21/05/13

Dar un espacio a la ciencia en actividades de ONG

Organismos de investigación y ONG deben enfocar colaboraciones de financiación en el hemisferio Sur Crédito de la imagen: Giacomo Pirozzi/Panos

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Existe un amplio panorama de oportunidades sin explorar para la colaboración entre científicos y profesionales de desarrollo.

El tema de este año de la Revisión Ministerial Anual del Consejo Económico y Social de la ONU es el potencial de la ciencia y la tecnología para lograr un desarrollo sostenible.

A pesar de las nobles intenciones de dicha reunión, es un secreto a voces en el ámbito del desarrollo internacional que los profesionales de desarrollo de las ONG y los científicos no se reúnen con frecuencia. De hecho, una mirada rápida al programa de la Reunión sugiere que ninguno de los oradores invitados será científico, aunque Richard Branson de Virginia probablemente hablará sobre innovación empresarial.

DE UN VISTAZO

  • Vínculos deficientes entre la ciencia y las ONG son una oportunidad perdida
  • Para aprovechar la relación al máximo se requiere entender las diferentes opiniones y a sus impulsores
  • Financistas de investigación y desarrollo deben apoyar conjuntamente la colaboración

El año pasado, un estudio de SciDev.Net concluyó que más del 90 por ciento de organizaciones de la sociedad civil que trabajan en desarrollo en el sub Sahara de África no están al tanto de los desarrollos de la ciencia o de la tecnología. Las estadísticas fueron igualmente preocupantes en otras regiones.

 

Pese a esta brecha, los artículos publicados como parte del Especial de esta semana sugieren que desafiando algunas suposiciones sobre cómo debería funcionar la planificación de la investigación y adaptando los actuales patrones de financiamiento, habrá mejores relaciones y resultados.

Oportunidad: terreno desafiante

El Especial analiza los retos de una relación más cercana entre los científicos y los profesionales de desarrollo delas ONG. Algunos artículos exploran los fundamentos de una relación más estrecha de trabajo mientras otros van allá y presentan ejemplos de colaboración que han tenido éxito.

En la introducción se expone el panorama, reconociendo el vasto espacio operativo sobre el que estamos tratando de hacer generalizaciones, al tiempo que reconoce algunas tendencias emergentes. Anita Makri, editora de informes especiales de SciDev.Net, describe las variadas formas en las que la práctica científica parece estar en contradicción con las preocupaciones de los trabajadores de desarrollo.

Gran parte de esto gira alrededor de diversas ideas sobre lo que hace útil y válido al conocimiento, así como sobre los flujos de trabajo divergentes y los contextos institucionales. Por ejemplo, mientras la política tiene un claro y con frecuencia bienvenido papel en la práctica de las ONG, es problemática en las ciencias naturales. Sin embargo, el artículo esquematiza de manera útil las variadas motivaciones y oportunidades de las colaboraciones pasadas, presentes y futuras.

Un problema que surge de inmediato como preocupante es la falta de inversión para llevar la ciencia donde más se necesita – la ‘ciencia de la prestación’. En un artículo de opinión, Harry Jones, del Instituto de Desarrollo de Ultramar del Reino Unido, afirma que el trabajo para promover la apropiación de la ciencia está centrado, con demasiada frecuencia, en el nivel nacional y político.

Jones sostiene que los ejemplos más valiosos de contribución de la ciencia al desarrollo incluyen la participación de la comunidad, y están explícitamente enfocados en la replicación y la aplicación de la innovación científica. Quizás lo más importante, según él, es que la aplicación de modelos de acción colectiva es la mejor manera de manejar las alianzas interdisciplinarias e interinstitucionales que requiere la ciencia aplicada.

El artículo de contexto del Especial brinda algunos ejemplos inspiradores de cómo pueden ayudar las ONG a entregar las innovaciones científicas y técnicas a las comunidades. En un caso, una ONG de derechos humanos entra a una alianza tecnológica inesperada para producir un brazalete de ‘alerta de secuestros’. Y en otro ejemplo, una iniciativa empresarial de abajo hacia arriba ha propiciado las ventas de alumbrado solar y desarrollo tecnológico en África. Ambas organizaciones hacen una exhortación urgente para usar “enfoques centrados en el usuario” al planificar la investigación.

Pequeños incentivos para cerrar brechas

Sin embargo, Charlie McLaren, de la Colaboración del Reino Unido en Ciencias del Desarrollo, reflexiona sobre los retos sustantivos para ampliar las alianzas entre las ONG y la ciencia. Señala la relativamente limitada inversión de los donantes para la investigación en la agenda de intercambio de conocimientos, incluso de aquellos donantes que operan nominalmente en el sector de desarrollo.

Las razones tienen que ver con las estructuras de incentivos y la capacitación a los investigadores, ninguna de las cuales privilegia las alianzas no académicas. No obstante, MacLaren opina que las inversiones en la capacidad de los investigadores para participar realmente en las ONG deberían ir acompañadas de una inversión similar en la capacidad de las ONG para comprometerse con la investigación. Como están las cosas, ciertamente se habla más de lo primero que de lo segundo.

Rachel Hayman, del Centro de Capacitación e Investigación (INTRAC por sus siglas en inglés), una ONG internacional con sede en el Reino Unido, va más allá de esta consideración. Sobrepasando la ambición normal de llevar la investigación a la acción, exhorta a cambiar la acción en investigación.

Hayman considera que las ONG tradicionalmente generan y son fuente de conocimientos, e identifica una serie de brechas entre sus capacidades como partes interesadas y la manera como los científicos conciben las agendas de investigación y enfocan la difusión.

Y Dipak Gyawali, de la Academia de Ciencia y Tecnología de Nepal, sostiene que las ONG del hemisferio Sur deberían asumir un papel claramente más provocador como partes interesadas en la política de desarrollo. Traza el crecimiento de las ONG en las décadas recientes y encuentra que al haberse asociado con las políticas del hemisferio Norte que dejan de lado a los gobiernos del Sur, su papel se ha visto comprometido por el financiamiento y el poder de la ayuda exterior.

Sin embargo, Gyawali cree que estas organizaciones son esenciales para la política basada en la ciencia, y para una renovación de las relaciones entre el conocimiento técnico (know-how) global y el empoderamiento local.

Invertir en la colaboración

Con frecuencia, la ciencia de la prestación es entendida a partir del usuario final de la investigación. Sin embargo, lograr la prestación es al mismo tiempo fácil y difícil.

Si bien en la práctica muchos esfuerzos de investigación comienzan con escasa preocupación de la demanda o de las capacidades para llevarlos a la práctica, a veces es difícil concebir a priori dónde será que el conocimiento científico tendrá un gran impacto. Son muchos los ejemplos a través de la historia de la ciencia, desde las ondas de radio hasta el plástico.

Además, existe la necesidad de usar lo que ya está listo, y no en concentrar todas las alianzas en la generación de nuevo conocimiento per se. Esto significa que no solo los investigadores deben involucrar a los usuarios finales en las primeras etapas del proceso, sino que los propios profesionales inicien la búsqueda de soluciones considerando lo que ya está disponible.

Para lograr un reparto más eficaz de la ciencia y de sus aplicaciones innovadoras necesitamos dos medidas. La primera tiene que ver con invertir en la gente y los espacios que aporten a los científicos un sustancial conocimiento local para centrarse en la difusión.

Actuar como expertos del reparto sería innovar mediante la intermediación y la adaptación de tecnologías o apoyando el intercambio de capacidades entre las partes interesadas, desde las comunidades hasta las agencias gubernamentales. Es evidente que aquí hay un papel para las ONG y los organismos de investigación en el hemisferio Sur.

En segundo lugar, quienes financian la investigación y los financistas predominantes del desarrollo deberían convertirse en socios más cercanos, compartiendo la responsabilidad de la ciencia al servicio del desarrollo. Una buena forma de empezar es asignando más recursos a la innovación y probar enfoques de colaboración entre los científicos y los profesionales de las ONG. Este Especial muestra que ya existen algunos ejemplos prometedores.

Es una tarea difícil, pero la ciencia —y la sociedad civil— han hecho frente a mayores desafíos.

Nick Ishmael Perkins
Director SciDev.Net