13/10/13

Posicionar el trabajo en intensificación sostenible

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Crédito de la imagen: Kacper Kowalski / Panos

De un vistazo

  • Algunas prácticas agrícolas nuevas apoyadas por los agrónomos son controversiales
  • Los economistas pueden ayudar a construir evidencia para pronosticar los impactos en la vida real
  • La aceptación amplia de la intensificación sostenible requiere de ambos enfoques

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Evaluar el impacto real de nuevas prácticas agronómicas depende de buenos estudios económicos, dice David Spielman.
 
Un nuevo enfoque se abre paso lentamente en el pensamiento colectivo actual sobre productividad, crecimiento y reducción de la pobreza en la agricultura de los países en desarrollo: el concepto de la intensificación sostenible.
 
Esta depende principalmente de las prácticas y las tecnologías que ayudan a los agricultores a mejorar sistemáticamente el manejo de sus cultivos, suelos, árboles, ganadería y agua, lo que yo llamo la ‘nueva agronomía’. Se trata básicamente de un enfoque centrado en ayudar simultáneamente a los agricultores a mejorar los rendimientos y el manejo de sus recursos naturales de una manera sostenible.
 
La nueva agronomía incluye una serie de prácticas, como la rotación estratégica de cultivos para disminuir las amenazas de plagas y enfermedades, la siembra intercalada de árboles y arbustos fijadores de nitrógeno con cultivos para mejorar la salud del suelo, y la eliminación de labranza para retener la humedad bajo los residuos de los cultivos.
 
Las variedades mejoradas y los fertilizantes químicos pueden jugar un papel muy importante en estos sistemas, pero ya no ocupan el papel central como ocurrió en las décadas pasadas. En vez de ello, la clave está en el aprendizaje y la adaptación en el campo.
 
Conceptos controvertidos
 
De hecho, algunas de esas prácticas no son nuevas. Pero otras sí lo son, habida cuenta de la gran atención que han atraído en años recientes; por ejemplo, la agroecología, la agricultura de conservación (AC) y los sistemas de intensificación del arroz (SIA).
 
La AC y los SIA, en particular, han generado controversia acerca de su desempeño técnico y huella ambiental. Hay acalorados debates en torno precisamente a cómo estos sistemas contribuyen a los rendimientos, contenidos de carbono y nitrógeno del suelo, uso de aguas del subsuelo, emisiones de gases con efecto invernadero o reducción del uso de insumos químicos.

“La investigación futura y la adopción generalizada de nuevas prácticas agrícolas para la intensificación sostenible requerirá algo más que buena agronomía”

David J. Spielman, IFPRI

Los debates también están polarizados en lo que respecta a la posibilidad de replicar ampliamente tales sistemas. La AC, que ahora es frecuente en las grandes plantaciones de Norte y Sudamérica, ¿puede hacer frente a los problemas de suelo y del agua que enfrentan los pequeños agricultores en África oriental y meridional? Los SRI, con sus humildes comienzos entre los pequeños agricultores de arroz en Madagascar, ¿dejarán su huella en la producción de arroz del noreste y sur de la India?
 
Muchos ya afirman que estas nuevas ideas agronómicas son un gran éxito. Pero otros se quejan. En consecuencia, lo que parecen ser inocuas recomendaciones agronómicas —cambios en las fechas de siembra, métodos de siembra y prácticas de riego— se han convertido en temas de controversia internacional. [1]
 
¿Cómo se pueden resolver esos debates?
 
En última instancia, la investigación futura y la adopción generalizada de nuevas prácticas agrícolas para la intensificación sostenible requerirá algo más que buena agronomía. Necesitará evaluaciones eficaces y previsiones plausibles de los impactos sociales y económicos que demuestren dónde pueden trabajar las nuevas prácticas, dónde pueden fallar y qué compensaciones habría para los individuos, la sociedad y el medio ambiente.
 
Evidencias del ‘mundo real’
 
Pero en muchos casos, la evidencia de los impactos tiende a confiar en estudios agronómicos realizados en condiciones casi ideales, por ejemplo en una estación de investigación o en el campo de un agricultor progresista donde los agrónomos pueden controlar el experimento. Estos no siempre capturan las realidades ‘sobre el terreno’ de los países en desarrollo.
 
Hay que introducir al economista, que aporta la insistencia de una rigurosa evidencia bajo condiciones del mundo real. Recorriendo los campos sin haber tenido aprendizaje en plantas, suelos o agua, los economistas pueden pronunciar términos incomprensibles como externalidades internalizadas, sesgo de autoselección y endogeneidad que la mayoría de agrónomos no entienden, e insistir en que lo que parece un buen rendimiento podría no tener mucho sentido económico cuando se toman en cuenta los precios y los costos.
 
No me malinterpreten: hay muchos economistas que trabajan bien con los agrónomos, proporcionando algunas de las pruebas más convincentes en apoyo de la nueva agronomía. La valoración de los economistas sobre la labranza mínima en el cultivo del trigo en el noroeste de la India, por ejemplo, muestra cómo la buena agronomía puede aumentar los rendimientos y reducir el uso de agua subterránea entre los pequeños agricultores. [2]
 
Y una valoración similar de la labranza mínima en cultivos de trigo y cebada en Marruecos ilustra acerca de la compensación económica entre el uso de rastrojos de la cosecha para mejorar la sanidad de suelo o para alimentar al ganado, especialmente en años de sequía. [3]
 
Sin embargo, el economista todavía está bastante al margen del mundo de la nueva agronomía, o quizás pocos economistas han captado su importancia potencial.
 
El reto es que a menudo los métodos de cada disciplina parecen confusos para los demás. Por ejemplo, los economistas están interesados en el comportamiento de los agricultores sobre una particular práctica agronómica, mientras los agrónomos mantienen permanentemente a las personas en sus estudios de comportamiento de plantas, suelos o agua.
 
Usar la investigación económica
 
Llegada la oportunidad, los economistas pueden hacer bien tres cosas: evaluar el impacto económico de una nueva práctica agrícola, predecir sus impactos en el bienestar a escala y eliminar las malas ideas.
 
En lo que se refiere a la evaluación, pueden analizar cómo la diversidad dentro de una determinada población —en términos de salud o educación por ejemplo— afecta los costos y los beneficios, u ofrece compensaciones para quienes están dispuestos a adoptar la práctica.
 
Los economistas también pueden evaluar los esfuerzos de promoción, como los ensayos de demostración, subsidios a insumos específicos o las escuelas de campo de agricultores. O pueden investigar por qué los agricultores no adoptan las nuevas prácticas, al explorar los sentimientos de los agricultores frente al riesgo o sus aspiraciones para el futuro, por ejemplo.
 
Y, asimismo, los economistas pueden sacar resultados del campo y mirar el futuro, simulando escenarios alternativos sobre precios de los alimentos, pobreza o resultados ambientales, incluso con el ‘ruido’ que las condiciones del mundo real pueden añadir. [4, 5]
 
Estos métodos son necesarios para demostrar de manera rigurosa los beneficios de las nuevas prácticas agronómicas, que muy pocos economistas han tenido la oportunidad de explorar exhaustivamente. Para que lo hagan de una manera que añada evidencia útil a los debates internacionales, agrónomos y economistas deben colaborar más estrechamente.
 
David J. Spielman es investigador senior de la división de Medio Ambiente y Tecnología de la Producción del Instituto Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias (IFPRI por sus siglas en inglés) con sede en Washington, D.C. Se le puede escribir a [email protected].
 
Este artículo es parte del Especial sobre producción sostenible de alimentos
 
La versión original de este artículo se publicó en la edición global de SciDev.Net

References

[1] Agriculture and Human Values doi: 10.1007/s10460-012-9376-8 (2013)
[2] Erenstein O. Zero tillage in the rice–wheat systems of the Indo-Gangetic Plains: a review of impacts and sustainability implications. In: Spielman, D.J. and Pandya-Lorch, R. (eds.), Proven Successes in Agricultural Development: A Technical Compendium to Millions Fed (IFPRI, 2010)
[3] American Journal of Agricultural Economics doi: 10.1093/ajae/aas057 (2012)
[4] Nelson, G.C. et al. Food security, farming, and climate change to 2050: scenarios, results, policy options (IFPRI, 2010)
[5] Science doi: 10.1126/science.1185383 (2010)