01/02/07

Siembra directa: la revolución verde de Brasil

Campos de soya en el Cerrado, cultivados por siembra directa Crédito de la imagen: Agenciarural/APDC/Petrobras

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Un método agrícola brasileño, más ecológico y que incentiva el crecimiento, llega a los pequeños agricultores y quizás al mundo, informa Bernardo Esteves.


Desde hace algún tiempo, las grandes fincas agrícolas brasileñas han sido pioneras en el uso de una técnica verde de cultivo que incentiva el desarrollo del sector. Ahora, los pequeños agricultores —y tal vez el resto del mundo— siguen sus pasos.


Denominada labranza cero o siembra directa, esta técnica es, en parte, elogiada por fijar el carbono al suelo, reduciendo la cantidad de dióxido de carbono —un gas invernadero— que se libera en el aire. También evita la erosión del suelo y, por lo tanto, exige menos irrigación.


Brasil ha sido un gran pionero de esa técnica desde que el país la adoptó en los años 70. Pero los pequeños agricultores se quedaron atrás debido principalmente a los altos costos de la maquinaria que se utiliza en su implementación. Ahora, gracias a sembradoras más baratas y a los esfuerzos de organizaciones agrícolas y de agrónomos independientes, los pequeños agricultores son quienes están contándoselo al mundo.


El camino para el boom de la siembra directa brasileña


Esencialmente, la siembra directa consiste en sembrar en suelo no cultivado, rotar los cultivos y cubrir constantemente el suelo con residuos agrícolas (los que quedan en el campo después de la cosecha).


Evitar el suelo desnudo tiene varias ventajas. Protege a la tierra de la lluvia fuerte, deja las aguas de superficie más limpias y ayuda a recargar acuíferos — capas permeables de piedras que suministran gran parte del agua mundial. También reduce la erosión del suelo hasta en un 90 por ciento, y aumenta entre 30 y 60 por ciento la infiltración de las lluvias, de modo que se necesita menos agua para su riego.


Adicionalmente, los residuos agrícolas aumentan el contenido orgánico del suelo y ayudan a fijar el carbono, haciendo que la siembra directa reduzca las emisiones de dióxido de carbono mucho más que con las técnicas convencionales.

“Con los mejores sistemas se obtiene más de una tonelada de carbono secuestrado (en el suelo) por hectárea al año. Si consideramos que hay un centenar de millones de hectáreas con siembra directa en el mundo, podemos decir que una enorme cantidad de dióxido de carbono es retirada de la atmósfera,” dice el agrónomo británico John Landers, que promueve la tecnología en Brasil desde la década del 70.







Un agricultor con la cosecha
de la  siembra directa


Actualmente, después de Estados Unidos, Brasil tiene la segunda mayor área cultivada con siembra directa — cerca de 25,5 millones de hectáreas o más de 60 por ciento de la superficie cultivada del país. Aunque la siembra directa fue inicialmente probada en el Reino Unido, fueron los Estados Unidos los que la adoptaron y desarrollaron a principios de los años 60.


Esta práctica fue introducida inicialmente en Brasil para combatir la erosión del suelo. En 1972, Herbert Batz fue el primer agricultor de Latinoamérica que importó sembradoras adaptadas para la siembra directa. “Él nos incentivó, a mi y a otros vecinos, para que hiciéramos lo mismo,” recuerda Manoel Henrique Pereira, un pionero de la adopción de la siembra directa en Brasil.


La información, que pasaba de un agricultor a otro, impulsó la expansión de la siembra directa por todo el país — los subsidios gubernamentales no inspiraban mucha confianza. En 1979, la creación de un club de agricultores para promover la tecnología fue el primero de muchos pasos. Actualmente, hay cerca de 50 clubes en Brasil, liderados por la Federación Brasileña de Siembra Directa en Paja (FEBRAPDP).

Pero el verdadero boom de la siembra directa ocurrió en los años 90. El área cultivada bajo esa técnica llegó a un millón de hectáreas en 1991 —2,6 por ciento del área cultivada brasileña de entonces — y viene creciendo exponencialmente. Entre 1991 y 2004, Brasil aumentó su producción de granos de 57,8 millones de toneladas a 125 millones de toneladas para un área cultivada de 42 millones de hectáreas, de las cuales, 22 millones, fueron cultivadas con siembra directa.


También en ese período, la siembra directa empezó a ser muy bien aceptada en las  sabanas centrales brasileñas — el “Cerrado”.


La salvadora de las sabanas y bosques


Mientras la siembra directa era fácil de aplicar en los estados del sur, de clima subtropical húmedo y con lluvias de invierno que permiten dos cosechas anuales, el “Cerrado” árido presentó un desafío mayor. La estación seca de seis meses sólo permite una cosecha al año, lo que reduce a la mitad la cantidad de residuos, de pasto y cultivo, disponibles para cubrir el suelo.


El problema fue solucionado sembrando un pasto tropical al lado del cultivo principal. Después de la cosecha, el pasto se usa para alimentar los animales. Cuando vuelve la estación de las lluvias, se eliminan los pastos con herbicidas y se utilizan para cubrir el suelo donde será la siguiente siembra. De acuerdo con Landers, los herbicidas usados en la siembra directa (principalmente el glifosato) están entre los más amigables con el medio ambiente.


El resultado es que el suelo erosionado severamente por años de pastoreo, y usualmente abandonado, ahora puede ser usado nuevamente para sembrar pasto, sin la necesidad de usar fertilizante.


“Tenemos 16 millones de hectáreas de pasto en el Cerrado, 70 por ciento de las cuales están degradadas. Ahora podemos tener buenos cultivos de maíz o soya y volver a tener pastos de la mejor calidad después de tres años, lo que es realmente un gran avance,” dice Landers, quien fundó la Asociación de Siembra Directa del Cerrado (APDC).


Mientras tanto, en el corazón del Cerrado, un equipo del Centro Francés de Cooperación Internacional de Investigación Agronómica para el Desarrollo (CIRAD) lidera el trabajo clave de la adaptación de la tecnología de la siembra directa en las regiones secas. El equipo ya mostró, por ejemplo, los beneficios de plantar determinada especie de pasto (Brachiaria ruziziensis) al lado del cultivo principal. Además de ser más fácil de controlar con herbicidas que otras especies usadas como residuos agrícolas, sus largas raíces — de hasta dos metros — le permite absorber más agua subterránea.


La introducción de la siembra directa en el Cerrado ha contribuido a retardar la deforestación, ya que los agricultores tienden a cortar menos árboles para abrir nuevas zonas de potrero.


“La siembra directa salvó el Cerrado,” dice Serge Bouzinac, agrónomo del CIRAD. “Si no hubiese sido adoptada, esa región se habría convertido en un enorme pastizal y muchos agricultores habrían aumentado aún más la frontera de deforestación del Amazonas.”


Expandiendo la siembra directa a los pequeños agricultores brasileños y mucho más


Pero la siembra directa requiere una inversión por parte del agricultor, que necesita comprar máquinas especializadas para plantar y esparcir el fertilizante en los cultivos de cobertura. Como consecuencia, los pequeños agricultores quedaron fuera del boom de la siembra directa, siendo aún un gran desafío para su diseminación.


En 2005, de acuerdo con la FEBRAPDP, los pequeños agricultores usaron la siembra directa en 600.000 hectáreas, mientras los medianos y grandes agricultores la aplicaron en 24,9 millones de hectáreas.


Sin embargo, eso puede estar cambiando gracias a las máquinas sembradoras manuales y a las movidas por tracción animal cada vez más baratas, así como a los proyectos de entrenamiento de agricultores. Una iniciativa de la APDC espera enseñar las técnicas de la siembra directa a 38.500 pequeños agricultores del Cerrado.


John Landers considera la iniciativa un éxito, con más de 150 demostraciones en campo y 480 técnicos entrenados hasta  ahora.  






Sembradora de tracción
animal adaptada para
la siembra directa
“Los agricultores aceptan esta tecnología de tracción animal porque todos tienen caballos o bueyes, y eso los vuelve independientes, evitando tener que esperar por el tractor del vecino para preparar la tierra y plantar”, dice Landers. “De esta forma, ellos plantan con tiempo, cosechan más, simultáneamente renuevan sus pasturas y no tienen que pagar a terceros por el alquiler de un tractor.” 

Un desafío aún mayor sería conseguir la diseminación mundial de la siembra directa. De acuerdo con los datos recogidos por el agrónomo alemán Rolf Derpsch, que promueve esta técnica en América del Sur desde los años 70, 47 por ciento del área cultivada que usa la siembra directa en el mundo se encuentra en América del Sur — principalmente en Brasil, Argentina y Paraguay. Otro 39 por ciento está en América del Norte, 9 por ciento en Australia y sólo 3,9 por ciento en el resto del mundo.


Los agricultores e investigadores brasileños tienen un papel importante en la diseminación mundial. Personas como Manoel Henrique Pereira ya lo vienen haciendo desde hace muchos años, viajando por todo el mundo para compartir su experiencia y brindar consejos técnicos. “He estado en más de 20 países promoviendo la siembra directa”, dice Pereira, cuyo próximo destino es Laos.


El CIRAD también difunde su tecnología internacionalmente a pequeños agricultores, sobre todo en Camerún, Camboya y Vietnam. “Brasil tiene mucho que mostrarles a los otros países en desarrollo”, afirma Derpsch. “Estoy convencido de que la siembra directa puede ser usada de una manera muy efectiva en la cooperación Sur – Sur”.


La tecnología se expande en Bangladesh, India, Nepal y Pakistán, donde actualmente hay 1,9 millones de hectáreas cultivadas utilizando siembra directa —con gran potencial de ahorrar enormes cantidades de agua de irrigación.


Sin embargo, en África la historia es otra. El uso de residuos agrícolas como alimento del ganado aún es un obstáculo, porque no deja suficiente pasto para usar en la siembra directa. Ese problema deberá resolverse si los países africanos deciden adoptarla.


Pero, fundamentalmente, la adopción de la siembra directa requiere una mentalidad abierta, dice Derpsch. “La mentalidad cerrada es la principal barrera para su adopción en países donde las tradiciones profundamente enraizadas dificultan el abandono del cultivo y del arado.”