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SAN JOSE] En medio de un gran debate, Costa Rica lidera una campaña ante la Organización de Naciones Unidas para prohibir cualquier tipo de clonación humana.


La iniciativa se basa, fundamentalmente, en el razonamiento según el cual este tipo de experimentación atenta contra los principios éticos y morales de una sociedad con profunda tradición religiosa.


Aunque algunos científicos advierten que una prohibición general a la clonación significaría un retroceso en la investigación, incluso entre ese gremio aflora la influencia de un esquema de valores dominado, sobre todo, por las enseñanzas tradicionales de la Iglesia Católica.


El primero en oponerse a cualquier tipo de clonación fue el presidente de la República, el médico siquiatra Abel Pacheco, quien, apoyado por influyentes políticos y personalidades, presentó el proyecto ante la Asamblea General de la ONU, en septiembre del año 2003.


El mandatario basa su rechazo en los mismos principios éticos y morales que rigen a la conservadora sociedad costarricense. “Formar un ser humano para después arrancarle los órganos es un asesinato. Es una posición humanista elemental”, sentenció Pacheco en declaraciones que coinciden con las manifestaciones de representantes de la Iglesia Católica.


“El embrión – proceda de concepción natural, inseminación artificial o clonación – es mucho más que un conjunto de células: estamos ante un ser humano en su mínima expresión”, manifestó, por ejemplo, el sacerdote católico Alberto Casals.


Similar opinión tiene el obispo Vitorino Girardi, vocero de la Conferencia Episcopal de Costa Rica: “La persona es lo más digno de la naturaleza y tiene derecho a una familia a un núcleo en el cual movilizarse y donde lo quieran y cuiden”.


Cabe destacar que la influencia de la Iglesia Católica – la religión oficial del Estado, según establece la Constitución costarricense – logró que en este país se prohibiera la fecundación in vitro, pese a la oposición de los médicos y los científicos.


Pero no sólo en el sector oficial se manifiesta el rechazo hacia la clonación, siempre bajo el amparo de principios con raíz religiosa. “El proyecto costarricense responde a un hondo sentimiento nacional a favor de la familia y en pro de la dignidad de las gentes”, consideró el analista José María Penabad, para quien la clonación es un “divertimento científico”.


Por su parte, el diplomático José Joaquín Chaverri, exministro de la Presidencia, señaló: “Desde un punto de vista filosófico y ético, la clonación humana es inaceptable ya que reduce al ser humano a un simple objeto de producción industrial. La posibilidad de crear innumerables copias de una misma persona y de diseñar seres humanos para ciertos usos específicos devalúa la dignidad intrínseca de la persona y el carácter único, individual e insustituible del ser humano”.


“Sea la conocida clonación reproductiva, sea la experimental; en cualquier caso, se está jugando con el sagrado don de la vida”, añadió el abogado Christian Campos.


La propuesta de Costa Rica, avalada por otras 65 naciones, sufrió un revés el 6 de noviembre, cuando la VI Comisión de la ONU votó 80 contra 79 a favor de postergar cualquier decisión sobre este tema hasta el año 2005, una decisión calificada como un espaldarazo para la comunidad científica internacional.


Precisamente, en el gremio de los científicos costarricenses algunas voces rechazan la posición del presidente Pacheco. Para la Dra. Henriette Raventós, del Centro de Investigación en Biología Celular y Molecular (CIBCM) y miembro de la Academia Nacional de Medicina de Costa Rica, prohibir la clonación limitaría los avances en la lucha contra enfermedades como la diabetes, el Alzheimer y el Parkinson. “La Academia Nacional de Medicina de Costa Rica, al igual que múltiples grupos científicos a escala mundial, ha dado su apoyo a la clonación terapéutica, a diferencia del gobierno costarricense”, dijo Raventós.


No obstante, incluso entre este sector se cuelan los principios religiosos predominantes en el resto de la sociedad. Raventós aclaró que no parece existir una justificación razonable para utilizar la clonación reproductiva, ante los resultados de los experimentos en animales y porque ésta “choca con una serie de conceptos éticos y religiosos”.