15/04/11

Acceso libre: no se trata sólo de citaciones

El valor real de las revistas de libre acceso va más allá de la tasa de citación Crédito de la imagen: Flickr/Gideon Burton

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Centrarse en la ‘ventaja de la citación’ de acceso libre pasa por alto el valor de entregar información científica a quienes la necesitan.

Desde que el movimiento de acceso abierto (AA)  fue creado en la década de 1990, el apoyo de la comunidad científica a los principios que representa el AA —que todas las publicaciones científicas deben estar disponibles gratuitamente, al menos en formato electrónico— ha superado la voluntad de científicos individuales de poner esos principios en práctica.

La razón más importante, según un reciente estudio encargado por la Unión Europea, es el dinero. Los editores de las revistas de AA, privados de ingresos de suscriptores, necesitan los honorarios de los autores para cubrir costos de publicación.

Si bien muchas agencias de financiación ahora incluyen esos honorarios como parte de sus becas de investigación, no todas lo hacen, y los honorarios de los autores son un obstáculo especialmente para los científicos de países en desarrollo.

El estudio halló que un segundo desincentivo para publicar en revistas de AA es que la mayoría de los científicos aún prefieren, donde es posible, publicar en revistas de prestigio con altas tasas de citación: un indicador de calidad para las publicaciones científicas a la hora de la promoción, por ejemplo, o al medir cómo ha contribuido un científico a la reputación de su institución.

Muchas de estas revistas, incluidas algunas de las más prestigiosas, son propiedad de editoriales comerciales con poco incentivo para entregar acceso gratuito a su contenido.

Las tasas de citación aún son el ‘patrón referencia’ para evaluar la calidad de la investigación, y muchos científicos dicen que hay muy pocas revistas de AA muy citadas o de alta calidad en sus áreas. Esto, a pesar de que algunas de las revistas de AA más conocidas, como aquellas publicadas por la Biblioteca Pública Científica (PLoS, en su sigla en inglés), toman medidas para asegurar altos estándares científicos.

El resultado total —según cálculos de Stevan Harnar, uno de los observadores más cercanos del movimiento de AA— es que incluso para 2020, sólo cerca de un cuarto de los artículos científicos estará disponible gratuitamente.

Cuestionan la ‘ventaja de la citación’

Un estudio publicado el mes pasado por Philip Davis, de la Universidad de Cornell en Estados Unidos, ha sido ampliamente interpretado como una puesta en tela de juicio del AA, al cuestionar lo que generalmente se percibe como el principal beneficio de la publicación de AA: la ‘ventaja de la citación de AA’.

Algunos editores argumentan que publicar en una revista de AA es por sí sólo suficiente para aumentar el número de veces que un artículo es citado, simplemente porque estará más ampliamente disponible en la comunidad científica.

La nueva investigación de Davis, un análisis de artículos publicados en 36 revistas durante tres años,concluyó que no era ni más ni menos probable que los artículos de libre acceso sean citados por otros investigadores que aquellos que aparecían en revistas convencionales.

¿Es eso un error fatal en los argumentos para apoyar el AA, como parece sugerir el comunicado de prensa  que anuncia las conclusiones?

Lejos de eso. El debate que esos resultados han provocado dejó de lado la consideración sobre el valor total de las revistas de AA.

Esto no sólo se basa en cómo ellas benefician a los especialistas en ciencia, sino también en hacer la investigación científica ampliamente disponible a aquellos que ni pueden pagar altas tarifas de suscripción a revistas especializadas, ni tienen acceso a bibliotecas — pero cuyo trabajo o interés personal depende de tener acceso a la fuente global de conocimiento científico.

¿Quién se beneficia?

Entre quienes se benefician del AA se incluyen muchos científicos en países en desarrollo, donde la mayoría de las universidades y bibliotecas de instituciones de investigación permanecen fuertemente desfinanciadas.

Luego están los estudiantes, que están igualmente interesados en seguir los nuevos descubrimientos científicos. Y, finalmente, están todos aquellos que ponen en práctica la investigación científica, incluyendo el público general, o también grupos de profesionales como los trabajadores de la salud.

Como Davis ha dicho, “hay muchos beneficios del acceso libre a la información científica” —un punto por largo tiempo argumentado por los defensores del AA, incluso si la ventaja de la citación no puede probar ser uno de ellos.

Leslie Chan y sus colegas en el Electronic Publishing Trust, expresaron un sentimiento similar en un reciente artículo de PLoS Medicine, en el que argumentaban que “compartir el hallazgo de conocimientos a través de las fronteras y construir un conocimiento global es cada vez más importante para resolver los problemas que todos enfrentamos”.

Medir el valor real

Poner este valor social de la ciencia en términos medibles es mucho más difícil que los cálculos relativamente simples de las tasas de citación. Es un gran desafío y una razón de por qué las citaciones continúan jugando un rol tan dominante en la evaluación de los logros de los científicos individuales o de sus instituciones.

Y como señalan Chan et al., los estándares para evaluar la calidad y la relevancia de una revista están basados generalmente en valores “del Norte”, que a menudo ignoran las necesidades de desarrollo y marginalizan las becas locales.

Hasta que podamos encontrar formas robustas de medir el éxito de integrar los objetivos de desarrollo en programas de investigación en países en desarrollo, y de cómo los científicos locales contribuyen a alcanzarlos, es poco probable que el potencial del AA sea totalmente reconocido.

Incluso si la evidencia de una ventaja de citación es tan débil como lo sugiere la investigación de Davis, esto no perjudica los argumentos a favor de la publicación de AA o incluso para el camino menos ambicioso hacia el acceso libre representado por la creación de Depósitos Abiertos (también llamados “AA verdes”) controlados por los mismos científicos y sus instituciones.

Lo que la evidencia sí hace es reforzar el capricho de usar sólo las tasas de citación como la medida principal del valor social de la ciencia y del trabajo de los científicos.

David Dickson
Director, SciDev.Net