21/11/18

Nuevas esperanzas de hallar vacuna contra leishmaniasis

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Científicos estudian genoma de parásito de la leishmaniasis y descubren nuevas mutaciones (imagen captada con microscopio electrónico). Crédito de la imagen: Cortesía de Alessandra Orfanó para SciDev.Net.

De un vistazo

  • Mutaciones de parásito transmisor determinarían que éste cause leishmaniasis cutánea o visceral
  • Hallazgos ayudarán a desarrollar drogas y vacuna viva atenuada contra las leishmaniasis
  • Pero identificar interacción entre el parásito y el sistema inmunológico sigue siendo el gran desafío

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[RIO DE JANEIRO] El secuenciamiento del genoma del parásito Leishmania donovani ha permitido identificar mutaciones que podrían ser la clave para desvelar la capacidad de este microorganismo de causar indistintamente leishmaniasis cutánea o visceral, una enfermedad endémica en muchos países en desarrollo. Constituye, igualmente, un paso importante para el desarrollo de mejores estrategias de tratamiento o, incluso, vacunas.

La ciencia todavía no sabe por qué algunas especies de Leishmania desarrollan lesiones cutáneas, mientras que otras son capaces de migrar y llegar al hígado y el bazo, configurando la forma visceral —y más letal— de  la enfermedad. Y, más  intrigante aún para los científicos es el hecho de que una misma especie sea capaz de causar ambas manifestaciones clínicas.

Con el fin de identificar posibles mutaciones y factores de virulencia detrás de este fenómeno biológico, investigadores de la Universidad McGill de Montreal, Canadá, secuenciaron el genoma de una cepa de Leishmania donovani de Sri Lanka, causante de las dos formas de la enfermedad.

Considerada una de las enfermedades de la pobreza, según la OMS aproximadamente 12 millones de personas en todo el mundo están infectadas con alguna de las dos formas de la enfermedad y cada año aparecen entre 700.000 y un millón de nuevos casos y hasta 30.000 muertes. En América Latina, Brasil encabeza la lista de países que presentan más casos de leishmaniasis cutánea y visceral.

Si una determinada proteína es esencial para la virulencia y el parásito no puede sobrevivir sin ella, una droga que inhiba esa proteína sería altamente eficaz”.

Patrick Lypaczewski, Universidad McGill de Montreal, Canadá.

Según los autores, desvelar la capacidad de adaptación del parásito puede ofrecer pistas de cómo interactúa en el organismo, un paso importante hacia el desarrollo de esquemas de tratamiento.

Al comprender la virulencia se pueden identificar genes clave para el desarrollo de vacunas, explica a SciDev.Net Patrick Lypaczewski, autor principal del artículo publicado este mes en Scientific Reports.

"Si una determinada proteína es esencial para la virulencia y el parásito no puede sobrevivir sin ella, una droga que inhiba esa proteína sería altamente eficaz", afirma.

Tras inocular ratones con L. donovani, los investigadores observaron 15 nuevas mutaciones de las cuales cuatro serían responsables de la adaptación del parásito a la condición visceral. Estas cuatro mutaciones ya habían sido identificadas en una cepa aislada por el equipo anteriormente. La coincidencia indica que estas proteínas son esenciales para la adaptación visceral de L. donovani.

Para el investigador brasileño Rubens do Monte, del Instituto René Rachou / Fiocruz, los hallazgos del equipo canadiense son importantes ya que entender lo que determina la tendencia de infestación dérmica o visceral de los parásitos es crucial no sólo para buscar nuevas alternativas quimioterapéuticas o profilácticas, sino para dirigir estrategias de control de la enfermedad.

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Leishmaniasis cutánea. Las lesiones pueden cambiar de tamaño y apariencia con el tiempo.
Crédito: OMS.

Sin embargo, advierte que es necesario considerar otros factores: "Hay que tener en cuenta las particularidades de cada especie de parásito. Por ejemplo, a pesar de que las especies L. amazonensis y L. braziliensis son dermotrópicas —es decir se fijan en las estructuras cutáneas— y causan lesiones aisladas, también son capaces de causar manifestaciones clínicas distintas”, explica.

Reportes clínicos señalan que, en efecto, esas especies —que tradicionalmente causan leishmaniasis cutánea— a algunos pacientes les han causado leishmaniasis visceral.

Añade que la saliva del insecto vector es igualmente crucial para la infección y, además, “es necesario comprender la respuesta inmune del huésped”.

“Falta mucho aún por comprender, pues se trata de un proceso multifactorial”, asegura do Monte, responsable de investigaciones dirigidas a la búsqueda de alternativas contra la leishmaniasis. Recientemente su equipo desarrolló una cepa de L. infantum atenuada con el fin de obtener un parásito de Leishmania candidato al desarrollo de vacunas.

Lypaczewiski coincide con su colega brasileño: “La leishmaniasis es una enfermedad muy compleja, profundamente entrelazada con el sistema inmunológico del hospedero y, por lo tanto, la interacción entre el parásito y el sistema inmunológico es desafiante”, sostiene.

Dificultades para desarrollar la vacuna

Desarrollar una vacuna de eficacia y seguridad comprobada contra las leishmaniasis humanas es un reto para los científicos. A pesar de los variados enfoques, la continua evolución del parásito sigue jugando hasta el momento a favor de la enfermedad.

Las diversas estrategias utilizadas van desde la utilización de cepas vivas atenuadas o extractos de estos parásitos (vacunas de 1ª generación) hasta las vacunas de ADN (de tercera generación). A pesar de que las vacunas de 2ª y 3ª generación son las más asociadas al desarrollo tecnológico, las vacunas de 1ª generación son más prometedoras, por presentar una mejor respuesta. Sin embargo, conlleva problemas éticos, por la preocupación de que una cepa atenuada pueda convertirse en virulenta.

"Las leishmaniasis son organismos muy bien adaptados a sus hospederos y a lo largo de su evolución han desarrollado estrategias de escape del sistema inmune. Uno de los retos para obtener una vacuna contra estos parásitos es conseguir una protección eficiente. Todavía no comprendemos bien los mecanismos que regulan la atenuación y la virulencia", explica Rubens do Monte.

Lypaczewiski concuerda en que hace falta aún mucho trabajo para lograr una vacuna eficaz contra la enfermedad. "Tener el genoma completo es el punto de partida. Hemos concluido el primer paso y ahora estamos identificando los posibles factores de virulencia que aún necesitan ser confirmados. Sin embargo, no podemos decir que estamos a un paso de una vacuna. Hemos dado un paso en la dirección correcta, pero aún no estamos allí", finaliza.

> Enlace al artículo publicado en Scientific Reports