30/07/10

EE. UU. debe consumar la ‘ciencia para el desarrollo’

El enviado de ciencias Elias Zerhouni visitó diez países en el Medio Oriente Crédito de la imagen: Departamento de Estado de EE.UU.

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Cumplir las promesas en torno a la ‘ciencia para el desarrollo’ ayudará al gobierno de Obama a recuperar la confianza de los países pobres. 

En noviembre de 2008 Barack Obama irrumpió victorioso en las elecciones presidenciales estadounidenses respaldado por el compromiso de cambios políticos radicales que, prometió, removerían el sabor amargo dejado por ocho años de gobierno republicano. 

Casi dos años más tarde, y pese a la victoria en asuntos como la reforma de la salud, la popularidad de Obama se ha desplomado, lo cual se debe en parte a fracasos de otras áreas. El ejemplo más reciente es la incapacidad de la administración de pasar una ley de amplio alcance sobre el cambio climático la semana pasada, lo que reduce significativamente las posibilidades de una fuerte acción internacional. 

Sería una tragedia si le espera el mismo destino al compromiso de Obama de poner la ciencia en el centro de su política de cooperación extranjera. Las expectativas son altas, particularmente después de su discurso en el Cairo el año pasado, cuando prometió una atractiva agenda de iniciativas científicas para establecer nuevos lazos con el mundo musulmán, incluyendo la creación de centros de excelencia y asociaciones con instituciones de investigación estadounidenses. 

Las promesas de la ciencia para el desarrollo también fueron reforzadas hace dos semanas por la Secretaria de Estado Hillary Clinton en un discurso sobre la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.
 
Obama aún tiene tiempo de cumplir sus promesas, pero quizás no por mucho tiempo. Acercamientos diplomáticos más convencionales están buscando restablecer su predominio, y la paciencia de la comunidad científica internacional está en peligro de agotarse. 

Entusiasmo por la acción

La semana pasada, una reunión del Consejo Presidencial de Asesores en Ciencia y Tecnología (PCAST, por sus siglas en inglés) en Washington, destacó tanto el compromiso con la ciencia para el desarrollo, como la urgente necesidad de cumplir con las expectativas. 

Encabezada por el médico y consejero científico presidencial John Holdren, en la reunión el PCAST se enteró del arrollador entusiasmo de parte del mundo en desarrollo por establecer colaboraciones científicas, según informaron los tres ‘enviados científicos’ de Obama: Bruce Alberts, ex presidente de la Academia Estadounidense de Ciencias y actual editor de Science, Elias Zerhouni, ex director de los Institutos Nacionales de Salud y Ahmed Zewail, el premio Nobel del Instituto de Tecnología de California nacido en Egipto. 

Cada enviado había sido encomendado por Obama para visitar distintas regiones del mundo musulmán y cada uno describió a los miembros del PCAST el enorme potencial — y las solicitudes manifestadas — de colaboraciones productivas con la comunidad científica de EE.UU. 

Alberts, por ejemplo, describió las oportunidades de colaboración con Indonesia, que incluyen tanto la promoción de asociaciones ‘basadas en el mérito’ entre Indonesia y universidades estadounidenses, como la educación científica ‘basada en la indagación’, que él ya ha impulsado con éxito en los Estados Unidos. 

Zerhouni tenía una historia semejante para contar sobre su viaje a diez países de Medio Oriente. Aquí, dijo, la creciente conciencia sobre la necesidad de financiar la ciencia y la tecnología estaba acompañada de igual entusiasmo por aprender de los Estados Unidos cómo hacer efectivas tales inversiones.

Obstáculos y limitaciones 

Pero mientras los conferencistas alentaron esa visión de Obama por promover las asociaciones científicas, también destacaron los desafíos por convertir esas aspiraciones en realidad. 

Un obstáculo en particular son las severas restricciones de entrada que hoy enfrentan los estudiantes y científicos que desean estudiar o trabajar en Estados Unidos. Esto, dijeron los enviados, está incentivando a muchos países a formar alianzas científicas con países europeos o asiáticos como alternativas más viables. 

Zerhouni identificó como otra limitación el enfoque segmentado de las agencias federales de Washington para establecer colaboraciones científicas. Pidió un punto focal para coordinar actividades, exhortando a la Oficina de Política de Ciencia y Tecnología de Holdren a hacerse cargo de la tarea de resolver cómo hacerlo. 

Y Zewail destacó la disminución de los agregados científicos en el servicio exterior estadounidense. Como resultado, reclamó, las embajadas de EE.UU. en el mundo en desarrollo carecen de una competencia científica adecuada, lo que hace más difícil facilitar asociaciones científicas efectivas. 

Acción robusta para restablecer la confianza

El ánimo relativamente optimista de la reunión del PCAST reflejó la ventana de oportunidades que actualmente existe para una nueva era de asociaciones entre científicos de EE.UU. y el mundo en desarrollo. La demanda por colaboraciones efectivas con la comunidad científica estadounidense existe y está creciendo. Y, al menos en su retórica, la administración Obama parece dispuesta tanto a escuchar como a responder. 

Ahora, nada haría más para asegurar a los países en desarrollo que los esfuerzos de cooperación estadounidense están genuinamente dirigidos a ayudarlos — más que a simplemente promover los intereses de EE.UU. — que un compromiso sólido y de largo plazo por apoyar verdaderas alianzas científicas, con apoyo del tipo de financiamiento que parece emerger demasiado fácilmente cuando se trata de proporcionar ayuda militar. 

Para prosperar, tales asociaciones requieren un marco fuerte que también las proteja de los horizontes de corto plazo y de las contingencias políticas de gran parte de la política exterior. Establecer este marco ahora podría ayudar a la administración Obama a restablecer algo de la confianza internacional, que se está erosionando rápidamente. 

David Dickson
Director, SciDev.Net

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