07/06/18

Fuerza laboral con VIH va en aumento en LAC y el mundo

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En 2020 habrá 29,9 millones de personas con VIH en edad laboral, casi 7,5 millones más que en 2005. Crédito de la imagen: Trinn Suwannapha / Banco Mundial

De un vistazo

  • Estudio sobre impacto del VIH y sida en el trabajo fue presentado por la OIT
  • Para 2020, la población laboralmente activa con VIH/sida aumentará a 30 millones de personas
  • En la región, muertes por esa causa bajarán 43 por ciento

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[SANTIAGO]  La población laboralmente activa que vive con VIH llegará en 2020 a 29,9 millones de personas a nivel mundial, lo que supone 7,5 millones más que en 2005. Al mismo tiempo, 500.000 personas en edad laboral fallecerán de sida, y estas muertes son calificadas como “casi enteramente evitables”.

Así lo indica el informe “El impacto del VIH y el Sida en el mundo del trabajo: estimaciones mundiales”, publicado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y ONUSIDA (25 mayo), y que pretende ser “un llamado a la acción tanto como un reconocimiento a lo que se ha logrado”.

El estudio analiza datos de 2005, 2010, 2015 y sus proyecciones para 2020, coincidiendo con la fecha establecida como meta por ONUSIDA para su estrategia “Llegar a Cero” (cero nuevas infecciones, cero muertes por sida y cero discriminación).

El alza sostenida de personas con VIH en el mundo laboral responde en gran medida a la mayor esperanza de vida asociada al éxito de los tratamientos antirretrovirales y su mayor cobertura. Pero implica también desafíos importantes.

La mayor cantidad de muertes por sida en la fuerza laboral se producirá en personas de 30 a 44 años, una “edad en que los trabajadores normalmente están en la cúspide de su vida productiva”. “Estas muertes son evitables si el tratamiento se escala y acelera”, dijo Guy Ryder, director general de la OIT, al presentar el informe.

Específicamente en América Latina y el Caribe (LAC), el estudio incluyó 27 países: Argentina, Bahamas, Barbados, Belice, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Surinam, Trinidad y Tobago, Uruguay, Venezuela.

En LAC las muertes por Sida llegarán a 20.727 en 2020, una reducción de 43 por ciento respecto de 2005.

Siguiendo la tendencia mundial, en LAC se reducirán en 86 por ciento las personas con discapacidad parcial para trabajar debido a síntomas de sida en comparación con 2005. Y los individuos totalmente incapacitados para trabajar serán solo 518, esto es, 93 por ciento menos que 15 años antes.

Si bien la tendencia es favorable para los trabajadores con VIH, Manuel Jorquera, director de Vivo Positivo, coordinadora de agrupaciones de personas viviendo con VIH/sida en Chile, señala que “de lo que estas cifras no hablan es de la calidad de vida de las personas con VIH y las dificultades que implica asistir al médico para chequear la carga viral o ajustar su indicación”. Esto, agrega, ocurre debido a que aún persiste el miedo al estigma y la discriminación.

El informe agrega que el costo financiero por muertes y deserción laboral debido al Sida llegará a US$7.176 millones en 2020, monto que en LAC alcanzará US$273 millones, a lo que se suman entre US$6 y 17 millones por discapacidad parcial debida al sida.

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El mayor acceso a fármacos antirretrovirales ha contribuido al aumento sostenido de la fuerza laboral de personas con VIH a nivel mundial (Crédito: NIAID).

Los autores advierten que el progreso podría desacelerarse si emerge “resistencia a los antirretrovirales más comúnmente usados”, por lo que llaman a que los programas de salud pública se amplíen para abordar ese riesgo.

Además, destacan que “la rápida expansión de la terapia antirretroviral y las medidas de testeo y prevención deberían ser aspectos claves de una política económica y social”.

Guillermo Acuña, infectólogo de la Clínica Las Condes (Chile), agrega dos factores. Uno es “el diagnóstico lo más precoz posible, porque al acceder a tratamiento tempranamente se puede hacer una vida normal y con capacidad absoluta hasta el final de la vida”.

Y otro es un acompañamiento de profesionales de la salud, lo que favorece al buen control de la infección y la adherencia al tratamiento, esencial para minimizar el riesgo de resistencia a los antirretrovirales.