02/12/08

Argentina: CyT vuelve a la agenda del desarrollo

La ciencia y tecnología están haciendo un espectacular regreso a la agenda del desarrollo en Argentina Crédito de la imagen: TDR / Crump

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Después de más de 40 años de persecución activa seguida por años de indiferencia gubernamental, la ciencia y la tecnología (CyT) están haciendo un espectacular regreso a la agenda de desarrollo en la Argentina.

Considerada como un terreno fértil para el disenso político, la academia fue blanco de la represión de los gobiernos militares argentinos desde la década de los años sesenta a la de los ochenta. El área continuó sufriendo en los noventa bajo el Presidente Carlos Menem, quien no estaba interesado en la investigación, y a lo largo de la crisis financiera.

Pero ahora la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha dicho que ella ve la ciencia como "clave para el futuro económico de la nación".

Luego de su elección en octubre de 2007, Fernández creó un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y espera aumentar la inversión del país en CyT de 0.66 por ciento en 2007 a uno por ciento en 2010.

Para retener a los científicos y lograr que regresen del extranjero, el gobierno planea incrementar sus salarios mensuales en 30 por ciento, para llegar a alrededor de US$1.000 al mes; aumentar el presupuesto estatal de 2009 para fondos concursables de investigación en 40 por ciento y construir un complejo científico de US$50 millones en Buenos Aires (ver Argentina: nuevos acuerdos de cooperación científica).

Los donantes internacionales proporcionan hoy en día varios de los fondos para la ciencia. Con el fin de retener a los científicos de nivel internacional, el gobierno intenta equiparar esos fondos y ofrecerles sumas equivalentes.

Mientras muchos científicos argentinos se han visto incentivados por estas medidas, otros recuerdan la ‘desaparición’ de sus colegas y estudiantes durante los años de gobierno militar. Para algunos académicos que se han instalado cómodamente en el exterior, los incentivos no son suficientes para desarraigarse e instalarse de vuelta en su país.

Enlace al artículo completo en Nature