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La compleja relación entre el cambio climático y las enfermedades transmitidas por insectos requieren una investigación sólida, que no sea alarmista ni distraiga de otros factores igualmente importantes.

Para obtener una ciencia que sea óptima para el desarrollo, las agendas de investigación deben responder a las necesidades sociales y ofrecer una buena ciencia.

La investigación de las relaciones entre las enfermedades transmitidas por insectos y el cambio climático evidentemente se ajusta a una necesidad social. Enfermedades como la malaria, la fiebre del dengue y la fiebre del valle Rift —transmitidas por insectos vectores— son endémicas en muchas partes del mundo en desarrollo y matan millones de personas cada año. Por lo tanto, cualquier investigación que suministre mejores opciones para enfrentarlas, o para entender mejor los factores que pueden afectarlas debido al cambio climático, será invaluable.

El cumplimiento de la segunda condición es lo más difícil.

Sin duda, existe un vínculo entre las enfermedades transmitidas por insectos y el clima. Variables como la temperatura y las lluvias influyen sobre los vectores y el desarrollo de los parásitos y sus ciclos de vida, así como sobre los niveles de alimentación, y por lo tanto sobre las tasas de transmisión de las enfermedades.

Pero una serie de factores no climáticos también influye en la transmisión de las enfermedades, desde las condiciones de vida y las prácticas de riego hasta la resistencia a medicamentos, la infraestructura de salud y la urbanización.

Por lo tanto, no debemos entusiasmarnos, leyendo demasiado sobre el papel del cambio climático a costa de la investigación de otros factores desencadenantes de estas importantes enfermedades.

Mitos, modelos y más evidencias

A partir de esta semana ofrecemos un especial con varios artículos sobre el tema. En ellos se explora la evidencia a favor (y en contra) de la noción de que el cambio climático empeorará la incidencia de las enfermedades transmitidas por insectos, resaltando las brechas en nuestro conocimiento, y proporcionando asesoría a los diseñadores de políticas.

Un artículo de fondo resume los temas clave, incluyendo de qué manera el cambio en las precipitaciones y las temperaturas pueden afectar a vectores y patógenos; las prioridades estratégicas para hacer frente a una crisis potencial; y hasta dónde se ha probado científicamente que el cambio climático tendrá consecuencias sobre la propagación de las enfermedades (Ver: Cambio climático y enfermedades transmitidas por insectos: hechos y cifras ENLACE A F&F).

Qué tanto pueden los modelos predecir esos efectos es un tema particularmente espinoso en el debate, debido a las múltiples formas en las que el clima puede influir sobre la transmisión de enfermedades y la incertidumbre en cuanto a los modelos climáticos en sí mismos (Ver: enlace a Complejidad climática aviva debate sobre enfermedades).

La solución, de acuerdo con Jonathan Cox, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, es olvidarse por el momento de los modelos de predicción y enfocarse en una investigación que tenga más posibilidades de mejorar el control de la enfermedad, investigando cómo fortalecer los sistemas nacionales de vigilancia para detectar los brotes lo más temprano posible. (Ver: Mejor vigilancia: esencial para alerta temprana de malaria)

Ulisses Confalorieri, de la Fundación Oswaldo Cruz en Brasil, también resalta la necesidad de una mejor vigilancia. Exhorta además a tomar medidas para hacer que la gente sea menos vulnerable a la infección, mediante —por ejemplo—, un mejor saneamiento, vivienda y educación. Independientemente del cambio climático, estas medidas son cruciales para hacer frente a las enfermedades transmitidas por insectos en el mundo en desarrollo. (Ver: Enfrentar enfermedades transmitidas por insectos en cualquier clima).

Por su parte, Jai P. Narain, de la Oficina Regional de la OMS para el sudeste de Asia, subraya que la investigación es la necesidad del momento. Advierte que el cambio climático ya está influyendo en la propagación de enfermedades transmitidas por insectos, como la malaria, en el sudeste de Asia, mediante el aumento de eventos naturales como ciclones, tsunamis e inundaciones. Pero la relación entre cambio climático, desastres y enfermedades aún no es clara. Si los diseñadores de políticas quieren responder prudentemente, requieren más información. (Ver: Cambio climático trae desastres naturales y enfermedades).

Paul Reiter, médico entomólogo del Instituto Pasteur en Francia, debate si es el cambio climático el único que está causando un aumento de la malaria. Somete a consideración tres ‘mitos comunes sobre la malaria’: que el cambio climático está propagando la enfermedad en latitudes más altas; que está trepando a mayores altitudes; y que se está propagando a una velocidad alarmante a través del África sub sahariana. Estos mitos, dice, han surgido debido al alarmismo de los activistas del cambio climático, más que por verdades científicas o históricas. (Ver: Los mitos de la malaria con el cambio climático).

Definitivamente, necesitamos una comunicación responsable en esta área. Asefaw Getachew, asesor técnico principal de la Alianza para el Control y Evaluación de la Malaria en África, ofrece consejos a los periodistas que tratan de dar sentido a la complejidad e incertidumbre de la literatura científica. (Ver: El reto de informar sobre el cambio climático y la salud).

No hay fórmulas mágicas

Es cierto que aún no existe dictamen científico sobre el impacto del cambio climático en las enfermedades transmitidas por insectos. Pero la buena ciencia es crucial para ejercer una buena política, por lo tanto, los investigadores deben esforzarse por ofrecer una ciencia objetiva.

Esta tarea es urgente, pero no se debe acudir a fórmulas mágicas. Existe un delicado equilibrio que se debe alcanzar. Si no investigamos y confirmamos los efectos del cambio climático sobre la transmisión de enfermedades por insectos nos arriesgamos a perder un fuerte argumento que los políticos podrían tener para enfrentar el cambio climático.

Pero existe un peligro similar en poner demasiado énfasis en el cambio climático como el factor primordial, pues por ejemplo le quitaría fondos a otros factores clave que permiten la propagación de enfermedades.

La conclusión es clara. Para que los sectores de salud justifiquen las grandes sumas de dinero que necesitarán si el cambio climático acelera las enfermedades transmitidas por insectos, deben ser capaces de convencer a los gobiernos si ésta es realmente una prioridad principal. Para hacerlo, necesitarán sólidas evidencias científicas de la relación entre los dos.

Sian Lewis
Editor interino, SciDev.Net