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Casi cuatro de cada diez investigadores argentinos con la más alta graduación académica trabajan en los Estados Unidos. Mejores condiciones económicas, la estabilidad laboral y el desarrollo personal dentro de sus disciplinas son algunas de las ventajas que aducen para optar por dejar su país de origen.


Así lo demuestra el artículo titulado Preocupa a la ciencia la fuga de cerebros, escrito por la periodista Nora Bär, en el diario La Nación, de Argentina. “La Argentina vende cosas baratas y lo que tiene más valor agregado lo regala: los científicos de alto nivel que formamos en nuestras universidades”, dijo la doctora Mariana Waissman, física de la Comisión Nacional de Energía Atómica.


La preocupación por la hemorragia de materia gris crece, entre otras cosas, porque mientras el sueldo que recibe un investigador después de completar su doctorado -que insume entre diez y doce años de estudio, a partir de la escuela secundaria- asciende a 800 pesos, los países desarrollados les ofrecen una cifra varias veces superior y todo tipo de facilidades para tentarlos.


Sin poder evitarlo, los científicos reconocidos ven cómo la sangre joven del sistema nacional de ciencia y tecnología fluye hacia horizontes más propicios.


Enlace con el artículo de La Nación