20/04/12

Por un tratado global para investigar salud de los pobres

A la Asamblea Mundial de Salud 2012 se le pedirá considerar una propuesta de tratado para investigación en salud Crédito de la imagen: Flickr/US Mission Geneva

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Es tiempo de pasar del debate a la acción, con nuevos mecanismos que financien investigación de las enfermedades de países en desarrollo.

En el actual clima financiero y político, es valiente —algunos dirían que temerario— proponer un tratado internacional vinculante para la financiación y coordinación de investigaciones sobre los problemas de salud que encaran los países en desarrollo.

Sin embargo, esto es lo que se le ha pedido examinar a la Asamblea Mundial de la Salud (AMS), la entidad responsable de las políticas de la OMS, en su reunión anual que se realizará en Ginebra el próximo mes (21-26 de mayo).

La propuesta proviene del Grupo Consultivo de Expertos en Investigación y Desarrollo (GCEID) de la OMS, que dedicó el año pasado a analizar varias formas de aumentar la investigación y el desarrollo (I+D) de los tratamientos de enfermedades prevalentes en los países pobres [1].

Este informe, publicado hace dos semanas (5 de abril), enumera las medidas que podrían acortar la brecha continua entre el potencial que ofrece la ciencia para la creación de dichos tratamientos, y el fracaso del mercado para proporcionar los incentivos adecuados y hacerlos asequibles.

La prioridad más alta, dice, es comenzar las negociaciones sobre una convención vinculante de I+D. Una idea central es que los gobiernos deben comprometerse a invertir 0,01 por ciento de su PIB en I+D relevante a las necesidades de los países en desarrollo.

También examina las posibilidades de nuevas fuentes de financiamiento sostenible, en particular a través de impuestos —por ejemplo en el transporte aéreo, bebidas alcohólicas o transacciones financieras— según las preferencias de cada país.

Un incómodo vacío

Ambas ideas van en contra de los vientos políticos predominantes. Atravesamos tiempos de recortes en la ayuda externa y los presupuestos en muchas partes del mundo —Canadá ha sido el último gobierno en hacerlo— debido a restricciones en el gasto y a la creencia de que se debe tratar al mercado como el principal impulsor del desarrollo.

Y sin embargo la propuesta merece pleno apoyo. Las enfermedades no son solamente un problema endémico con implicancias sociales en los países en desarrollo; también son una carga financiera, que los priva de la fuerza laboral saludable requerida para alcanzar su máximo potencial.

Hay, por lo tanto, razones morales y económicas para encontrar formas más efectivas de combatir los problemas de salud en esos países.

El problema de la brecha entre lo que la ciencia puede ofrecer y lo que ha entregado, fue identificado por primera vez en la década de los noventa. La mejor manera de abordarlo ha sido intensamente debatida durante la década pasada, por ejemplo durante el Foro Global bianual de Investigación en Salud, el último de los cuales, el Foro 2012, tendrá lugar en Ciudad del Cabo la semana entrante (24-26 abril).

Sucesivos comités y grupos de trabajo han estudiado una serie de propuestas para hacer frente al hecho de que la venta de medicamentos a los pobres produce menos beneficios a la industria farmacéutica que la I+D de enfermedades de los ricos.

Cerrando la brecha

Las propuestas apuntan a aumentar el acceso a medicamentos rompiendo la relación que hay entre los costos de la investigación y el precio de los tratamientos. Una posibilidad es introducir premios a las investigaciones innovadoras, como alternativa a las patentes lucrativas, pero potencialmente restrictivas.

En su informe, la GCEID recomienda promover la “apertura de la innovación y el conocimiento” como prioridad. La idea es que las innovaciones médicas se desarrollen de manera más efectiva y al menor costo, si los resultados de la investigación se comparten libremente sin las restricciones de registrarlas como propiedad intelectual

Otras ideas que satisfacen los criterios de factibilidad de la GCEID van desde proporcionar subvenciones directas a pequeñas y medianas empresas, hasta extender la práctica de consorcios de patentes, en las que las compañías farmacéuticas propietarias de las patentes acuerdan renunciar a sus derechos en países seleccionados para permitir que las empresas locales puedan fabricar medicinas genéricas con acuerdos mutuos de derechos de licencia.

Sin embargo, llevar esas ideas a la práctica requiere coordinación. Y es más probable que se haga efectivo si está ligado a un mecanismo de financiamiento, que es donde la idea de un nuevo tratado entra en juego.

A la espera de aprobación

Como era de esperarse, la idea de una convención ha sido bien recibida por las organizaciones no gubernamentales involucradas en temas de salud. Un comunicado del grupo de expertos del South Centre, con sede en Suiza, por ejemplo, lo describe como potencialmente “el más importante logro de la OMS en el área de medicinas desde su creación”. [2]

No sorprende la tibia recepción de la industria farmacéutica. Sin caer en oposición abierta, un vocero de la Federación Internacional de Fabricantes y Asociaciones Farmacéuticas, sostiene que “no hay una talla única para todos los enfoques que promueven la I+D”, en enfermedades que afectan a los países en desarrollo.

La prueba verdadera vendrá del nivel político. Incluso si la AMS decide aprobarla, la implementación de una convención vinculante —especialmente si incluye compromisos de financiación— probablemente sea una tarea larga y difícil.

Sin embargo, no es una excusa para no pasar del debate a la acción. Incluso con la intervención de entidades como la Fundación Bill & Melinda Gates, la brecha entre las necesidades y las soluciones en la investigación médica de salud de los países en desarrollo sigue siendo tan vasta como lo era hace diez años. ¿Cuánto tiempo más tendremos que esperar hasta que un intento serio respaldado a nivel de gobiernos reduzca la brecha? 

David Dickson
Editor, SciDev.Net 

Enlace al informe del Grupo Consultivo de Expertos en Investigación y Desarrollo