19/10/15

Radar Latinoamericano: La ciencia, menos (y más) machista

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Crédito de la imagen: Ministerio de Ciencia de Argentina

De un vistazo

  • La desigualdad de género en la ciencia se observa incluso en naciones con cierta paridad
  • La falta de perspectiva de género también se verifica en la forma y los resultados de la investigación científica
  • La solución es fácil si se da lugar a suficientes mujeres por tiempo suficiente en puestos altos

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En Física clásica, el problema de tres cuerpos es de lo más frustrante.

Si hay dos cuerpos con masa —digamos un sol y un planeta—, la Física de Newton permite saberlo todo a partir de un conjunto de condiciones iniciales; ah, pero agregue un tercer cuerpo —una luna, digamos— y todo se fastidió: ya no hay una solución analítica única, elegante, tranquilizadora[1].

En estudios de género la cosa es peor. El problema de dos cuerpos (apenas dos) ya viene envenenado: o no tiene solución o, si la tiene, es a costa de uno de los cuerpos. La metáfora es de Mary Ann Mason, de la Universidad de Berkeley, estudiosa de la situación laboral de mujeres científicas. Describe a las parejas en que ambos tienen doctorado como “el problema de dos cuerpos”, que desemboca en que “un cuerpo debe ceder ante la carrera del otro y es mucho más probable que ese cuerpo sea el de la mujer”. Su conclusión es alarmante: “La formación de una familia afecta negativamente a la carrera académica de la mujer, pero no a la del hombre” [2].

Paridad Numérica

Para la iniciativa internacional GenderInSite (Género en Ciencia, Innovación, Tecnología e Ingeniería), “el sesgo de género en la ciencia es un problema universal”[3]. Citando investigaciones en 66 países concluyen que persisten “fuertes estereotipos sobre género y ciencia, incluso en naciones con altos niveles de igualdad de género”.

El problema demanda ingenio teórico, como el de un estudio en Australia con enfoque ecológico[4]. La idea es intrigante: así como la sobrevivencia de una población requiere de una tasa mínima de nacimientos, una carrera académica exige una tasa mínima de publicaciones. Pero la noción de tasa incluye la variable “tiempo”, que no es simétrica para una investigadora con responsabilidades familiares y para un hombre con una carga menor (o nula).

La numeralia es compleja. Alessando Bello, consultor de UNESCO, afirmó que “América Latina tiene la mayor proporción de investigadoras del mundo, cerca de 45 por ciento, mucho mayor que en los países desarrollados”[5].

Empero, Gloria Bonder, coordinadora de la Cátedra Regional UNESCO Mujer, Ciencia y Tecnología en América Latina, advierte que esta presencia “decrece notablemente en los más altos puestos de decisión”. Si bien las mujeres “predominan en las ciencias sociales, médicas y humanidades”, faltan en las ingenierías, donde las cifras regionales son horribles: 27,4 por ciento en Uruguay, 22 por ciento en Brasil, 19 por ciento en Costa Rica, 17 por ciento en Argentina, 12 por ciento en México[6].
 

Machismo donde más duele

¿Es posible que los sesgos de género, tan claramente cuantificados ya, hayan producido a su vez sesgos menos evidentes en otras áreas de la actividad científica?

Este agosto, Nature Climate Change publicó un revelador artículo sobre consumo energético en edificios. Históricamente, las regulaciones de clima para oficinas están basadas en modelos térmicos para el hombre promedio occidental de la década de 1960 “y pueden sobreestimar el ritmo metabólico femenino hasta en 35 por ciento”[7]. La radio pública estadounidense se puso juguetona con la cabeza de la nota respectiva: “Mujeres, hay una razón por la cual tiritan en la oficina”[8].

Bonder tiene su lista: un estudio sobre uso de aspirina en enfermedades cardiovasculares empleó más de 22.000 hombres, cero mujeres; otro, sobre factores de riesgo en presión arterial, llegó a casi 13 mil hombres, ninguna mujer; en sentido perversamente inverso, muchos estudios sobre trastornos en conductas alimenticias incluyen sólo mujeres.

Y entonces… llegó el viagra y lo cambió todo.

El “viagra femenino”, quiero decir.

Podía haber sido una noticia rutinaria en Estados Unidos: una farmacéutica vería aprobada su droga —flibanserina— para aumentar la libido de mujeres con bajo apetito sexual. Un “viagra rosa”, según varios medios.

Excepto que no lo es. Mientras que el viagra —citrato de sildenafil— actúa potenciando el efecto del óxido nítrico en el cuerpo cavernoso del pene, con un mecanismo de acción bien caracterizado[9], la flibanserina altera el metabolismo de neurotransmisores en el cerebro y “se desconoce el mecanismo por el cual mejora el deseo sexual”[10]. Se comprende que hayan saltado en seguida las alarmas de género, pero suenan desde ambos lados de la cerca.

Cindy Pearson, de la Red Nacional de Salud de la Mujer, en Estados Unidos, reconoció que algunos grupos feministas reclaman que “hay numerosos tratamientos para la disfunción sexual masculina (…) pero ninguno para la forma más común de disfunción sexual en mujeres”. Sólo que la lista de efectos negativos de la flibanserina, y de áreas poco estudiadas de su funcionamiento, es larga y alarmante. Pearson alega que abogar por una droga que aumenta la libido, pero que sea segura, “no es sexista; de hecho, es feminista”[11].

El problema que persiste es la falta de perspectiva de géneros —en plural— en la agenda de investigación científica. Debe atenderse en todas las escalas en que es relevante. Por ejemplo, un libro reciente de la Universidad Nacional Autónoma de México y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo sobre miradas de género en cambio climático tiene una brillante frase de apertura: “El cambio climático no es neutral”[12].

La ciencia haría mal en seguir ignorando una mitad del cielo. Un reporte internacional de UNESCO[13] alerta que “la ausencia de mujeres en ciencia ha afectado las prioridades de investigación” y da un diagnóstico directo: “Las agendas de ciencia han sido dominadas por hombres blancos y reflejan, en consecuencia, visiones masculinas de lo que es importante y relevante.

Las mujeres no han estado presentes por tiempo suficiente, o en números suficientes, para que sepamos si la ciencia sería ‘diferente’ si fuese dirigida con igualdad por mujeres y hombres”.

Es el diagnóstico de un mal con remedio inequívoco: demos la bienvenida a suficientes mujeres, por suficiente tiempo, dirigiendo la investigación científica.

“Dos cuerpos”, con paridad.

¿Cuál es el problema?
 

 

References

 

[1] news.sciencemag.org/physics/2013/03/physicists-discover-whopping-13-new-solutions-three-body-problem
[2] www.slate.com/articles/double_x/doublex/2013/06/female_academics_pay_a_heavy_baby_penalty.single.html
[3] genderinsite.net/explicit-and-implicit-gender-bias-in-science-vary-by-country-remain-widespread/
[4] www.scidev.net/global/capacity-building/news/research-metrics-penalise-part-time-women-researchers.html
[5] www.scidev.net/america-latina/genero/scidev-net-en-accion/las-mujeres-y-su-espacio-en-la-ciencia-en-america-latina.html
[6] www.cepal.org/12conferenciamujer/noticias/paginas/0/49920/Gloria-Bonder-presentacion-panel6-CRM_XII.pdf
[7] www.nature.com/nclimate/journal/vaop/ncurrent/full/nclimate2741.html
[8] www.npr.org/sections/health-shots/2015/08/04/429005094/women-theres-a-reason-why-youre-shivering-in-the-office
[9] www.accessdata.fda.gov/drugsatfda_docs/label/2007/020895s027lbl.pdf
[10] www.fda.gov/NewsEvents/Newsroom/ComunicadosdePrensa/ucm458939.htm
[11] www.washingtonpost.com/posteverything/wp/2015/06/08/im-a-feminist-heres-why-i-dont-support-the-female-viagra/
[12] Ímaz, M., et al. (Coord.): "Cambio climático, miradas de género". México: UNAM, PNUD, 2014.
[13] unesdoc.unesco.org/images/0015/001540/154045e.pdf, pp. 128-136.