investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) de Buenos Aires y autora principal del análisis, las falsas promesas surgen cuando los países sobrestiman sus posibilidades de obtener las vacunas y se niegan a admitir sus limitados recursos y capacidad de negociación.

Cristian Castillo afirma que las dificultades logísticas se dividen en tres categorías: condiciones ambientales de las vacunas, infraestructura de transporte y seguridad.

Por ejemplo, las vacunas de ARNm, como las desarrolladas por Pfizer/BioNTech y Moderna, deben ser transportadas y almacenadas a temperaturas inferiores al punto de congelación. Este requisito “multiplica hasta cinco veces el coste del transporte en comparación con los congeladores convencionales”, por lo que es de esperar que sólo “los países con un fuerte potencial económico” puedan permitirse estas vacunas, dijo.

Y aunque estas vacunas podrían adaptarse a temperaturas más altas y hay otras que pueden almacenarse en condiciones menos exigentes, entre dos y ocho grados centígrados, muchos países en desarrollo carecen de la infraestructura necesaria para mantener la cadena de frío.

Entrega de vacunas COVID-19 en Moquega, Perú, escoltada por el ejército. Crédito de la imagen: Contraloría Perú/Flickr, bajo licencia Creative Commons 2.0

Por eso el transporte es importante. Castillo señala que en África el transporte aéreo de mercancías es casi inexistente, lo que impide la rápida entrega de vacunas a zonas remotas.

Además, las tasas aeroportuarias africanas son de las más altas del mundo.

En tierra aparecen retos similares. “Nos encontramos con carreteras difíciles de asfaltar y otras que, aun estándolo, carecen del mantenimiento necesario para facilitar su circulación. Esto es un reto que dificulta aún más el que las vacunas lleguen a tiempo a los diferentes puntos de uso”, subrayó Castillo.

Conflictos y corrupción

En cuanto a la seguridad, Castillo señaló que los envíos de vacunas pueden convertirse en un claro objetivo para el crimen organizado y los funcionarios corruptos, por lo que debe desplegarse una red de seguridad que garantice que las vacunas llegarán a su destino.

Las condiciones de acceso a las vacunas son especialmente difíciles para los países en conflicto, como Siria, Yemen y Libia, donde los hospitales y los sistemas sanitarios están en crisis.

Dado que estos países no pueden disponer de los recursos necesarios para entablar negociaciones directas con las empresas farmacéuticas, dependen totalmente de lo que les proporcione el proyecto COVAX.

“La filosofía por la que se creó el dispositivo COVAX es proporcionar ayuda a los países más necesitados, y por supuesto los países en conflicto son los primeros”, dijo Ahmed Al-Mandhari, director regional de la OMS para el Mediterráneo Oriental.

Para Tammam Aloudat, director médico adjunto de Médicos Sin Fronteras, es importante mantener esa promesa. Recordó a SciDev.Net que las zonas de conflicto son clave para contener la pandemia. Si se descuidan, serán una fuente de nuevas olas de infección, tanto en sus regiones como en todo el mundo.

El último toque en el cóctel de desafíos para el mundo en desarrollo es su vulnerabilidad política y el negacionismo de la pandemia.

En Perú, cerca de 500 personas, entre ellas el ex presidente Martín Vizcarra, así como otros altos cargos políticos y miembros de sus familias, fueron vacunados en secreto con un lote de 3.200 dosis que Sinopharm envió adicionalmente a las previstas oficialmente para ser utilizadas en un ensayo clínico de la Universidad Cayetano Heredia.

En Argentina, el ex ministro de Sanidad que estaba a cargo de la estrategia COVID-19 del país, Ginés González, también dimitió después de que se revelara que autorizó vacunas para políticos, periodistas y empresarios que no estaban en los grupos prioritarios.

Además de los casos de corrupción, el negacionismo por parte de los gobiernos puede ser una desventaja. En países donde los líderes políticos minimizaron o negaron la magnitud de la pandemia, como Brasil y Tanzania, también hay bajas tasas de vacunación.

“Esos países, que casualmente son países en desarrollo, cuyos políticos no han sido muy favorables a reconocer públicamente el problema [de la pandemia] también contribuyen a la dificultad en la distribución [de la vacuna]”, precisó Castillo.

“Si finalmente se logra un proceso de distribución con ayuda financiera mundial, pero una vez que tenemos las dosis no hay participación de la población, va a ser un sinsentido. Y aquí es donde la política juega un papel fundamental para enviar el mensaje correcto sobre la importancia de vacunarse”, refirió.

Colaboración mundial: ¿La verdadera solución?

Ante el escenario global en el que, por un lado, algunos países ricos están acaparando vacunas y, por otro lado, los países más pobres esperan para tener acceso a ellas, los líderes y organizaciones sanitarias mundiales, incluida la OMS, han lanzado duras críticas.

“Insto a los países que han contratado más vacunas de las que van a necesitar, y que están controlando el suministro mundial, a que también las donen y las entreguen inmediatamente a COVAX, que ya está preparada para un rápido despliegue”, dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus en una conferencia de prensa en enero.

Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS, en una conferencia sobre Afganistán 2020. Crédito: Jess Hoffman/UN Geneva/Flickr, bajo licencia Creative Commons 2.0

Otras voces similares han instado a la colaboración regional para crear un acceso equitativo a las vacunas.

Para la investigadora argentina Belén Herrero, en esta crisis sanitaria la cooperación y la integración regional son elementos clave para mejorar la capacidad de los países complementando acciones, sin duplicar esfuerzos.

“Estas acciones podrían haber contribuido, por ejemplo, a reforzar la cooperación transfronteriza; se podrían organizar vuelos que transporten equipos y vacunas, las negociaciones conjuntas facilitarían las compras y adquisiciones con los productores de vacunas, todo ello reforzando las capacidades regionales”, señala.

Cristian Castillo coincide: “Sería inútil que los llamados ‘países del primer mundo’ se preocuparan por vacunar a su propia población y se olvidaran de estos países en desarrollo. No tendría ningún sentido… tenemos que colaborar con estos países”.

Aunque indica que el mecanismo COVAX fue una iniciativa importante para ayudar a los países de menores ingresos a acceder a las vacunas COVID-19, Joachim Osur, de Kenia, dice que depende más de la buena voluntad de los países ricos que de mecanismos legales y contractuales sustanciales.

“Y ahí es donde encontramos un problema”, comentó a SciDev.Net.

“¿Debe el Reino Unido, por ejemplo, aceptar que las vacunas fabricadas en su propio territorio sean transportadas a otros países mientras sus propios ciudadanos las necesitan?”, se preguntó.

“Y si EE.UU. tiene suficiente dinero para comprar vacunas para sus ciudadanos que mueren a diario, ¿debería ir más despacio para que África, donde la pandemia es más prolongada, también pueda recibir algunas dosis?”.

Reforzar los sistemas sanitarios

África debió haber sido más proactiva a la hora de conseguir las vacunas contra el COVID-19, afirma Peter Ofware, director para Kenia de la organización de salud y derechos humanos Health Right International.

“Desde mi punto de vista, África perdió el terreno de las vacunas desde el momento en que se dejó someter a la caridad”, afirma.

Según Ofware, la colaboración es realmente necesaria, pero debe centrarse en el fortalecimiento de las capacidades de desarrollo político y tecnológico de los países más pobres.

“El continente [África] debería haber forjado acuerdos de colaboración con las empresas farmacéuticas desde el principio para que algunas de las vacunas pudieran fabricarse, de forma barata, a nivel local, para que pudieran tener un acceso fácil, como lo que está ocurriendo en India”, expresa.

Cuba, según Herrero, es otro ejemplo de país que ha desarrollado la independencia y la sostenibilidad de las vacunas.

“El progreso de Cuba en el desarrollo de sus propias vacunas muestra la importancia de apoyar la investigación científica, promover el desarrollo tecnológico, fortalecer e invertir en los sistemas de salud, en pos de sistemas de salud soberanos y el derecho de la población a la salud”, escribió Herrero en su análisis.

Así, mientras el mundo se enfrenta a casi 1,5 millones de muertes por el COVID-19, es en los países donde hay mayores estragos donde parece fortalecerse una perspectiva: que el desarrollo científico y tecnológico debe estar en el centro de los debates para contribuir a paliar las emergencias globales del futuro.