04/05/14

Chile requiere un Ministerio de Ciencia independiente

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Crédito de la imagen: Estudiantesdearquitectura.cl

De un vistazo

  • Chile discute la necesidad de una nueva política de desarrollo científico y la reformulación de su actual gobernanza para la ciencia
  • Una propuesta es la creación de un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación
  • Entre sus ventajas, esto evitaría que la ciencia sea capturada por las agendas de otro ministerios, opina Pablo Astudillo

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No avanzar en la creación de un Ministerio de Ciencia e Innovación sería un grave retroceso, dice Pablo Astudillo.

La institucionalidad pública para la ciencia chilena lleva años de cuestionamientos e intentos de reformas que no han demostrado resultados positivos. La principal consecuencia ha sido reducir el aporte de la ciencia principalmente a su dimensión económica, bajo el paradigma de una “ciencia para la competitividad” en la búsqueda de una “economía del conocimiento”.
 
Como consecuencia, actualmente se discute la necesidad de una nueva política de desarrollo científico y la reformulación de la actual estructura de gobernanza para la ciencia.
 
Este debate se ha revitalizado en gran medida gracias al trabajo que hemos sostenido con la Fundación Más Ciencia y su movimiento ciudadano, donde planteamos que dicha gobernanza adopte la forma de un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y proponemos formular un nuevo plan nacional de desarrollo científico, cuya construcción considere la voz de todos los actores pertinentes.
 
 
Buscando opciones
 
Entre las distintas opciones de gobernanza que se han propuesto en los últimos años, se cuentan la restitución del carácter de consejo asesor del gobierno que tuvo hasta 1973 la actual Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica, CONICYT, o establecer comités interministeriales o formas ministeriales para las cuales no existen ejemplos relevantes a nivel mundial.
 
Durante el 2012, el anterior gobierno de Sebastián Piñera propuso otra medida: trasladar al Ministerio de Economía las agencias de fomento científico, que en Chile están alojadas en una multiplicidad de reparticiones y ministerios.
 
La idea recibió un contundente rechazo de parte del mundo académico y científico, lo que motivó al Gobierno a convocar a una comisión asesora que a mediados de 2013 recomendó crear un Ministerio de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (MESCTI).
 
En marzo pasado, y cuando faltaban solo días para finalizar su mandato, el Gobierno de Piñera envió al Parlamento el proyecto de ley que creaba este ministerio.
 
Hasta la fecha, no hay señales de que la actual administración de Michelle Bachelet haya avanzado en la tramitación de dicho proyecto, retrasando la discusión parlamentaria de una propuesta tan importante y necesaria para el país [1].
 

“Un ministerio reduciría la fragmentación de agencias y recursos que presenta hoy el actual sistema nacional de ciencia e innovación”.
 

Pablo Astudillo

 
Ciencia y beneficios económicos
 
Por ahora, en cambio, sigue primando una visión de la política científica nacional concebida como “ciencia e innovación para la competitividad”. Esto se refleja en la creación en 2005 del Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad, organismo que asesora al Presidente de la República en las decisiones sobre dichas materias. A esto se suma el creciente y casi hegemónico rol del Ministerio de Economía en estas materias.
 
Aún más, el programa presidencial de Michelle Bachelet proponía crear una Subsecretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación en el Ministerio de Economía, evocando la polémica propuesta de 2012 ya rechazada por diversos actores.
 
No obstante, no hay evidencia de que una política científica donde la investigación sea reducida sólo a su rol económico en la mejora de la productividad y competitividad del país, tenga resultados positivos. La propia experiencia chilena lo está demostrando.
 
Por ejemplo, a casi diez años de instaurada la visión de la ciencia como un medio para alcanzar una mayor competitividad, las cifras de innovación y competitividad nacionales parecen estancadas. Entre 2009 y 2013 Chile cayó del puesto 39 al 46 (2013) en el Índice de Innovación Global, mientras que en el Ranking de Competitividad Global del Foro Económico Mundial descendimos del puesto 28 al 34 entre 2008 y 2013.
 
Asimismo, estudios locales [2] confirman que la inversión en I+D se mantiene bajo 0,4 por ciento del PIB (la más baja entre los países OCDE), limitando aún más las posibilidades de desarrollo de la ciencia.
 
Un ministerio independiente
 
En vez de disputar la visión de una ciencia para la “economía”, creemos que el foco debiera ponerse en la necesidad de reconocer otros aspectos igualmente importantes en los que la investigación científica juega también una vital contribución, en particular a nivel de desarrollo social, cultural y de políticas públicas.
 
Para avanzar hacia una nueva política de desarrollo científico que abarque esas dimensiones, consideramos fundamental la creación de una institucionalidad de rango ministerial independiente. Creemos que esta es la única vía para que la ciencia no sea capturada por las agendas de ministerios cuya misión principal no se relaciona directamente con la ciencia.
 
Asimismo, se evitaría que, al menos administrativamente, la política científica opere bajo lógicas de otras carteras.
 
Es, además, el único camino para asegurar que la investigación científica permita influir en los diversos ámbitos de desarrollo del país, actuando al más alto nivel político, lo que no logra necesariamente en Chile la figura de un “consejo”. Un ministerio reduciría de paso la fragmentación de agencias y recursos que presenta hoy el actual sistema nacional de ciencia e innovación, otorgando además un necesario accountability político.
 
Ni la mejor política científica será implementada exitosamente sin una institucionalidad que cuente con dichas capacidades, y ningún progreso serio podrá realizarse respecto a una nueva política pública para la ciencia mientras no se concrete una nueva institucionalidad de rango ministerial para la ciencia.
 
Por otra parte, la única manera de avanzar hacia una política científica integradora y democrática, cuyos beneficios sean ampliamente distribuidos a nivel social, cultural y económico, es reconociendo la transversalidad de la ciencia multidisciplinaria como agente de desarrollo y evitando imponer agendas ideológicas que representen los intereses de grupos particulares, sean éstos económicos o de presión política.
 
Es de esperar que la agenda de innovación que presentará el Gobierno este mes [3], incorpore estos elementos, al igual que el aporte de todos los sectores pertinentes, incluyendo la ciudadanía y la comunidad científica.
 
No obstante, que constituiría un grave retroceso el no dar continuidad al proyecto de ley que crea el MESCTI, será labor del Parlamento discutir detalles aún en disputa, como la inclusión de Educación Superior en dicho ministerio. Pero no podemos persistir en una institucionalidad científica que, transcurrida ya casi una década desde su implementación y pese al encomiable esfuerzo de la comunidad científica, no está demostrando los resultados esperados.

Pablo Astudillo es ingeniero en Biotecnología Molecular de la Universidad de Chile, y doctor en Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Además, es fundador del movimiento “Más Ciencia para Chile” y de la Fundación Más Ciencia, donde se desempeñó como secretario en el período 2013-2014.