17/05/18

Q&A: Encrucijada en UNASUR

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Crédito de la imagen: Cortesía de Daniela Perrotta.

De un vistazo

  • Seis países anuncian suspender su participación en la organización suramericana.
  • UNASUR es “actor geopolítico gravitante en la prosecución de la autonomía de la región”.
  • Organismo permite potenciar las acciones científicas bilaterales de los países.

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En mayo la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) debería celebrar sus 10 años de existencia.

Por el contrario, este organismo internacional creado para construir una identidad suramericana y fomentar la colaboración regional entre sus doce países miembros, enfrenta una encrucijada: en abril, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú anunciaron el retiro temporal de la organización.

En esta entrevista a SciDev.Net, Daniela Perrotta, experta en políticas internacionales e investigadora de Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en la Universidad de Buenos Aires, explica el papel de UNASUR en la región, aclara los motivos que llevaron a la presente encrucijada y presenta un análisis del impacto en las colaboraciones científicas debido a la crisis en el organismo.
 

¿Cuál es la importancia de UNASUR para el desarrollo de América del Sur?

Desde que se creó en 2008, UNASUR se ha erigido como un actor geopolítico gravitante en la prosecución de la autonomía de la región.
Entre sus rasgos salientes se encuentran por un lado, la incorporación de nuevas temáticas a la agenda de integración regional –tratamiento de la infraestructura y la integración energética, los intentos de coordinación de políticas sociales asumiendo la integralidad de las mismas y las acciones de cooperación en materia de defensa y de salud– y, por el otro, la resolución de conflictos que atentan a la democracia y a la zona de paz –con la actuación del Consejo de Jefes y Jefas de Estado.

La importancia (geo)política de UNASUR fue consolidar y amplificar las voces de los países sudamericanos para sopesar la influencia de los Estados Unidos [especialmente frente a la Organizaciones de los Estados Americanos (OEA)] en base a un principio fundamental para los países de la región: la no injerencia de potencias externas en los asuntos nacionales. En este sentido, cuando afirmo que su rol es gravitante en términos de la prosecución de autonomía, lo que estoy diciendo es que afirma la capacidad de cada Estado de tener márgenes de maniobra y decidir autónomamente respecto del rumbo de su política exterior e interior. Lo interesante es que, para los países sudamericanos, la mejora de la autonomía se hace desde experiencias regionales sin un correlato de sesión de soberanía, sino más bien de coordinación y cooperación.

Por lo tanto, la búsqueda de autonomía política es una de las claves interpretativas para comprender la creación de UNASUR y su vitalidad hasta el cambio de ciclo político. Hay otras dos claves interpretativas: la primera, es la defensa de la democracia –por eso varias de las acciones más importantes de UNASUR fueron evitar desestabilizaciones al orden democrático y golpes de Estado. La segunda cuestión, es la búsqueda de desarrollo entendido éste desde una perspectiva integral; no sólo desarrollo económico y social sino también sustentabilidad ambiental.

Resumiendo, la importancia de UNASUR para el desarrollo es doble: primero, plantear las discusiones del desarrollo y encaminar acciones (de cooperación regional) desde un lugar de autonomía política [amortiguando las presiones internacionales y de la potencia hegemónica que cohabita nuestro territorio]. Segundo, avanzar en la discusión sobre la propia noción de desarrollo en un contexto que –por entonces– se definió como posliberal. Es decir, dadas las condiciones de dependencia y subdesarrollo, las estrategias nacionales resultan insuficientes. La coordinación e integración regional permite resolver de manera más adecuada estás problemáticas; siempre que se tomen medidas para mitigar las asimetrías (estructurales y regulatorias) entre los países que componen el bloque regional y se rediscutan elementos “clásicos” del desarrollo.

Daniela Perrotta
Crédito: Cortesía de Daniela Perrotta.

 

¿Qué llevó a UNASUR a la presente crisis, con el retiro temporal de seis de los 12 países que la integran?

La situación actual de “retirada” es una maniobra política de esos países para resolver el impasse de la UNASUR, especialmente la situación de falta de consenso en torno a un/a Secretario General [vacante desde el año pasado] junto con un guiño político hacia los Estados Unidos (y las instituciones panamericanas, léase la OEA). Sería reduccionista o simplista pensar que solamente el alineamiento con los Estados Unidos es lo que llevó a la declaración pública conjunta de los presidentes de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Paraguay y Perú: estos seis países tienen una política de sumisión a los Estados Unidos; pero también esa afirmación pública es una presión hacia el gobierno de Evo Morales (que asumió la presidencia pro témpore de UNASUR) para destrabar las negociaciones por la figura del/a Secretario/a así como para adoptar una postura frente a Venezuela y el gobierno de Nicolás Maduro (UNASUR, como se sabe no se expresó sobre este tema como lo hizo la OEA).

Este mensaje de salida momentánea ha de leerse en dos claves. Primero, la incapacidad de “hacer política” del presidente que tuvo la presidencia pro témpore de UNASUR hasta pasarla a Bolivia. [El presidente argentino Mauricio] Macri y su errática política exterior no lograron hacer, precisamente, política; de manera de construir una propuesta de consenso.

Segundo, ¿cuán legítimo y veraz debemos tomar esto? ¿Cuán democrático es? Es interesante también ver el derrotero: los presidentes actuales de Paraguay, Chile y Colombia ya formaron parte de la UNASUR y lograron –bajo la premisa “unidos en la diversidad”– alcanzar consensos básicos para el funcionamiento de UNASUR y procesar conflictos internos y entre ellos. Por eso, cuando estas nuevas derechas tildan a la UNASUR de ser un proyecto regional ideológico, se olvidan que fueron parte de su proceso de construcción y que la condición de posibilidad de UNASUR fue precisamente esa pluralidad ideológica y que están mostrando su incapacidad para imponer por la vía de la negociación (“diplomacia presidencial”) una propuesta “más moderada” de UNASUR [léase que no tensione con la OEA en la misma intensidad que hasta hace unos años].
 

“La cooperación científica y tecnológica, así como también universitaria, en países de un regionalismo, como en este caso la UNASUR, permite potenciar las acciones bilaterales de los países y amortiguar los procesos de dependencia académica o integración subordinada a la ciencia internacional”.

Daniela Perrotta

¿Cuál es el potencial de UNASUR para estimular colaboraciones en la región en el campo de la ciencia?

De manera bien sencilla, la cooperación científica y tecnológica, así como también universitaria, en países de un regionalismo, como en este caso la UNASUR, permite potenciar las acciones bilaterales de los países y amortiguar los procesos de dependencia académica o integración subordinada a la ciencia internacional. Por su parte, contribuye a mejorar condiciones de vida y de desarrollo definidas regionalmente, lo que se conoce como rol social de la ciencia. Además, la cooperación regional, primero, e integración regional, luego en ciencia, tecnología e innovación (CTI) puede mejorar globalmente la posición de los países de Sudamérica especialmente a partir de las áreas de complementariedad y la reducción de asimetrías.
 

En seguimiento a la pregunta anterior, ¿hubo acciones significativas en el campo de la ciencia, bajo el paraguas de UNASUR?

Desde la creación de la UNASUR, la CTI estuvo comprendida en las acciones de sus consejos sectoriales. Primero compartió un consejo con educación y cultura; más adelante, en 2012, se “independizó” en un consejo temático: Consejo Suramericano de Ciencia, Tecnología e Innovación. Sus objetivos son promover y fortalecer la cooperación e integración científica, tecnológica y de innovación; impulsar la movilidad para la ejecución de proyectos y promover el desarrollo, acceso, transferencia y uso de tecnologías sociales en beneficio de los sectores más necesitados.

En términos de acciones, no se encaminaron políticas amplias. Uno de los hitos significativos respecto de los rumbos que había de tener la cooperación regional en CTI desde UNASUR fue la realización de un Seminario en 2013.

En términos de las premisas para la CTI, el entonces Secretario General, Alí Rodríguez Araque, lo planteó en estos términos: “La cuestión central radica en cómo garantizar que la explotación de los recursos naturales se cumpla de manera racional y minimizando los impactos sobre el ambiente. Esto, desde luego, exige de normas muy estrictas de autoridades competentes y de acuerdos para garantizar su aplicación. Pero aun así hay impactos inevitables. ¿Cómo minimizarlos y remediarlos? La respuesta tenemos que buscarla en los desarrollos científicos y tecnológicos, así como en una visión que tenga como centro la satisfacción de las necesidades reales del ser humano. De allí que cuando abordamos el tema de los recursos naturales como eje de una estrategia común para los procesos entre los países miembros de la UNASUR, lo hagamos pensando en un sistema integral, que no se limita a la fase extractiva, sino que aborda, como parte inseparable, todo lo relativo a la industrialización, a la ciencia y la tecnología como medio, no sólo para reducir costos y mejorar los rendimientos, sino para superar lo que muchas veces representa un verdadero agobio para el trabajador y una herida dolorosa para el medio ambiente, que es el alto grado de contaminación que produce la actividad de extracción y de transformación de los recursos naturales”.

Las discusiones planteadas fueron pertinentes; pero la agenda regional en CTI adolece de un problema básico que es la falta de financiamiento. Por este motivo, las acciones que se realizan son de tipo bilateral o bien en el espacio latinoamericano ampliado –sobre todo en la relación con la Unión Europea–. Esto significa: 1) la cooperación regional en CTI surge como iniciativa de un país hacia otro u otros; 2) la regionalización de actividades CTI ha venido siempre de la mano de financiamiento europeo.

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Crédito: unasur / Flickr.

 

¿La vulnerabilidad de UNASUR puede afectar de alguna forma las colaboraciones científicas en la región?

No. Porque las colaboraciones se realizan por fuera del espacio UNASUR: ya sea como parte de las acciones entre América Latina y la Unión Europea como en el marco del MERCOSUR –que si bien adolece de los mismos problemas de financiamiento que UNASUR– ha generado acciones menos dispersas y con mayor continuidad.
 

¿Cómo asocia la situación de UNASUR con otros movimientos internacionales, como el Brexit? 

El regionalismo es un proceso dinámico y multidimensional: la construcción de región es social y, como tal, la definición del proyecto de región refiere a cómo se resuelve la disputa política entre visiones divergentes en torno a fines, metodologías e instrumentos. De esta manera, el regionalismo –sus sucesivas oleadas o modelos– ha acompasado las modificaciones en los ciclos políticos y económicos nacionales; y estos ciclos también se han vinculado a los vaivenes del escenario internacional. Esta afirmación es válida para todos los regionalismos, pese a que la literatura parece reforzar el señalamiento cíclico solamente para el caso latinoamericano. De hecho, la crisis de la Unión Europea (UE) iniciada en el 2008 en el plano económico y profundizada en sus aspectos políticos, sociales y culturales con el Brexit, así como la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte con la llegada de Donald Trump al ejecutivo de los Estados Unidos, son algunas muestras de la importancia de colocar la política como una variable estructural al buscar comprender los cambios en los proyectos de construcción de región.