27/01/22

Argentina: país modelo para descolonizar la paleontología

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Para enfrentar el colonialismo en la paleontología de América Latina, es necesario propiciar que la sociedad se apropie de su patrimonio paleontológico, como ha hecho Argentina. Crédito de la imagen: IgnacioSewald/Wikimedia Commons, imagen bajo dominio público.

De un vistazo

  • Estudio detectó que 97 por ciento de los datos sobre fósiles los hacen autores de EEUU y Europa
  • La región, con gran acervo paleontológico, podría aprender de Argentina, donde la paleontología es parte de la cultura
  • La falta de información paleontológica afecta la soberanía e identidad de los países

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Para enfrentar el colonialismo que impera en la paleontología de América Latina, es necesario fortalecer regulaciones y comunidades científicas locales, pero también propiciar que la sociedad se apropie de su patrimonio paleontológico, como ha hecho Argentina, afirman especialistas de la región.

En un artículo publicado en Nature Ecology & Evolution, un grupo de paleontólogas revela, tras analizar miles de registros de fósiles archivados en la Base de Datos de Paleobiología (PBDB), que 97 por ciento de los datos sobre fósiles del mundo proviene de investigadores de Estados Unidos y Europa (especialmente Alemania, Reino Unido y Francia).

El estudio también muestra que la historia colonialista, sumada a factores socioeconómicos como el producto interno bruto, la seguridad, la educación, la estabilidad política y el dominio del inglés, favoreció a las naciones de ingreso alto para que investiguen y publiquen sobre fósiles de países menos desarrollados.

Se le conoce como ciencia paracaídas (parachute science), cuando investigadores, generalmente de naciones desarrolladas, “se dejan caer” en otro país para investigar, en este caso fósiles, en ese territorio y se van sin compromiso con la ciencia y la comunidad local.

Muchos países de Latinoamérica establecieron regulaciones para proteger su patrimonio paleontológico, pero para Aline Ghilardi, coautora del artículo e investigadora del Departamento de Geología de la Universidad Federal del Río Grande del Norte (UFRN), con frecuencia pasan inadvertidos.

“La mayoría de estas leyes y reglamentos se incumplen, son ignoradas por investigadores extranjeros porque no conocen y no les interesa saber nuestras leyes y regulaciones. Es muy ventajoso para ellos usar lo que hay en estas tierras, reunir datos y producir conocimiento para mantener su poder en sus países”, dijo a SciDev.Net.

Según el estudio, los principales países destinatarios de la ciencia paracaídas en América Central y del Sur son Colombia, Ecuador, Panamá, Belice, El Salvador y Guatemala.

República Dominicana también es un paraíso para investigadores extranjeros interesados en comprar fósiles en ámbar a precios que resultan inalcanzables para investigadores locales, lo que propicia una desequilibrada generación de conocimiento paleontológico.

En contraste, Argentina, Brasil y México son los que producen más datos en paleontología. Pero solo Argentina está en la lista de los 15 países del mundo con mayor producción de datos, en parte debido a que logró controlar la extracción de fósiles para que sean estudiados por sus investigadores.

“Vimos cómo se extraían restos fósiles y nunca volvían. Por eso hubo distintas reformas constitucionales, al Código Civil y algunas leyes específicas y, sobre todo, demandas de la sociedad científica”.

Mónica García Correo, investigadora de la Universidad Nacional de Mar del Plata

“Aunque ocurre, en Argentina está controlado el tránsito de restos fósiles y paleontológicos”, dijo a SciDev.Net Mónica García Correo, investigadora de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

“Vimos cómo se extraían restos fósiles y nunca volvían. Por eso hubo distintas reformas constitucionales, al Código Civil y algunas leyes específicas y, sobre todo, demandas de la sociedad científica”, dijo.

María Teresa Dozo, vicedirectora del Instituto Patagónico de Geología y Paleontología en Chubut —uno de los territorios argentinos con mayor acervo paleontológico—, considera que el país, pese a sus problemas económicos, “escapó” del colonialismo en paleontología gracias a políticas en instituciones de ciencia y de educación universitaria.

Hay políticas “para la formación de nuevos paleontólogos; también agencias para la promoción de la investigación en paleontología y la profesionalización de la disciplina, (…) se promueve la creación de puestos trabajo como investigador para las áreas de la paleontología”, dijo a SciDev.Net.

A eso se suma “la existencia de una asociación argentina paleontológica de más de 50 años y una revista académica muy bien posicionada” internacionalmente.

Argentina se esforzó por “hacer de la paleontología una bandera local”, destacó Ghilardi. “Tienen muchos museos, programas para enseñar paleontología a niños; es una disciplina muy querida por los argentinos. Es algo que otros países latinoamericanos podríamos aprender”, agregó.

La paleontóloga mexicana Felisa Aguilar coincide. “En México le preguntas a la gente sobre dinosaurios mexicanos y probablemente responda especies que ve en la publicidad. En Argentina, la gente habla de Argentinosaurio, el Patagotitán; en Chile, el Chilesaurio. Te cuentan su historia, se apropiaron de ella”.

Aguilar coincidió, pero igualmente entiende que la disciplina se construyó, en muchos casos, gracias a la presencia y colaboración extranjera.

“Por ejemplo, la Facultad de Ciencias de la Tierra, de la Universidad Autónoma de Nuevo León, nace a través de una colaboración con una universidad alemana. Esto implicó que muchos de los profesores alemanes se radicaran en el país y formaran a este cuerpo de especialistas”, dijo a SciDev.Net.

Si bien los matices son necesarios, para las especialistas es pertinente visibilizar lo que pierden los países debido al colonialismo en paleontología. “Pierden soberanía y la posibilidad de contar su propia historia”, dice Dozo.

Este colonialismo, agrega Ghilardi, “afecta a la ciencia en su conjunto, no solo a la del Sur Global. Distorsiona cómo entendemos la vida en el pasado”.

> Enlace al artículo en Nature Ecology & Evolution