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La controversia científica es fascinante. Pocos resisten la posibilidad de ver a expertos batiéndose en un duelo académico. Pero, ¿cómo asegurarse de que el reportaje sea responsable, preciso e interesante?

¿Deberían buscar o explotar la controversia quienes escriben sobre ciencia?, ¿cómo se puede preguntar? La ciencia funciona con debate, que es simplemente otra palabra para controversia. También lo hace el periodismo. La gente abre sus periódicos o navega en sitios de noticias esperando ser sorprendido, provocado, enfurecido, desagradado, desafiado, encandilado, entretenido e informado.

No puedo imaginar a nadie leyendo un artículo que se titule "Peligrosos criminales debieran ser encarcelados, pero sólo si son realmente culpables, dice juez" o "mamíferos tienen sangre caliente: afirmación de zoólogos estremece el mundo animal".

Los periodistas a menudo abusan de la palabra ‘controvertido’ o la usan desdeñosamente para referirse a sus reportajes. Pero la controversia es innatamente interesante: uno de los placeres de las personas comunes es ver a expertos riñendo y a académicos involucrados en altercados académicos.

Inquisitivo, escéptico y justo

La cobertura de ciertas controversias puede ser más segura que la de otras. Hay más disputa y confusión aparentemente científica, por ejemplo, en temas sobre dietas y suplementos alimenticios y su relación con la salud. Si los científicos informan que las cápsulas de ajo reducen el riesgo de ataques cardiacos, la primera pregunta es quién pagó por esta investigación. Si es la federación de productores de ajo, ya debieras saber qué pensar. Pero al menos las cápsulas de ajo no van a matar gente.

Otras controversias no son realmente sobre la validez de la ciencia, sino respecto de si la ciencia procede del todo. Cuando un grupo en Escocia clonó por primera vez a la oveja Dolly, logró algo sorprendente, difícil y no inmediatamente útil en medicina. Pero provocó un debate mundial guiado por la alarma política, las preocupaciones religiosas y la consternación ética: ¿Sería correcto clonar humanos?

A la mayoría de las personas no le interesaba saber si sería rentable, seguro o incluso posible: es decir, no estaba interesada en la ciencia en sí misma, sino en la dirección en que ésta parecía estar apuntando. Lo mismo sucede con las actuales discusiones sobre la terapia de células madre embrionarias, que aún no han contribuido siquiera a un éxito médico confiable.

Los periodistas están obligados a ser inquisitivos, escépticos y justos con todas las partes del debate. Pueden no saber si están en lo cierto, pero deben tratar de ser responsables.

Aun así, hay algunos artículos de ‘ciencia’ que bordean lo delirante. Hace algunos años disfruté viendo a docenas de periodistas estadounidenses simplemente yéndose de una conferencia de prensa en la que un psicólogo afirmaba haber establecido que algunos grupos raciales eran más inteligentes que otros. Reportear una aseveración como esa, incluso para descalificarla, habría proporcionado munición falsa para algunos nocivos movimientos políticos.

Otros temas son materia de juicio. Hay ingenieros que sostienen que los astronautas del Apolo fingieron su aterrizaje en la luna en 1969, científicos creacionistas que disputan la teoría darviniana de la evolución, y políticos y comentaristas que argumentan que el Sida no se transmite por la infección del VIH. Sólo recuerda que siempre habrá gente que intencionadamente negará las verdades más obvias y preferirá creer que la evidencia para estas verdades es el resultado de una conspiración mundial.

¿A quién creerle?

Siempre hay áreas donde la ciencia y la cultura simplemente están en conflicto. Los astrónomos habitualmente dicen que la astrología no tiene base científica. Sin embargo, miles de millones de personas siguen consultando su horóscopo. ¿Cómo sabe un reportero a quién creerle? Hay muchos casos en que la ciencia realmente ha hecho su tarea y la ortodoxia ha establecido claramente su autoridad. Ante la duda, consulta a dos o tres científicos de universidades.

Pero recuerda que la mayoría de los científicos te estarán diciendo algo que parece venir al caso, en ese momento, sobre la evidencia de las últimas investigaciones. Es poco probable que te mientan (ver Spotting fraudulent claims in science). Pero podrían estar equivocados, desorientados o simplemente sentirse demasiado identificados con una teoría como para abandonarla. Ante la duda, habla con un científico de un grupo de investigación de la competencia.

Parece ser una ley en periodismo que si hablas con un científico, logras una clara imagen de causa y efecto. Si hablas con dos, la imagen se vuelve notablemente menos clara, con dos interpretaciones distintas de la misma gran historia.

Por ejemplo, un científico podría argumentar de manera convincente que la gente que bebe jugo de frutas se beneficia con antioxidantes naturales que bloquean los tumores, previenen las enfermedades cardiacas y preservan las facultades intelectuales. Otro destacará que el consumo frecuente de frutas podría ser un síntoma, si se puede decir así, de mejor educación y mayor conciencia sobre su salud, ambos factores que se asocian a vidas más largas y saludables. Ambos coinciden en que beber jugo de fruta es parte de la relación, pero uno está enfatizando que podría no haber una relación directa.

Los científicos también tienen un sesgo que inconscientemente afecta su punto de vista. Pueden ser empleados de grandes compañías, por ejemplo, o investigadores de una fundación médica particular, asesores de tomadores de decisiones políticas o potenciales miembros de una sociedad científica. Ante la duda, consulte a un científico de la misma área.

Los científicos de renombre tienden a ser más confiables y más persuasivos que los investigadores jóvenes. Pero tienen, en algunos casos, la misma posibilidad de equivocarse. Lord Rutherford –famoso por haber dividido el átomo- estaba convencido de que la energía atómica nunca podría ser controlada. A veces retribuye escuchar a los científicos jóvenes y entusiastas: ellos tienen más paciencia, están más interesados en las ambigüedades dentro de sus propios descubrimientos, y están más abiertos a las posibilidades científicas. No significa que estén en lo correcto, sino que tendrás oportunidad de escuchar más sobre la complejidad de ciertas áreas de investigación. Esto es gratificante en sí e instructivo para cualquier periodista. Por supuesto que no hace más fácil encontrar esa llamativa primera frase que permitirá llegar a primera página, pero la política y la economía nunca son simples. ¿Por qué la ciencia debiera ser fácil de comprender?

El trabajo de un reportero es reportear la última evidencia disponible, el último giro de un debate. Cuando dos científicos anuncian que han descubierto una pequeña pero mensurable variación de 28 días en las temperaturas globales, lo que coincide con la luna llena, entonces tienes una sencilla historia: científicos han establecido el calor de un rayo de luna. Es una novedad. Es información deliciosamente insustancial e inútil, pero es una buena historia de todas maneras.

Pero si un equipo de epidemiólogos informa en una revista científica seria que hay un nexo entre (esto lo estoy inventando), comer papas fritas y desarrollar el mal de Alzheimer, es necesario ser muy cauteloso. Una rápida revisión de recortes en la biblioteca, el equipo que investiga demencias en la universidad de tu ciudad o archivos de comunicados de prensa científicos en los sitios Internet de Alphagalileo y Eurekalert, te dirán que la frecuencia de enfermedad de Alzheimer también ha sido asociada en revistas igualmente prestigiosas y por equipos igualmente respetables, a cigarrillo, consumo de café, consumo de té, nivel educacional y consumo de vino tinto. Entonces, si informas sobre la relación con las papas fritas, también deberías incluir un párrafo que diga "Esta es sólo la última de una desconcertante procesión de afirmaciones que han incluido…" Esa es otra forma de decir: esta es una investigación interesante, pero no deje de freír sus papas todavía.

Preferencia por lo particular

La mayoría de los científicos preferiría que la cobertura de ciencia sea sobria y no concluyente. Pero ni siquiera lo pienses. Cubrir ciencia no es un privilegio. La mayoría de las personas no está interesada en ‘la ciencia’. Está interesada en lo que comen, aquello que las enferma, por qué se sienten desdichadas, cómo sentirse mejor y de qué se mueren.

La gente no quiere, al menos a simple vista, saber sobre los avances de la virología, las neurociencias, el diseño de fármacos o la gerontología. Pero sí puedes interesarlos en las propiedades antioxidantes del vino chileno, las tácticas con que matan los virus VIH y del Ébola o por qué los músicos tienen una afinación perfecta. Esto no tiene nada que ver con ser anti-ciencia. Tiene que ver con las preferencias de las personas por lo particular, más que por lo general.

Esta es la realidad de todo periodismo. Nadie compra un diario para reflexionar sobre la epistemología del juego en equipo como un indicador de confianza comunitaria a través del tiempo. La gente lo compra para leer si Alemania puede derrotar a Brasil. Ellos no absorben las noticias científicas como si fueran información libre de valoración: la gente también quiere saber por qué se está haciendo esta o esa ciencia, los puntos de vista, el debate. O, digámoslo de otra forma, la controversia.