15/06/12

La ciencia puede hacer más por el desarrollo sostenible

Río+20 tiene como objetivo la acción, dice secretario general. Crédito de la imagen: Flickr/dilmarousseff

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En conferencia de prensa el pasado 13 de junio en Río de Janeiro, el secretario general de Río+20, Sha Zukang, anunció el comienzo de la fase final de negociaciones de la Conferencia de la ONU sobre Desarrollo Sostenible. Hizo hincapié en que esta reunión es sustancialmente diferente de la primera Cumbre de la Tierra, celebrada en Río en 1992.

Hace veinte años, la reunión produjo un documento jurídicamente vinculante que incluía las convenciones sobre diversidad biológica, desertificación y, en última instancia, cambio climático. El acuerdo final de Río+20, que será negociado la próxima semana, no está basado en la ley, dijo Sha; es voluntario y político, y su objetivo es la acción práctica.

De hecho, el acuerdo buscará asumir el compromiso de cumplir lo que había sido acordado previamente en 1992: una larga lista de objetivos en gran medida no alcanzados.

Esta es una reunión que nace del pesimismo de comprobar lo poco que se ha alcanzado, como lo mostró el informe del GEO-5 del Programa de Medio Ambiente de la ONU dado a conocer la semana pasada [1]. La pregunta es: las comunidades de ciencia, tecnología e innovación (CTI) ¿pueden ofrecer aún más a la causa del desarrollo sostenible y evitar algunas de las crisis ambientales que se han vaticinado?

La ciencia tiene sus propias barreras

En cierto modo, es difícil ver que más pueden hacer, en la medida que la CTI parece tener varios temas insolubles en su haber.

Los científicos preocupados por el cambio global se quejan continuamente de que una falla de su comunidad es la ‘mentalidad encasillada’. Se cree que este comportamiento socava el potencial de la ciencia para dar soluciones, lo que explica por qué se hizo el relanzamiento de los programas de investigación agrícola del CGIAR y el lanzamiento formal de la inmensa empresa Tierra Futura (Future Earth) esta semana.

Es indudable que hay mucho de verdad en esto. Sin embargo, también es cierto que muchos científicos están impulsados por un profundo conocimiento de su área de investigación. Obligarlos a actuar de manera diferente —por ejemplo, contribuyendo a la exhortación de Sha para dar soluciones prácticas en vez de analizar por qué pasan las cosas— iría contra ese manejo.

Otra barrera para una mayor contribución de la comunidad de CTI al desarrollo sostenible es que la implementación de sus descubrimientos e inventos a menudo está más allá de su experiencia.

La implementación de ideas sin tomar en cuenta el contexto más amplio, tropieza con el problema de que la vida está interconectada y desordenada, como lo puntualizan cada vez más informes, como La Gente y el Planeta o la Revisión Europea de Desarrollo. Una intervención, como la conversión de un campo de cultivos alimenticios en una plantación de biocombustibles, tiene efectos sobre los recursos hídricos y la seguridad alimentaria, lo que puede ir más allá de intento original de mejorar la disponibilidad de energía.

Finalmente, parece haber limitaciones en la comunicación de los científicos con los generadores de políticas o con los grupos de interés acerca del estado del planeta.

Los científicos se merecen un reconocimiento por mantener vivo —en el último año— el temor sobre las consecuencias de la inacción en Río+20. Pero es difícil que los hechos puedan impulsar acciones prácticas cuando tienen que competir al mismo tiempo con ideologías, relaciones internacionales, sentimientos nacionales y grupos de presión que persiguen una sola causa (aunque a veces ella misma valga la pena).

Hay 20.000 miembros de la sociedad civil registrados para la conferencia de Río+20. Los científicos no pueden hace uso pleno de las mismas técnicas de relaciones públicas propias de esos otros grupos sin menoscabar su punto de venta principal: su reputación de independencia.

Agenda para la acción práctica

Pero hay maneras de evitar esos obstáculos.

Los entes financiadores que persiguen agendas globales de investigación multidisciplinarias y colaborativas, deben reconocer que necesitan buscar un nuevo tipo de científicos para llevarlas a cabo, con una mentalidad y un entrenamiento que les permita adaptarse al nuevo orden científico de la investigación basada en los problemas.

Es más; se debe presionar para que los vínculos que los científicos naturales están llevando a cabo con los científicos sociales con el propósito de establecer nuevos tipos de programas de investigación, lleven a una conclusión más radical. Los científicos sociales deberían estar a cargo de los programas de investigación en vez de ser solo invitados como colaboradores.

Para hacer frente al problema de aplicar soluciones claras en un mundo desordenado, quienes trabajan en CTI necesitan tratar de trabajar con la naturaleza humana, no contra ella. En lugar de hacer exhortaciones ingenuas para cambiar los valores o comportamientos —como lo hicieron los científicos reunidos en el Planeta bajo Presión y en otras reuniones— necesitan trabajar con las cosas como son.

Esa es la razón por la que la innovación de base tiene tanto potencial; porque aprovecha el ingenio humano donde los recursos son limitados. Del mismo modo, se requiere explotar el deseo de tener dispositivos propios como teléfonos celulares, seis millones de los cuales están actualmente en uso en el mundo, y reducir la brecha en la banda ancha desarrollando innovación para el mundo en desarrollo.

Por último, a pesar de las limitaciones que los científicos encuentran al tratar de impulsar la acción mediante la presentación de datos, hay todavía bastante por hacer con respecto a la comunicación.

Las conferencias multidisciplinarias deben ser evaluadas, por muy difícil que sea, para encontrar los beneficios que representan, la manera correcta de evaluarlas, y cómo se pueden mejorar. El Planeta bajo Presión fue un valiente intento de este tipo de reunión, pero algunos delegados señalaron que su estructura sofocó su interacción entre las disciplinas y las discusiones al cien por ciento.

La tarea para mejorar la comunicación necesita ser emprendida también a nivel local. En Indonesia, los científicos que trabajan con ELRHA (siglas en inglés de Mejoramiento de la Enseñanza y la Investigación para Asistencia Humanitaria) se han vinculado de manera exitosa con los líderes locales, permitiendo un flujo de información que los ha ayudado a desarrollar sistemas de preparación ante tsunamis. Se requiere replicar este tipo de enfoques.

Los investigadores de CTI pueden contribuir más a la consecución de la agenda práctica para el desarrollo sostenible que plantea Sha. Sin embargo, necesitan reconocer lo que la ciencia puede cambiar —y hacer estos cambios— y lo que no puede. Esto último se tendrá que dejar a la experiencia de alguien más.

Aisling Irwin
Consultora Editora de noticias, SciDev.Net

Este artículo es parte de nuestra cobertura Río+20.

References

[1] Porgrama de la ONU para el Medio Ambiente. Global Environment Outlook (GEO-5)