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Muchos países de América Latina hacen grandes anuncios que no se traducen en fondos estables para I&D, cuando deberían priorizar las estrategias a largo plazo.

A primera vista, la ciencia en América Latina y el Caribe parece próspera.

Indicadores clave, como la inversión en investigación y desarrollo (I&D), el número de científicos y las publicaciones arbitradas, así lo demuestran. Un informe de 2008 de la Red Iberoamericana e Interamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT por sus siglas en inglés) muestra que la inversión en ciencia y tecnología (CyT) a través de la región creció 60 por ciento entre 1997 y 2006.

El número de investigadores y técnicos se incrementó en la región un 85 por ciento, mientras se duplicó la producción científica, medida por el número de documentos incluidos en el Índice de Citación Científica (Ver: Fuerte aumento de la inversión latinoamericana en CyT).

Pero una mirada más detenida a las cifras, muestra que mientras la ciencia en la región, como un todo, puede estar en la cima, no es lo mismo para todos los países. De hecho, la distribución de recursos e inversión en CyT es muy desequilibrada. Cuatro países dominaban la producción científica en la región en 1997: Brasil, Argentina, México y Chile, y aún hoy lo hacen.

En 1997, esos cuatro países representaban alrededor del 90 por ciento de la inversión en I&D en la región y más del 90 por ciento de los científicos. La situación seguía igual hasta 2006.

Es común la inestabilidad del financiamiento

¿Por qué la contribución del resto del continente es tan escasa?

Muchos factores son responsales. Pero uno que no ayuda es la falta de respaldo estable para la CyT en los países. La construcción de una base científica requiere planificación e inversión de largo plazo. Puede tomar años antes de que un programa de investigación, como el estudio de una nueva vacuna o medicamento, por ejemplo, se conviertan en productos útiles, que respondan a las necesidades socioeconómicas.

Pero tales programas dependen de presupuestos estables y anuales para la ciencia, lo cual es raro en América Latina y el Caribe.

Ecuador es quizás el mejor ejemplo de cómo la inestabilidad en el financiamiento puede paralizar la producción científica de un país. Mantenerse en la cima de la política científica en ese país puede marear: el gobierno parece estar en una montaña rusa, asumiendo compromisos determinantes un día y recortando presupuestos al día siguiente. En octubre del año pasado, Ecuador comprometió US$ 76 millones para la investigación científica y de pronto, en febrero, sólo cuatro meses después, anunció un tremendo recorte de 75 por ciento en el presupuesto asignado a la ciencia (Ver: Ecuador: US$76 millones a investigación científica y Nuevo recorte de presupuesto científico en Ecuador)

Los resultados de este tipo de inestabilidad son claros: en las pasadas cuatro décadas, las 73 universidades y politécnicos de Ecuador publicaron en promedio tan sólo cuatro documentos cada cinco años.

Brasil ilustra el otro lado de la medalla. Ha mantenido un crecimiento constante en el apoyo del gobierno para la CyT, logrando duplicar el financiamiento entre 2000 y 2007. El país actualmente está inyectando casi US$ 20 mil millones anuales a la CyT, más de la mitad de todo el financiamiento para I&D de América Latina y el Caribe.

No hay mesura en los discursos

Muchos políticos parecen estar comprometidos con la CyT, y ciertamente, pueden hablar y hablar sobre el tema. Tomando solamente la información desde el pasado año, escuchamos al vice presidente de Bolivia exhortar a las universidades a invertir más en la ciencia; al vicepresidente colombiano afirmar que el país acelerará su sistema de innovación; y a la Secretaría ecuatoriana de CyT anunciar el otorgamiento de US$ 9 millones en becas para capacitar mejor a los científicos (Ver: Bolivia: ‘menos abogados y más científicos’, Vicepresidente de Colombia da nuevo impulso a la innovación y Ecuador: US$ 9 millones para formar investigadores).

Pero cuando se trata de un compromiso a largo plazo, sus palabras suenan huecas. Hay mucha más inversión política al anunciar una inversión inmediata de varios millones de dólares para promover el financiamiento científico que al planificar una estrategia de financiamiento de largo plazo y sostenible.

Así, los políticos caen en la trampa de hacer anuncios apresurados sin haber analizado las implicancias de llevar a la práctica tales decisiones.

Por ejemplo, en Venezuela, el presidente Hugo Chávez ha exhortado a reformar los institutos científicos del país, y a comienzos de este año anunció que iba a crear alrededor de 40 nuevas universidades. Pero el dinero para hacerlo tiene que venir de alguna parte y los científicos de todo el país se quejan de los recortes y afirman que Chávez no tiene los recursos para respaldar sus propuestas (Ver: Venezuela: crece tensión entre gobierno y científicos).

Si los demás países de América Latina y el Caribe quieren imitar a Argentina, Brasil, Chile y México y convertirse en actores mundiales de la CyT, deben concentrarse en una estrategia de financiamiento de largo plazo, incluso si ésta se produce a expensas de los votantes, o de emitir pronunciamientos no muy mediáticos.

Luisa Massarani
Coordinadora de SciDev.Net para América Latina y el Caribe

Sian Lewis
Editora Comisionada, SciDev.Net