17/11/13

Radar Latinoamericano: Sobre animales, ciencia y sociedad

Bioterio Chris de Bode Panos small
Crédito de la imagen: Chris de Bode / Panos

De un vistazo

  • Activistas liberaron perros y destruyeron computadoras en un centro de investigación brasileño
  • Alevaluar el hecho, las posiciones de la opinión pública y de la comunidad científica se polarizaron
  • Se perdió una oportunidad de diálogo sobre experimentación animal necesario en toda la región

Enviar a un amigo

Los detalles proporcionados en esta página no serán usados para enviar correo electrónico no solicitado y no se venderán a terceros. Ver política de privacidad.

 Argumentos radicales y postura impositiva de científicos empobrece debate sobre experimentación animal, dice Carla Almeida.

Cinco años después de aprobar la ley que reglamenta las actividades de enseñanza e investigación con animales en el país, Brasil vuelve a debatir la experimentación animal, mostrando que el establecimiento de la legislación está lejos de tener resueltas las divergencias sobre el tema.
 
El asunto volvió a la agenda pública después de que un grupo de activistas invadió, en la madrugada del 18 de octubre, un centro de investigación privado en Sao Paulo (Brasil) especializado en pruebas con animales, liberando allí a 178 perros de raza beagle y destruyendo equipos y computadoras con datos de investigaciones realizadas en la institución. El 6 de noviembre el Instituto Royal, con actividades interrumpidas desde la invasión, anunció que cerrará sus puertas de forma definitiva.
 
El episodio tuvo amplia cobertura en la prensa nacional y repercutió en periódicos de América Latina y de otras partes del mundo. Las noticias más objetivas luego dieron lugar a comentarios, análisis y provocaciones en los más diversos medios de comunicación, sobre todo en las redes sociales, donde circularon imágenes de un perro con un ojo cosido, y una página de Facebook que propuso la adopción de los beagles atrajo a 390.000 personas.

Tampoco tardaron en surgir notas de entidades científicas repudiando la acción de los activistas y “aclarando” a la sociedad sobre la importancia y necesidad del uso de animales en la investigación. Varias celebridades grabaron un video defendiendo a los animales y reivindicando nuevos métodos de investigación.

“¿No es mucho pedir que las personas simplemente crean en el buen sentido de los investigadores y en la eficacia de las autoridades, y se callen ante lo que sienten, desconfían y saben?”

Carla Almeida

 
Como de costumbre, las reacciones más extremas ganaron más repercusión y rápidamente se instauró una fuerte polarización de ideas y posiciones radicales. De un lado, vándalos y criminales usaron la violencia y tácticas terroristas para asaltar un instituto. Del otro, científicos torturadores se asemejan a nazis que conducían experimentos con seres humanos. Y, así, el diálogo no es posible.
 
Argumentos y sentimientos legítimos
 
Para quien acompaña los importantes avances en el área de la salud, lo que resulta en medicamentos, vacunas y tratamientos cada vez más eficaces contra diversos males desarrollados a partir de pruebas con animales, es natural adherirse a los argumentos de la comunidad científica.
 
Los científicos defienden que todavía es esencial usar animales en la investigación como forma de garantizar la seguridad y eficacia de los procedimientos y productos médicos; afirman que una infinidad de remedios que salvan vidas nunca se hubiera desarrollado sin experimentos con animales; y resaltan que esta es una práctica mundial, con el apoyo legal en muchos países. En América Latina, al igual que Brasil, también México y Uruguay cuentan con leyes específicas sobre el uso de animales de laboratorio; Argentina, Chile, Colombia y Costa Rica tienen leyes de bienestar animal que abordan de alguna forma el tema.
 
Del mismo modo, es comprensible el revuelo de los investigadores ante el tamaño del perjuicio causado por la acción de los activistas. Según testimonios de funcionarios del centro, son casi diez años de estudios “tirados a la basura”. Para los científicos de países en desarrollo, que luchan diariamente por los recursos y condiciones de trabajo para hacer investigación, se trata de “un daño incalculable”.
 
Postura simplista e impositiva
 
Sin embargo, desde el punto de vista social, también se debe considerar cómo asumieron públicamente algunos representantes de la comunidad científica ante el acto en sí y la ampliación del debate sobre la experimentación animal: en muchos casos, se adoptó un discurso casi tan radical como el de los activistas y se perdió una buena oportunidad de diálogo sobre el tema, que es complejo y requiere más que una simple aclaración por los investigadores.
 
Al final, no son solo “vándalos” y “criminales” que rechazan los experimentos con animales. Y tampoco solo celebridades. En una encuesta realizada a 690 residentes de São Paulo una semana después de la invasión, 66 por ciento de los entrevistados reprobó el uso de perros en la investigación, 59 por ciento condenó el uso de monos, 57por ciento rechazó el de conejos y el 29 por ciento el de ratas. Además, 56 por ciento afirmó que los activistas habrían hecho bien en entrar en la institución para sacar a los perros.

¿Debemos tratarlos como ignorantes, como es habitual que ocurra cada vez que se va en contra de la posición hegemónica de la ciencia?
 
En una sociedad en la que muchos experimentos con animales todavía se hacen para la elaboración de cosméticos, donde las leyes no siempre funcionan adecuadamente, donde la ciencia siempre parece tener una respuesta para todo, y en la que hay un fuerte apego a las mascotas, los cuales, según la propia ciencia, comparten muchos comportamientos y sentimientos con nosotros, ¿no es mucho pedir que las personas simplemente crean en el buen sentido de los investigadores y en la eficacia de las autoridades, y se callen ante lo que sienten, desconfían y saben?
 
La lección que queda de este desafortunado episodio es que todavía hay mucho por hacer por una mejor relación entre ciencia y sociedad. Esto solo puede lograrse a través de la creación de espacios más simétricos de diálogo, con más intercambio y comprensión y menos imposiciones y aclaraciones. De todos modos, siempre es bueno que haya discusión.
 
La aprobación de la legislación brasileña en 2008 estimuló discusiones en toda América Latina sobre experimentación con animales, que sirven como punto de partida para los países que aún no cuentan con legislación sobre el tema. Tal vez, el reciente acontecimiento pueda ampliar el debate en la región, dando lugar a otros avances importantes, como la aceleración de la búsqueda por métodos alternativos al uso de animales en la investigación, que, según los científicos, está aún lejos de estar completamente prohibido.

Carla Almeida

Carla Almeida es periodista brasileña especializada en ciencia e investigadora en las áreas de divulgación científica y comprensión pública de la ciencia. Ha colaborado con SciDev.Net desde 2005.