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La agencia de desarrollo de EEUU parece lista para seguir sus esfuerzos en ‘ciencia del desarrollo’ en nuevo mandato de Obama, dice David Dickson.

Hace cuatro años, la elección de Barack Obama como presidente de Estados Unidos trajo esperanzas de un cambio significativo en la actitud de Estados Unidos hacia el apoyo de la ciencia y la tecnología (CyT) como factores clave en la promoción del desarrollo internacional.

Esto ocurría luego de ocho años de una administración republicana que había mostrado poco interés en permitir que la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID) siguiera a otras agencias de cooperación que se movían en esa dirección.

Quienes apoyan a Obama no se han desilusionado. Durante su primer mandato, varias iniciativas —tales como la creación de una oficina de CyT dentro de la USAID y el nombramiento de ‘embajadores de la ciencia’— han puesto a la CyT directamente en la agenda de cooperación de EE.UU., donde había estado hasta principios de los años 80 y en menor grado hacia mediados de los 90.

Era apropiado entonces que, solo días después de la reelección de Obama hace dos semanas, la USAID anunciara uno de sus proyectos más ambiciosos a la fecha: una red de ‘laboratorios de desarrollo’ de US$130 millones a un plazo de cinco años en universidades estadounidenses y de países en desarrollo.

Pero para que la Red de Soluciones para la Educación Superior (HESN, por su sigla en inglés), como se ha bautizado, sea un éxito, el Congreso de Estados Unidos —en el que los republicanos siguen siendo la principal fuerza— debe cumplir a cabalidad con el financiamiento completo por cinco años (aunque las universidades involucradas también deben reunir al menos un 60 por ciento adicional al financiamiento federal por parte de fundaciones y otras fuentes privadas).

La red debe también proponer proyectos que ayuden genuinamente a resolver problemas que enfrenta el mundo en desarrollo, más que rápidos arreglos técnicos concebidos en laboratorios remotos con poca conciencia de cómo podrán implementarse a gran escala.

Entusiasmo por la ‘ciencia del desarrollo’

Sin duda los investigadores estadounidenses son entusiastas respecto del creciente campo del ‘ciencia del desarrollo’. Cuando, a principios de este año, la USAID hizo una convocatoria para propuestas para la HESN, recibió más de 500 desde universidades en Estados Unidos y el mundo en desarrollo.

De ellas, seis universidades estadounidenses, cada una trabajando con socios en el mundo en desarrollo, han sido seleccionadas para un financiamiento multianual. Asimismo, la Universidad de Makerere, en Uganda, liderará el Laboratorio África Resiliente, una asociación internacional que aplicará CyT para proteger a las comunidades de las tensiones naturales y políticas.

La HESN es una oportunidad bienvenida para las universidades involucradas de poner la ciencia para el desarrollo completamente en el mapa académico estadounidense. También lo es el acuerdo de elevar el estatus de la oficina de CyT dentro de la USAID.

Ambas medidas reflejan un compromiso continuo por poner la CyT en el centro de los esfuerzos de desarrollo de EE.UU. Y es significativo que la secretaria de Estado Hillary Clinton, una potencial candidata presidencial para 2016, haya elegido lanzar personalmente la HESN, pese a una pesada agenda postelectoral.

El objetivo, según el consejero en CyT de la USAID, Alex Dehgan, es aumentar la habilidad de la agencia de usar nuevas herramientas y enfoques para resolver problemas del desarrollo, y ampliarlos promoviendo la capacidad empresarial.

Se necesitan asociaciones inclusivas

Hasta ahora, todo bien. Pero también hay razones para ser cautos.

Distribuidos a lo largo de cinco años, los fondos se vuelven insignificantes comparados con los US$40 mil millones anuales de apoyo federal que reciben las universidades y colegios estadounidenses (o incluso el gasto estatal anual en investigación y desarrollo militar, que es de alrededor del doble de esa cantidad).

Con la economía estadounidense todavía enfrentando problemas profundos y una fuerte oposición republicana frente a cualquier aumento en el gasto, particularmente en ayuda extranjera no relacionada con seguridad y defensa, hay pocas perspectivas de mucho más financiamiento para el desarrollo de la ciencia dentro del período de cuatro años de la nueva administración. Y el dinero prometido para este proyecto incluso podría recortarse.

También está el tema de llevar cualquier nueva tecnología desarrollada por la HESN a donde se necesite. El proyecto incluye investigación en los sistemas de innovación necesarios para asegurar que esto suceda.

En entrevistas con los medios, Dehgan ha comparado la iniciativa con la altamente efectiva Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada en Defensa (DARPA, en inglés), que enfoca los cerebros académicos en el desarrollo de tecnologías para el ejército.

Pero hay una diferencia importante. DARPA ha tenido por mucho tiempo al Pentágono para poner sus ideas en práctica. Crear demanda para nuevos productos en los países en desarrollo es un desafío muy diferente.

La tarea de promover innovación socialmente inclusiva requiere la participación activa de los mismos países en desarrollo. Construir sus capacidades para hacerlo debe mantenerse como una alta prioridad.

En este contexto, los investigadores estadounidenses deben comprender los intereses de los países en desarrollo y estar preparados para colaborar con sus contrapartes en el extranjero como verdaderos socios, evitando cualquier tentación de poner el avance de su propia carrera por delante de lo que a menudo será una relación desigual en términos de experiencia de investigación.

La nueva red de la USAID será bienvenida. Su impacto para reducir la pobreza mundial podría ser relativamente pequeño comparado con el tamaño del problema. Pero enfocar a los investigadores estadounidenses en este objetivo, y ayudar a que también lo hagan los del mundo en desarrollo, es ciertamente un paso adelante en la dirección correcta por parte de la administración Obama.

David Dickson

David Dickson es periodista científico y ha trabajado en Nature, Science y New Scientist, especializándose en el reporteo de política científica. Fue el director fundador de SciDev.Net entre 2001-2011.