16/09/13

Radar Latinoamericano: Más allá de los datos

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Crédito de la imagen: UN Photo/P Sudhakaran

De un vistazo

  • Los informes del IPCC sobre cambio climático no logran contener el aumento de la temperatura media del planeta
  • La urgencia de la ciencia no siempre se refleja en el ritmo de las negociaciones climáticas
  • Se requiere un cambio sustancial en la forma de negociar el futuro del clima y el planeta

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El impacto y consecuencias de la acción humana en el clima crece, pero no mueve las negociaciones, dice Carla Almeida.
 
El mes está agitado con la cosecha sobre cambios climáticos. La primera parte del documento más respetado sobre el tema, con pruebas sólidas en relación con el calentamiento global, será divulgado el próximo viernes 27. Anticipándose al anuncio de los datos globales, Brasil presentó la semana pasada los principales resultados del trabajo independiente de 345 investigadores sobre la situación del país con respecto al tema.
 
El objetivo de ambas iniciativas es orientar la acción de los países para remediar los problemas ya identificados derivados del calentamiento global y evitar escenarios más catastróficos para el futuro. Pero la experiencia de los últimos años muestra que la ciencia no siempre prevalece en el universo arisco de las negociaciones climáticas.
 
Desde su creación en 1988, el IPCC o Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, busca presentar al mundo un panorama permanentemente actualizado del conocimiento científico sobre las alteraciones del clima. Entre los diferentes documentos que elabora destacan los informes de evaluación, publicados cada cinco o seis años.
 
Es un hecho que estos informes han influido en la forma en que el mundo lidia con el cambio climático. Desde su primera edición, en 1990, se implemento una Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y todos los años se promovieron reuniones entre sus signatarios —las famosas Conferencias de las Partes (COPs)— con el objetivo de negociar la reducción de emisiones globales de gases de efecto invernadero, la causa principal del calentamiento global. Varios países vienen promoviendo acciones en ese sentido.

“Es necesario actuar con rapidez para prevenir lo peor, pero los avances políticos se dan al ritmo lento de las reuniones diplomáticas”.
 

Carla Almeida

Pero nada de eso ha sido suficiente para contener el aumento de la temperatura media del planeta. Según las previsiones más recientes del quinto informe del IPCC, el aumento superará, ya en las próximas décadas, el nivel de los 2°C, considerado el máximo aceptable, con consecuencias graves y desiguales para la humanidad.
 
Entre las más afectadas
 
Las previsiones del IPCC involucran incertidumbres y generan controversia, pero pocos están de desacuerdo sobre quién va a sentir más el impacto del cambio climático: los países en desarrollo, entre ellos los latinoamericanos.
 
El cuarto informe del IPCC, de 2007, ya proyectaba para la primera mitad del siglo en América Latina la pérdida significativa de biodiversidad, la reducción de la productividad de algunos cultivos y la disminución de la cantidad de agua disponible para la agricultura, la generación de energía y el consumo humano, con fuerte impactos económicos y sociales.
 
Las predicciones del Panel Brasileño sobre el Cambio Climático (PBCC) no son más optimistas. Creado en 2009 con los mismos propósitos del IPCC, el PBCC acaba de publicar los datos de su primer informe de evaluación del clima, elaborado de la misma manera que los informes de panel internacional, pero centrado en Brasil.
 
El documento indica que la temperatura media en Brasil será de 3 a 6°C más elevada en 2100 que el final del siglo XX. En el norte y noreste, donde están los importantes biomas del Amazonas y Caatinga, la cantidad de lluvia puede ser 40 por ciento menor, mientras que en el sur y el sudeste, donde se concentra la mayor parte de la población, lloverá más.
 
Tales cambios en el régimen de precipitaciones tendrán impactos directos sobre la biodiversidad, la agricultura y la generación y distribución de energía en el país, afectando sobre todo a las poblaciones con peores condiciones de ingresos, educación y vivienda.
 
El nodo de las negociaciones
 
No se puede decir que América Latina esté pasiva frente a las amenazas que presenta el cambio climático. Varios países han respondido a las alertas con medidas eficaces y sostenibles, como el uso creciente de energías renovables, la adopción de sistemas rápidos de transporte en las grandes ciudades y la implementación de proyectos de conservación de bosques.
 
En ese contexto, Brasil —que si bien está entre los países en desarrollo, se encuentra entre los grandes emisores— ha destacado en muchos frentes. Además de la intensa acción del Panel Brasileño sobre Cambio Climático, fue el primero en la región en establecer metas voluntarias de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. El país está comprometido, por ley, a reducir de 36 al 39 por ciento sus emisiones para 2020. Países como México han seguido su ejemplo.
 
Sin embargo, Brasil ha fracasado en los intentos de liderar América Latina en las negociaciones climáticas internacionales. Por el momento, negocia dentro del G-77 —el grupo de países en desarrollo—junto con otras grandes economías emergentes como China, India y Sudáfrica, el bloque BASIC. En la región hay por lo menos otros cinco bloques que negocian paralelamente.
 
El último informe del IPCC trajo datos sólidos y previsiones alarmantes sobre el futuro del planeta, pero no desencadenó una acción rápida de los gobiernos. Es necesario actuar con rapidez para prevenir lo peor, pero los avances políticos se dan al ritmo lento de las reuniones diplomáticas. En la mejor de las hipótesis, solo en 2020 el mundo tendrá un acuerdo con metas obligatorias para todos los países.
 
A pesar de la frustración, hay que reconocer que no es trivial resolver el impasse en las negociaciones. Bajo la premisa de que emitir es sinónimo de desarrollo, los más ricos no quieren comprometerse solos a revertir la situación en la que pusieron al planeta, y los más pobres no quieren pagar por los pecados ajenos, poniendo en riesgo su propio —y merecido— desarrollo.
 
En medio del pesimismo, vale destacar la iniciativa de seis países —ni ricos ni pobres— que crearon, en la COP del año pasado en Doha, la Asociación de Estados Independientes de América Latina y el Caribe (AILAC). Colombia, Costa Rica, Chile, Perú, Guatemala y Panamá anunciaron que se cansaron de esperar por una definición de las metas de emisiones y apoyo financiero y se lanzaron al desafío de construir en sus países una economía de bajo carbono.
 
Es poco probable que esta coalición resuelva el nudo de las negociaciones sobre el clima, pero la actitud de estos países contribuye a una despolarización de las discusiones, todavía muy marcada por pobres versus ricos. Existe un amplio universo de situaciones entre un polo y otro que deben ser incorporadas a los debates.
 
La cuestión es compleja, pero el hecho es que si no hay un cambio sustancial en la forma de negociar el futuro del clima y el planeta, más datos, por más robustos que sean, no solucionarán el problema.

Carla Almeida es periodista científica brasileña y ha colaborado con SciDev.Net desde 2005. Actualmente es editora de Ciência Hoje en línea, un sitio web de comunicación de la ciencia, y hace investigaciones en el área de la comprensión pública de la ciencia.