01/02/15

Nueva “fiebre del oro” debilita a la Amazonía

deforestacion_MinisterioAmbiente_Peru0301.jpg
Crédito de la imagen: Ministerio del Ambiente (MINAM) de Perú

De un vistazo

  • Muchas áreas deforestadas están peligrosamente cerca de áreas protegidas, advierte estudio
  • Años de más deforestación coinciden con aumento en demanda de oro tras crisis financiera global
  • Pero estudio no menciona interacción de minería con comunidades indígenas de zonas afectadas

Enviar a un amigo

Los detalles proporcionados en esta página no serán usados para enviar correo electrónico no solicitado y no se venderán a terceros. Ver política de privacidad.

Alrededor de 1.680 kilómetros cuadrados de selvas tropicales húmedas han sido deforestadas entre 2001 y 2013 debido a la minería de oro, según investigadores de la Universidad de Puerto Rico (UPR).  
 
Pese a que esa extensión representa menos del 1% del territorio total de la selva amazónica, muchas zonas deforestadas se encuentran peligrosamente cerca de áreas protegidas, a veces a menos de 10 kilómetros de distancia.
 
Precisamente estas áreas concentran la mayor parte de la biodiversidad de los bosques húmedos, alerta el estudio publicado en IOP Publishing (14 de enero).
 
La investigación evaluó zonas amazónicas de Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam, Guayana Francesa, Brasil, Ecuador, Perú y Bolivia.
 

Las comunidades indígenas tienen un papel importante en denunciar focos de actividad ilegal”.

Luz Marina Mantilla, Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas de Colombia 

La mayor pérdida de bosques se produjo entre 2007 y 2013, coincidiendo con un aumento significativo en la demanda de oro después de la crisis financiera mundial, explica a SciDev.Net Nora Álvarez, autora principal del trabajo e investigadora del Laboratorio de Ecología de Comunidades Tropicales de la UPR.
 
El reporte indica que más de 90 por ciento de la deforestación ocurrió en cuatro puntos clave: la ecorregión de selvas húmedas de Guyana (41 por ciento), el Sudoeste de la Amazonía (28 por ciento), los bosques húmedos de Tapajós-Xingú (11 por ciento, zona centro-oriental de Brasil) y los bosques húmedos de Magdalena-Urabá y del Valle de Magdalena (9 por ciento), en Colombia.
 
El estudio utilizó datos e imágenes satelitales de alta resolución de las áreas mineras o potencialmente mineras.
 
“Usando modelos de regresión lineal investigamos dónde ocurrió un cambio significativo entre los años 2001 y 2006, y entre 2007 y 2013. Así calculamos la pérdida de bosques en estas zonas y pudimos determinar dónde el cambio había sido estadísticamente significativo”, dice Álvarez.
 
La investigadora advierte que existe una relación entre minería y fuentes de agua: “La polución y los sedimentos generados por las actividades mineras pueden viajar grandes distancias a través de los ríos cercanos, lo cual afecta la calidad de agua para el uso de humanos, peces y otros tipos de vida”, subraya.
 
Luz Marina Mantilla, directora del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas de Colombia, comenta a SciDev.Net que aunque el artículo aporta información valiosa sobre las consecuencias de la minería ilegal en la Amazonía, no menciona la interacción que esta tiene con las comunidades indígenas de las zonas afectadas.
 
“En Colombia, por ejemplo, las actividades mineras se autorizan a través de una consulta pública. Las comunidades indígenas, que muchas veces viven en los sitios afectados por estas prácticas, tienen un papel importante en denunciar focos de actividad ilegal”, explica Mantilla.
 
“Es importante que las instituciones científicas que hacen investigación sobre la Amazonía puedan establecer alianzas, para combatir los vacíos de información que muchas veces existen en nuestros países, y que nos impiden tomar decisiones más apropiadas sobre cómo enfrentar estos problemas que acosan nuestros ecosistemas”, añade.