25/06/12

Científicos critican falta de urgencia en acuerdo Río+20

Mientras el sol se pone en Río+20, científicos expresan dudas sobre si los acuerdos realmente anuncian un nuevo amanecer para el desarrollo sostenible Crédito de la imagen: Flickr/Christian Haugen

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[RIO DE JANEIRO] La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible (Río+20) culminó el pasado viernes (22 de junio) con un acuerdo internacional sobre la necesidad de que todos los países se comprometan a lograr un desarrollo sostenible.

El acuerdo inmediatamente fue atacado desde diversas orillas por su falta de detalle sobre cómo lograrlo, y la ausencia de compromisos financieros por parte del mundo desarrollado.

Los críticos de las comunidades científicas y técnicas también señalaron que carece de un adecuado reconocimiento sobre la importancia de la ciencia para alcanzar el desarrollo sostenible, y de detalles sobre los mecanismos para facilitar la transferencia de tecnología requerida para hacerlo posible.

Sin embargo, el acuerdo podría conducir a una interrelación más sólida entre ciencia y política. Y las promesas voluntarias anunciadas al margen de los procedimientos formales de la conferencia, podrían, si se concretan, impulsar significativamente las tecnologías sostenibles en el mundo en desarrollo.

Este artículo es parte de nuestra cobertura de los preparativos para Río+20, la Conferencia sobre Desarrollo Sostenible de la ONU (20 a 22 de junio 2012). Para otros artículos, ingrese a Ciencia en Río+20

Algunos de los 188 jefes de estado y gobiernos, así como ministros, se reunieron durante tres días (20 a 22 de junio) en Río+20, Brasil, para aprobar el documento final de 53 páginas, El futuro que queremos.

Esta Cumbre fue diferente en importantes aspectos de su predecesora, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Ambiente y Desarrollo o Cumbre de la Tierra, realizada en 1992 también en Río de Janeiro.

El resultado de la reunión anterior fue una amplia declaración de intenciones, sin personalidad jurídica, y de la que nunca se esperó oficialmente que incluyera compromisos de nuevos financiamientos.

En cambio, la meta de Río+20  era abordar formas de implementar la agenda de desarrollo sostenible acordada en 1992 pero que sigue sin cumplirse en gran parte, así como afrontar temas ambientales, sociales y económicos que han surgido desde entonces.

En diversos temas, el documento dejó desconcertadas a las comunidades científicas y de ingeniería.

Por ejemplo, los científicos esperaban que el texto expresara la urgencia, basada en la experiencia acumulada, de que muchos de los sistemas del planeta están ahora bajo una peligrosa presión que amenaza el número de peces y las cadenas terrestres de alimentos.

Pero resultó imposible conciliar este aspecto en una declaración, ni su apoyo implícito para limitar el crecimiento económico, con el objetivo principal, a saber cómo sacar a más de mil millones de personas de la pobreza extrema, una tarea para la cual muchos dicen que el crecimiento económico sigue siendo esencial.

En consecuencia, el resultado probablemente sea “el desarrollo sostenible como de costumbre” en vez de una acción en la escala que la evidencia científica exige ahora, dijo Gisbert Glaser, asesor principal del Consejo Internacional de Ciencia (ICSU por sus siglas en inglés).

Las comunidades de investigación también se quejaron de que no se le haya dado a la ciencia la misma importancia como componente sustancial de las soluciones de desarrollo sostenible como sí se hizo en los documentos generados en la cumbre de 1992.

Específicamente, ninguna sección del documento final incluye la palabra “ciencia” como título.

“Simplemente, no entendemos por qué el documento no tiene una sección sobre ciencia. Esta carencia envía un muy desafortunado mensaje a la comunidad científica global y a sus patrocinadores”, dijo Steven Wilson, director ejecutivo de ICSU.

Sin embargo, el acuerdo proporciona una serie de posibilidades que permiten una mejor integración de la ciencia en las decisiones políticas.

En particular, las naciones “invitan” a la Asamblea General de la ONU a “actualizar” y “fortalecer” el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) con sede en Nairobi, proceso que probablemente otorgue al programa un financiamiento más seguro y composición universal.

Actualmente, el PNUMA depende básicamente de las contribuciones voluntarias y de un consejo de gobierno compuesto por 58 estados miembros de la ONU.

Los cambios en el PNUMA incluirán una relación más fuerte entre ciencia y política para mejorar la toma de decisiones basada en evidencias. El PNUMA también difundirá información ambiental basada en evidencias, desarrollará capacidades en los países, y apoyará y facilitará el acceso a tecnologías sostenibles.

La reunión también decidió reemplazar la Comisión de Desarrollo Sostenible (CDS por sus siglas en inglés) —entidad establecida en 1992 para asegurar el seguimiento efectivo de la primera Cumbre de la Tierra— por un ‘foro de alto nivel político’, que tendrá mayores competencias para garantizar el cumplimiento de los compromisos de desarrollo sostenible.

El futuro que queremos señala que el nuevo foro “podría” fortalecer la relación ciencia/política “a través de la revisión de la documentación que reúna la información y las evaluaciones dispersas… bajo la forma de un informe de desarrollo global sostenible”.

Y las naciones acordaron iniciar un proceso para la creación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en los que la comunidad científica estará “plenamente involucrada”.

Las constantes referencias del documento a la necesidad de crear capacidades científicas en los países en desarrollo presionará a los gobiernos, donantes de la ciencia y organizaciones de las Naciones Unidas a hacer más al respecto, afirmó Glaser.

Sin embargo, varias referencias en el documento sobre la importancia de la tecnología para ayudar a los países en desarrollo a satisfacer sus necesidades económicas, sociales y ambientales han recibido críticas en dos frentes.

En términos generales, de acuerdo a varias ONG, esas referencias dan la impresión de que muchos problemas de sostenibilidad pueden resolverse con “soluciones tecnológicas”.

En contraste —y sin que el documento lo mencione— el pensamiento reciente sobre el cambio global dentro de las comunidades de investigación las ha conducido a replantearse sus programas como empresas multidisciplinarias más adecuadas para enfrentar los complejos problemas inherentes a la consecución de una economía verde.

“Es bueno apoyar el lenguaje sobre tecnología (en el texto final), nosotros lo apoyamos totalmente”, señaló Glaser.

“Sin embargo, también necesitamos nuevos conocimientos de la economía verde, por ejemplo (lo que viene de) las ciencias sociales, ciencias de la conducta y del conocimiento de los patrones de consumo. Y no hay nada en el texto final que diga que necesitamos ese nuevo conocimiento”, añadió.

Una segunda crítica es que no hubo acuerdo sobre las formas de entregar la transferencia de tecnología a través de mecanismos no comerciales (un fondo internacional, por ejemplo).

Este sentimiento fue expresado de manera particularmente fuerte por el Grupo de los 77 (una coalición de países en desarrollo diseñada para promover los intereses económicos colectivos de sus miembros ante las Naciones Unidas).

Sobre este tema, el texto simplemente pide a la ONU identificar los posibles pasos para mejorar el acceso de los países en desarrollo a las tecnologías limpias, y formula recomendaciones a su 67º Asamblea General, que se realizará en setiembre de este año.

El texto ha “pasado por alto” temas fundamentales para los países en desarrollo, como el financiamiento de la transferencia tecnológica, precisó Quamrul Chowdhury, principal negociador del Grupo de los 77+China.

En una nota más prometedora, desde el primer momento de las negociaciones, el secretario general de Río+20, Sha Zukang, pidió a los gobiernos, bancos de desarrollo, sector empresarial y grupos de la sociedad civil registrar voluntariamente sus compromisos como una forma de eludir los retos de los acuerdos multilaterales.

Para el viernes por la noche, el “compendio de compromisos” contaba con 692 promesas, con un estimado de US$513 mil millones movilizados a partir de los 13 compromisos principales.

Parte de este dinero será usado para financiar el uso de tecnologías más sostenibles, incluyendo un gran compromiso de un consorcio de bancos de desarrollo para financiar el transporte sostenible.

‘Energía Sostenible para Todos’, un proyecto lanzado por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, que aspira a lograr, para 2030, metas en el acceso y eficiencia de la energía y en energías renovables, recibió compromisos por valor de más de US$50 mil millones de parte de empresarios e inversionistas.

La ONU anunció que más de 50 gobiernos de África, Asia, América Latina y de los pequeños estados insulares en desarrollo están llevando a cabo planes y programas de energía.

Al comentar los resultados globales de Río+20, Helena Nader, presidenta de la Asociación Brasileña para el Progreso de la Ciencia, dijo que estaba desilusionada con el documento final.

“Es débil —carece de enfoque— y tiene importantes lagunas”, precisó Nader, y añadió que no reflejaba de manera adecuada la gran cantidad de trabajo que se realizó para producirlo. “Es un paso atrás. La ciencia casi no existe a lo largo del documento”, subrayó.

Achim Steiner, director ejecutivo del PNUMA, admitió que varios científicos verán el documento final como un fracaso en su intento por “(cambiar) nuestra trayectoria en los años venideros”. Sin embargo, añadió, el documento guarda “una riqueza oculta que nos permitirá seguir adelante en muchas actividades”.

Con informes adicionales de Luisa Massarani.

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