08/01/10

Copenhague demostró lo que será el futuro

Premier chino Wen Jibao: su posición en Copenhague puede haber envalentonado a países africanos Crédito de la imagen: Flickr/World Economic Forum

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Pese a los lamentos post-Copenhague, está claro el nuevo escenario político en el que se debe luchar contra el cambio climático.

 

Teniendo en cuenta las grandes esperanzas que precedieron los meses previos a la conferencia sobre el clima en Copenhague, y las advertencias acerca de que era la última oportunidad para salvar al planeta, es fácil entender la desilusión por el fracaso de la reunión al no lograr un acuerdo contundente.

Ciertamente el Acuerdo de Copenhague sobre el clima, desarrollado por los Estados Unidos y un grupo de grandes países en desarrollo como Brasil, China e India, es un documento relativamente débil tanto en términos legales como políticos.

Sin embargo, el éxito alcanzado por estos países al participar en negociaciones serias acerca de las acciones necesarias para reducir los impactos del cambio climático no se deben desestimar. Después de todo, ese era uno de los principales objetivos de las negociaciones destinadas a producir un sucesor del Protocolo de Kyoto, que expira en 2012 (Ver: Where next after Kyoto?).

Además, la forma en que se desarrollaron los debates en Copenhague es un recordatorio útil de los cambios en el entorno político en el que se darán las negociaciones futuras sobre temas de interés mundial. Estos incluyen el dominio creciente de la China (y en menor medida de la India) y el declive de la influencia de las naciones industrializadas de occidente que operan en el G8. Ambas tendencias están conduciendo a un nuevo sentido de realismo sobre lo que debería hacer el mundo en desarrollo para enfrentar los retos de las próximas décadas.

Se lograron algunos acuerdos

Detrás de los titulares hubo acuerdos significativos en Copenhague sobre asuntos esenciales que beneficiarán a los países en desarrollo (Ver: Alianza agrícola promete rendir más y emitir menos).

Por ejemplo, hubo acuerdos sobre el marco para las acciones dirigidas a prevenir la expansión de la deforestación mediante el esquema de Reducción de Emisiones de la Deforestación y Degradación Forestal (REDD por sus siglas en inglés), a pesar de que importantes aspectos administrativos y financieros quedaron sin resolverse.

El Acuerdo de Copenhague incluye un compromiso para la creación de un ‘mecanismo tecnológico’ que mejore la transferencia de tecnología, aunque los detalles de su funcionamiento no están claros.

Y, en principio, se logró un acuerdo sobre la necesidad de proporcionar al mundo en desarrollo fondos adicionales significativos, el objetivo son US$1.000 millones.

Aunque con limitaciones en cuanto al impacto (y menos de lo esperado), esos acuerdos indican la dirección de la cooperación internacional si el mundo en desarrollo trabaja por el crecimiento sostenible.

Problemas políticos

Pero la reunión también puso de manifiesto los problemas políticos que deben ser resueltos si se quiere que los esfuerzos globales por combatir el cambio climático, o para ayudar al mundo en desarrollo a caminar por sí mismo, sean exitosos.

Una alta prioridad, por ejemplo, es la necesidad de convencer al mayor emisor de carbón per capita del mundo, los Estados Unidos, que es esencial un mayor sacrificio de su modo de vida para prevenir catástrofes climáticas. Una de las razones por las cuales las discusiones de Copenhague no pudieron avanzar más fue que los esfuerzos de la administración Obama para promover una legislación que reduzca las emisiones en casa, se diluyeron en el congreso de los Estados Unidos.

Sin este compromiso por parte de los Estados Unidos, países como Brasil, China e India ya no pueden ser comprados con promesas de ayuda adicional o asistencia técnica, pero sí pueden reclamar en el terreno moral. Incluso, a menos que proporcionen un fuerte compromiso para la acción, es poco probable que el resto de países en desarrollo hagan mucho por sí solos.

Los países africanos, en particular, tal vez envalentonados por la postura de China, dejaron en claro que no se les puede comprar fácilmente. La industrialización de occidente marcha paralela a su colonialismo por haber dejado un legado por el que los países de África continúan pagando un alto precio..

Nuevas fracturas

Mirando hacia adelante, las fracturas que aparecieron en Copenhague –como las opiniones divergentes entre los Estados Unidos (y Europa) de una parte, y China en la otra—dominarán cada vez más las relaciones entre el Norte y el Sur, lo que tiene una implicancia importante para las dinámicas políticas de la cooperación técnica, y subraya la necesidad de robustecer la infraestructura de investigación e innovación en todos los ángulos de los que depende la cooperación.

De manera más positiva, la creciente toma de conciencia desde diferentes orillas sobre los desafíos técnicos para combatir el calentamiento global –que van desde las tecnologías con baja emisión de carbono a los cultivos resistentes a la sequía— ha puesto de manifiesto el papel esencial que cumple la investigación científica en el desarrollo.

Otro reto es asegurar que las comunidades ricas del mundo no dominen el acceso a los frutos de tales investigaciones. Esto requiere un enfoque descentralizado, de abajo hacia arriba para promover la ciencia y la tecnología para el desarrollo, así como un cambio en las relaciones de poder para hacerlo posible.

Uno de los logros fundamentales de la reunión de Copenhague ha sido mostrar que tales cambios ya se están dando. Pero basándose en este progreso, la superación de los obstáculos que aparecen en el camino –como las leyes de propiedad intelectual desde un solo lado, los intereses industriales arraigados y la falta de evidencia científica en las políticas de desarrollo— seguirá siendo el reto principal de la próxima década.

David Dickson
Director, SciDev.Net