27/06/14

Políticas científicas: lecciones y retos en Latinoamérica

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Francisco Sagasti, experto peruano en políticas de CTI

De un vistazo

  • Para poner en práctica las políticas de CTI hay que complementar el trabajo intelectual con otro de carácter operativo
  • Es importante que haya un consenso transgubernamental que mantenga las políticas científicas más allá de los gobiernos de turno
  • La creación de un Ministerio de Ciencia depende de la etapa de formación de capacidades de CTI en que se encuentre un país

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Además de conocimiento, políticas científicas efectivas requieren capacidad de ejecución, dice Francisco Sagasti. 

 
Durante el Mundial de Fútbol en Brasil, los países latinoamericanos han tenido resultados positivos. Y la ciencia en la región también está buscando un lugar de prominencia en el mapa mundial.

Con Brasil, Argentina y México liderando el camino en la I+D regional en la última década, América Latina es actualmente la segunda región en el mundo con mayor velocidad de crecimiento en términos de inversión de I+D.

Pero la región aún tiene desafíos para enfrentar, y que han sido el interés del experto peruano Francisco Sagasti por décadas. Sagasti presidió el Consejo de Ciencia y Tecnología de la ONU, fue jefe de Planeamiento Estratégico del Banco Mundial y es profesor visitante de universidades de Latinoamérica, España y EE.UU. También es autor del libro “Ciencia, tecnología, innovación. Políticas para América Latina” (Fondo de Cultura Económica, México 2011) donde recorre el devenir de estas áreas desde 1950 hasta la actualidad.

SciDev.Net conversó con Sagasti sobre cómo las lecciones aprendidas sobre la política científica de América Latina pueden colaborar con las futuras políticas científicas regionales.
 
¿Cuáles considera que son las principales lecciones aprendidas en América Latina?
La principal lección que aprendimos en 60 años de diseñar y tratar de ejecutar políticas de ciencia, tecnología e innovación CTI es que la creatividad, el ingenio, el conocimiento intelectual son importantes, pero no suficientes. Se requiere también capacidad de ejecución, conocer cómo operan los instrumentos de políticas y cuáles son las motivaciones de los actores, cómo crear un ambiente para propiciar el cambio. Es decir, hay que complementar el trabajo intelectual con otro de carácter operativo sobre cómo se ponen en práctica las políticas diseñadas.
 
¿Cómo se aprendieron esas lecciones?
En los años 1960 y 1970 diseñamos políticas, planteamos ideas e instrumentos pero al ponerlos en práctica encontramos dificultades. Por ejemplo, vimos que algunos instrumentos —como los incentivos para que las empresas realicen actividades de I+D— eran muy lógicos en el papel, pero años después, al ver cómo se habían ejecutado, notamos que los requisitos y capacidades internas, los procedimientos para medir las exoneraciones tributarias, eran tan complejos y caros que solo pocas empresas pudieron acceder a ellos. Eran las empresas grandes, con staff de abogados e ingenieros, que seguramente hubieran realizado el proyecto de I+D aún sin incentivos.
Luego, en la década de 1980 y parte de 1990 Latinoamérica estuvo bajo políticas pro-mercado, que decían que el mercado podía y debía hacer todo y que el Estado no debía meterse. Pero hemos aprendido que para avanzar en CTI se requiere el trabajo concertado y balanceado de agencias públicas y privadas, y de la sociedad civil. Muchos países aún están proceso de encontrar ese equilibrio.
 
Ha dicho que las políticas y los esfuerzos en América Latina no tuvieron los resultados esperados. ¿La desconexión entre gobierno, academia y empresas es la gran culpable?
No creo. En realidad hay mucha más colaboración entre ellos pero a veces no se registra. La desconexión es una consecuencia de la lógica de los comportamientos de científicos que tenían lo que se llamaba una mentalidad cientificista —que despreciaban toda aplicación práctica— y de empresarios que veían a los científicos como parásitos que no hacían nada útil. Con el tiempo esa actitud, que se dio desde la década de 1970 hasta 1990, cambió y en la región vemos intentos exitosos de vinculación. Ahora hay que reforzarla.

“La principal lección que aprendimos en 60 años de diseñar y tratar de ejecutar políticas de CTI es que la creatividad, el ingenio, el conocimiento intelectual son importantes, pero no suficientes”

Francisco Sagasti

 
Otra queja es que en América Latina la política científica no se considera una política de Estado, lo que hace que cambie con cada nuevo gobierno. ¿Qué opina?
El complejo de Adán o Eva, que todo empieza cuando llego yo, es un problema de todas las políticas, pero en CTI es más grave. En otras áreas es posible hacer cosas en un período de gobierno, pero cuando se trata de crear y usar capacidades de CTI el período mínimo es 12 a 15 años, y allí es más importante que haya un consenso transgubernamental que mantenga las políticas de CTI.
 
En ese sentido, varios países apuestan a la creación de ministerios de Ciencia. ¿Cree que son necesarios?
Hay argumentos a favor y en contra y todo depende del momento en que esté un país. Cuando está en las primeras etapas de formar capacidades en CTI, tiene una comunidad pequeña y no consolidada, lo que importa es que todas las instituciones públicas apoyen a la ciencia y asegurar que los diferentes ministerios asignen más recursos para la investigación científica dentro de su área, sea en salud, industria, transporte o pesquería.
Cuando se crea un Ministerio de Ciencia demasiado temprano, los otros ministerios se desentienden y no destinan presupuesto. En cambio, cuando ya hay una masa crítica de científicos y se requiere coordinación, creo que es un momento apropiado de crear uno. Cada país debe evaluar la etapa de desarrollo en la que se encuentra y diseñar la estructura institucional más adecuada.
 
Ha apuntado también que los jóvenes deben capacitarse como científicos pero también como gestores. ¿Cómo se logra?
Primero hay que reconocer la importancia que tiene la gestión, la administración y la política de CTI, y eso la mayoría de los científicos desgraciadamente lo desprecia. Eso lo hace cualquiera, dicen. Y es un grave error. Además de formar excelentes científicos, tenemos que formar gestores de CTI para trabajar en empresas, y especialistas en política científica. Lo ideal sería que tuvieran una formación científica y que la especialización en política se haga en posgrado, de modo que entiendan cómo se comportan aquellos a quienes van a gestionar más adelante.
No todos deben tener esa formación, pero debemos tener un número para gestionar proyectos, escoger instrumentos, evaluar, hacer seguimiento, apoyar en propiedad intelectual, y hacer todas las tareas de apoyo a empresas. Estos temas exigen conocimientos de gestión además de conocimiento técnico y científico específico, y ese es un vacío en la región, quizás con excepción de Brasil. Creo que un 10 o 15 por ciento de los investigadores debería especializarse en gestión.
 
¿Podría señalar algunos casos exitosos en torno a la CTI en la región?
En Brasil, el esfuerzo sostenido por casi 50 años para desarrollar biocombustibles, minimizando el impacto ambiental negativo, a diferencia de EEUU, es un caso de éxito.
Otro es la energía nuclear en Argentina, que tuvo altas y bajas, pero que ahora se está retomando.
En Perú, apoyar el desarrollo rural a través del rescate del conocimiento ancestral con insumos de tecnologías modernas y una organización basada en comunidades locales ayudó a aumentar la calidad de vida en zonas pobres.
El Instituto de Biodiversidad en Costa Rica también es destacable; y las universidades de Brasil, que son las únicas latinoamericanas con estándares comparables internacionalmente.
Hay diversidad de casos exitosos que deberían replicarse en la región, pero no se ha logrado crear un contexto de cooperación para que las experiencias se transmitan a otros países. Por eso, un tema pendiente en América Latina es la realización de un gran programa de cooperación en CTI a nivel regional.
 
¿Y qué otros desafíos tiene la región?
Consolidar su base de recursos humanos y acercarse a la frontera del conocimiento en áreas como el uso de sus ecosistemas (agua, suelos, bosques, minerales, especies). No hemos desarrollado una economía natural, basada fuertemente en nuestros recursos naturales. Esto debe combinarse con programas de cooperación regional, porque muchos países tienen las mismas dificultades.