27/04/10

Jurados populares son clave para políticas científicas

Los jurados populares están integrados por representantes de la comunidad Crédito de la imagen: Flickr/Adam Jones, Ph.D.

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La investigación científica y el desarrollo tecnológico repercuten en casi todo lo que hacemos, desde la forma de comunicarnos hasta los alimentos que comemos. Pero su potencial para impulsar el desarrollo es aun más importante, ya sea a través de variedades mejoradas de cultivos para hacer frente al cambio climático o de nuevas vacunas para enfermedades mortales como la malaria.

Cada vez hay más consenso sobre la idea de que tomar conciencia de este potencial exige un enfoque participativo de la ciencia y la tecnología para garantizar que la investigación se ocupe de necesidades reales y sus resultados se apliquen ampliamente.

La experiencia ha demostrado repetidas veces que las comunidades tienen más probabilidades de utilizar las nuevas tecnologías si han participado en su definición y desarrollo (Ver Apropiación, clave en proyectos nano para tratar aguas).

Basadas en este objetivo, las Conferencias de Consenso Ciudadano (CCC), también llamadas "jurados populares", constituyen una poderosa herramienta para lograrlo. Las CCC, creadas en Dinamarca en la década de los años noventa, son pequeños grupos de personas que se reúnen para debatir temas científicos o tecnológicos clave y proponer soluciones políticas.

Sus integrantes se eligen de forma aleatoria o porque reproducen la composición de la población de la localidad.

Las CCC escuchan los argumentos de un grupo de especialistas y disponen de la ayuda de profesionales para llegar a un acuerdo sobre cómo tratar el problema en cuestión. Sus conclusiones se presentan a las autoridades competentes y se difunden a través de los medios de comunicación. Su funcionamiento se asemeja al de un jurado, en el sentido de que el grupo se disuelve una vez formuladas las recomendaciones.

Un comienzo prometedor

Argentina fue un actor pionero en el uso de las CCC, conocidas en el ámbito local como ‘diálogos ciudadanos‘: la primera experiencia tuvo lugar en Avellaneda, cerca de Buenos Aires, la capital del país, en agosto de 2000. El primer diálogo, titulado ‘la genética en debate’, puso de manifiesto que Argentina iba por delante en la discusión de este tipo de asuntos, cuando faltaba un año entero para que se descubriera la primera secuencia del genoma humano.

Más tarde de ese mismo año, se convocó otro diálogo para debatir sobre ‘semillas y alimentos transgénicos’ en Pergamino, declarada ‘Capital Nacional de la Semilla’, puesto que concentra la mitad de las ventas de semillas para uso agrícola del país.

Estas experiencias fueron las primeras CCC realizadas en español en el mundo.

La convocatoria de los diálogos fue muy exitosa. El jurado estaba integrado por 30 ciudadanos locales, seleccionados entre alrededor de 50 personas que se habían inscrito para participar, y tras celebrar largos encuentros durante cuatro semanas seguidas, cada uno redactó un informe con sus conclusiones y recomendaciones para la formulación de políticas, que fue presentado ante las autoridades municipales.

Los organizadores, los expertos invitados, los ciudadanos participantes y las autoridades municipales quedaron ampliamente satisfechos con los resultados de estas primeras experiencias, que sentaron una base sólida para poder ser replicadas a escala nacional.

Abandono del proyecto

Sin embargo, la tercera conferencia, sobre ‘tecnologías de la información y libertad’, que estaba programada para octubre de 2000, se suspendió y desde entonces no se han vuelto a realizar más diálogos.

¿Por qué? En gran medida, la disolución de las CCC se debió a la caída en desgracia del vicepresidente del país, Carlos Álvarez, en octubre de 2000. Álvarez era el principal impulsor del proyecto y tras su renuncia hubo una reticencia generalizada a hacerse cargo de una iniciativa asociada a su nombre.

Pero la indiferencia de los medios de comunicación (en particular de los editores de ciencia de los principales diarios y canales de televisión), así como de destacados académicos especializados en comunicación de la ciencia e investigación participativa, también incidieron. Las innovaciones en la traducción del conocimiento científico que plasman iniciativas como las CCC, exigen periodistas dispuestos a investigar, comprender y comunicar nuevas metodologías, y éstos, por desgracia escasean en la Argentina.

Las autoridades políticas también son responsables: muchos políticos no eran partidarios de utilizar las conclusiones de los diálogos para tomar decisiones: es sabido que los políticos argentinos son indiferentes a las opiniones de los ciudadanos excepto si se refieren a las próximas elecciones. Urge realizar un análisis riguroso de esta apatía.

Diez años después, la Argentina batalla por legislar y obtener consenso social en temas como la investigación sobre células madre y nanotecnología, y es hora de resucitar las CCC.

Se constituyen en un medio fundamental para medir la opinión pública, garantizar que las nuevas leyes satisfacen las necesidades y demandas locales y obtener apoyo social, objetivos que no deberían verse obstruidos solo porque su antiguo defensor ha perdido reconocimiento.

Los políticos deben tomar conciencia del enorme potencial que tienen las CCC para ayudarlos a diseñar políticas científicas relevantes y eficaces, y los medios deben comprometerse con la difusión de sus resultados. Después de todo, los medios deberían representar la voz del pueblo. Lamentablemente, esta secuencia lógica suena casi a ciencia ficción en la Argentina de hoy.

Alberto Díaz es director del Centro de Investigación y Desarrollo en Tecnología Industrial del INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) y profesor de la Universidad Nacional de Quilmes (Argentina).

Ricardo A. Ferraro es profesor de Política y Gestión de la Ciencia y Tecnología en la Universidad de Buenos Aires (Argentina) y asesor de la UNESCO.