17/03/14

Radar latinoamericano: Más atención a la integridad científica

Journals Marygrove College Library Flickr
Crédito de la imagen: Marygrove College Library, Flickr

De un vistazo

  • El alza en artículos científicos retractados ha abierto una amplia discusión sobre la integridad en la ciencia de países desarrollados
  • En América Latina se ha prestado poca atención a este debate y las acciones para prevenirlo aún son tímidas
  • Para enfrentar la mala conducta en ciencia se necesita el compromiso de investigadores, centros de investigación, autoridades gubernamentales y editores de revistas científicas

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Latinoamérica está poco preparada para lidiar con malas conductas en ciencia. Falta proactividad, dice Carla Almeida.
 
La euforia de los investigadores con las células STAP duró poco. Tema del Radar Latinoamericano de febrero, el estudio japonés publicado en Nature de enero, que proponía métodos más simples para transformar células adultas en células madre pluripotentes, se encuentra en el banquillo, acusado de plagio y duplicación de imágenes. Además, diferentes científicos que intentaron replicar la técnica no tuvieron éxito. Entre los mismos autores del artículo hay dudas sobre la imparcialidad de los resultados. Las instituciones involucradas y la revista británica investigan el caso.
 
Del otro lado del mundo, en Brasil, el ingeniero químico Denis Lima Guerra, autor principal de 11 artículos de química retractados en 2011 por sospecha de fraude, acaba de perder su cargo de profesor en la Universidad Federal de Mato Grosso. Este es el segundo caso reciente de la dimisión de un investigador vinculado a una institución pública como consecuencia de la mala conducta.
 
Las crecientes sospechas de fraude y el aumento del número de artículos retractados en la literatura científica han fomentado una amplia discusión sobre la integridad en la ciencia en los países desarrollados. Especialmente en Estados Unidos y en Europa Occidental existe un gran empeño de la propia comunidad científica, junto con las instituciones de investigación, agencias reguladoras y autoridades del área, para entender y resolver el problema a través de estudios académicos, códigos de conducta, eventos temáticos y mayor vigilancia.
 

“Para lograr medidas y soluciones eficaces [ante faltas a la probidad científica en América Latina] se necesita un mayor estímulo e inversión en estudios sobre el tema”.
 

Carla Almeida

Todavía es pronto para evaluar el impacto de estas iniciativas y saber si serán suficiente para controlar la situación y garantizar la credibilidad de la ciencia y los científicos, pero reconocer el problema y buscar soluciones es un paso importante que todos los países, no solo los mencionados, deberían dar. Al final, la ciencia es una empresa global.
 
Ausente y reactiva

A pesar de las acusaciones más frecuentes de deslices éticos en su medio académico, América Latina ha prestado poca atención a este debate. Para tener una idea, la Primera Conferencia Mundial sobre Integridad en la Investigación, realizada en Portugal en 2006, no tenía ni un solo representante de la región. Una encuesta de 2008 que invólucro 190.700 artículos latinoamericanos identificó apenas tres artículos sobre la mala conducta en la ciencia.
 
Como consecuencia de esta omisión, es casi imposible dimensionar el problema en América Latina. Las acciones para prevenirlo aún son tímidas. No hay un sistema nacional ni leyes adecuadas para lidiar con él. Las medidas concretas se toman generalmente sobre la base de la presión, después de que casos puntuales ganaran repercusión. Fue así en Brasil.
 
La retractación de 11 artículos escritos por Lima Guerra llevó al Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) a crear una Comisión de Integridad en la Actividad Científica. El trabajo del órgano resultó en un documento que contiene definiciones y directrices para promover la ética en la investigación.
 
Otras agencias de fomento siguieron el mismo camino, elaborando sus propios códigos de buenas prácticas. Aunque importantes, estas iniciativas tienen impacto limitado, pues solo son válidos en el ámbito de sus respectivas entidades. Continúa en manos de las instituciones —en general no preparadas y muy preocupadas por su imagen pública— la decisión sobre qué hacer cuando sus investigadores cometen deslices.
 
En 2012, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se vio envuelta en un caso de denuncia de mala conducta, con repercusiones internacionales y derecho a respuesta. Después de imponer una serie de sanciones a una pareja de micróbiologos acusados de manipular imágenes en 11 artículos, la universidad dio marcha atrás al final del año pasado, alegando irregularidades en la investigación y absolviendo a la pareja.
 
Solo entonces —ocho años después de que la Academia Mexicana de Ciencias divulgara que 40 por ciento de los científicos del país admiten cometer faltas éticas frecuentes en sus actividades de investigación— la UNAM se comprometió a crear una instancia para hacer frente a acusaciones de mala conducta en la universidad.
 
Responsabilidad compartida
 
La reacción de las agencias e instituciones latinoamericanas a los casos puntuales de sospechas de falta de probidad científica es loable, pero no traerá por sí sola buenas soluciones para el problema. La cuestión debe ser abordada de forma más amplia y estructurada. Tampoco sería de mucha utilidad copiar a los países con mayor experiencia sus conductas y medidas para enfrentar estas situaciones. A pesar de que el problema es global, hay particularidades regionales.
 
Un estudio realizado con investigadores brasileños identificó, por ejemplo, una asociación entre el aumento de las tasas de plagio declarado, la presión para publicar en revistas de alto impacto, (generalmente en inglés) y la falta de habilidad para escribir en esa lengua. En este sentido, los autores abogan por una práctica más sistemática de la redacción científica en inglés en las instituciones de investigación.
 
Para lograr medidas y soluciones eficaces es necesario, por lo tanto, entender mejor lo que está pasa en América Latina. Para esto se necesita un mayor estímulo e inversión en estudios sobre el tema.
 
Es necesario también un compromiso mayor por parte de las autoridades gubernamentales, agencias de inversión, instituciones científicas y de los propios investigadores, que  —más que acceso a documentos y directrices éticas— necesitan orientaciones formales sobre integridad de la investigación.
 
Las revistas científicas, sus editores y revisores también tienen un papel importante, así como los periodistas. Estos tienen una doble misión: poner en práctica un periodismo investigativo, basado en fuentes diversas e idóneas, y ser rigurosos y justos al cubrir casos de mala conducta en la ciencia, dejando de lado el sensacionalismo tan común en la cobertura del tema.
 
En síntesis, América Latina debe participar de una vez en el debate sobre la mala conducta en la ciencia. Una buena oportunidad para marcar el cambio de actitud en relación con el tema será en la realización, en Brasil, de la 4ª Conferencia Mundial sobre la Integridad en la Investigación, en 2015. Será una oportunidad para compensar la ausencia total en la primera cita.

Carla Almeida

Carla Almeida es periodista brasileña especializada en ciencia e investigadora en las áreas de divulgación científica y comprensión pública de la ciencia. Ha colaborado con SciDev.Net desde 2005.