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La princesa Sumaya bint El Hassan de Jordania analiza cómo la cooperación científica mundial beneficia a un mundo hambriento de conocimientos.

La ciencia puede ayudar a satisfacer las esperanzas de las personas y, si se aplica apropiadamente, es nuestra principal defensa contra las amenazas de nuestra existencia.

Pero en nuestro moderno y mal administrado mundo, muchos de los beneficios de los logros científicos se han limitado a una cómoda minoría de nuestra población global, a las naciones más ricas y a las elites del mundo en desarrollo. Lo que quizás es más preocupante, es que el desarrollo del conocimiento científico también está siendo obstaculizado por intereses económicos de corto plazo.

Las naciones en desarrollo —algunas más poderosas que otras— deben desafiar nociones de ‘propiedad’ de la ciencia. ¿Debiera nuestra mayor herramienta innovadora pertenecer a un reducido escalón de una vasta población mundial o, en cambio, aplicarse al logro de metas globales que podrían mejorar las vidas de millones y llevar estabilidad y seguridad a nuestro planeta?

La respuesta es fácil. Pero tenemos que decir claramente que no deberíamos permitir que esta desequilibrada situación continúe y qué se debe hacer para cambiar el rumbo.

Necesidad de un enfoque global 

Consideremos el cambiante paisaje de la ciencia mundial. Es ingenuo creer que este desafiante nuevo siglo puede ser ‘más de lo mismo’ para la ciencia y los grandes negocios. El liderazgo científico y económico no puede considerarse aislado de las corrientes globales de poder, política y la lucha cada vez más desesperada por los recursos.

La mayoría de nuestros desafíos urgentes no pueden abordarse a nivel nacional o regional. El cambio climático, la energía, la pobreza, las enfermedades, el subdesarrollo y la proliferación de armas de destrucción masiva son embestidas contra las perspectivas de sobrevivencia.

Éstos demandan respuestas tanto tecnológicas como políticas. Y requieren que la ciencia se use de forma considerada y cooperativa, una respuesta que plantea políticas racionales más allá de la política.

Esta nueva era global requiere un enfoque global. Para evitar quiebres entre culturas y dentro de las sociedades, la ciencia le debe ser devuelta a las personas como herramienta para un cambio positivo, para promover oportunidades y garantizar seguridad.

 
La ciencia puede reconstruir sociedades

En mi propia región de Asia Occidental/Norte de África, la injusticia, el desempleo, el analfabetismo y la pobreza causaron la insoportable tensión entre gobiernos y sociedades que condujo a la Primavera Árabe. La represión de la libertad científica por la elite de la región contribuyó en gran medida al levantamiento.

Hace solo unas semanas, en la Reunión Especial sobre Crecimiento Económico y Creación de Trabajo en el Mundo Árabe, durante el Foro Económico Mundial (FEM), se hicieron llamamientos para atender las necesidades de los jóvenes y promover una mayor cooperación económica entre y dentro del mundo árabe.

Muchos jóvenes participantes en la reunión enfatizaron que la ideología no era la causa de la agitación de la región. Dijeron que la dignidad, las oportunidades, la democracia y la justicia deben sustentar todas las políticas cuando se planifique el futuro del mundo árabe

Y ahí es donde la ciencia ofrece la esperanza que ha estado ausente por tantas generaciones.

La Primavera Árabe puso de manifiesto que esta es una era de conocimiento, y que los jóvenes de Medio Oriente están sedientos de ese conocimiento. Ellos pueden imaginar un mundo mucho mejor y no estarán restringidos por los límites físicos y mentales que atraparon a sus padres y abuelos. 

Según el Banco Mundial, se deben crear 100 millones de trabajos en Medio Oriente hacia 2020 para evitar una catástrofe para la nueva generación. En la medida en que los científicos y quienes dictan las políticas consideren los beneficios que puede generar la ciencia, deben recordar que una parte vital de la reconstrucción de las sociedades es el reestablecimiento de un vínculo entre ciencia y dignidad.

Colaborar ahora para el desarrollo

Las naciones emergentes ofrecen esperanza para un futuro mejor y guiado por la ciencia. En Brasil, la expansión científica empezó sólo a fines de los años cincuenta, y el país ya representa cerca de tres por ciento de la investigación científica mundial.

India también se ha convertido en un líder en educar talentos para la investigación y desarrollo, abriendo un camino a áreas de punta, tales como biotecnología, nanotecnología e informática. Gran parte de esto es resultado de aumentos importantes en el gasto gubernamental en I+D.

Pero la belleza de la indagación científica es que ésta puede producir asombrosos resultados en cualquier contexto o cultura. Con el enfoque correcto en financiamiento y tutorías, podemos nutrir a una nueva generación de científicos creativos en todas las naciones emergentes.

Estoy constantemente consciente de la importancia de las colaboraciones científicas internacionales.

Consideremos el Panel de Alto Nivel sobre Ciencia para el Desarrollo, un nuevo organismo consultivo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Ésta apunta a incentivar el desarrollo científico y la cooperación. Y espero que los enfoques ‘estado-céntricos’ del conocimiento pronto sean considerados como muy ‘del siglo pasado’. 

El compartir conocimientos y los esfuerzos que fomentan el progreso real deben empezar ahora, con diplomacia internacional y negocios que faciliten la ciencia global. El cómo la diplomacia se conecte con la ciencia y cómo el desarrollo y las economías menos desarrolladas forjen relaciones, determinara si emergeremos con un marco sostenible para el desarrollo o si permaneceremos limitados por la inequidad y la ideología divisoria.

La ciencia y el sólido razonamiento deben informar y reformar el discurso político. Y cualquier genuina reforma política y social debe ser guiada por la ciencia y el conocimiento. Solo el único medio de la ciencia nos permite trabajar entre nosotros como iguales, aplicando estándares para ayudar a comprender los desafíos y a innovar para un futuro más brillante. 

Su Majestad Real Princesa Sumaya bint El Hassan es fundadora y presidenta de la Ciudad de la Ciencia El Hassan, presidenta de la Real Sociedad Científica de Jordania y directora del consejo administrativo de la Universidad de Tecnología Princesa Sumaya. Este artículo se basa en una presentación hecha en el Foro Mundial de Ciencia en Budapest, Hungría, el mes pasado.