16/11/14

Radar latinoamericano: COP20, menos suavidad, más aptitud

Lima_ClauberCleberCaetano_PR.jpg
Crédito de la imagen: Clauber Cleber Caetano / PR

De un vistazo

  • Previo a la COP20, ¿dónde está el tono de la discusión?
  • Para Latinoamérica, el Quinto Informe de Evaluación (AR5) pone el foco en la adaptación
  • La ciencia de la adaptación es más local que global y exige redes regionales de cooperación

Enviar a un amigo

Los detalles proporcionados en esta página no serán usados para enviar correo electrónico no solicitado y no se venderán a terceros. Ver política de privacidad.

Casi en cualquier ámbito de discusión política, el concepto cambio climático conduce demasiado rápidamente al tema de mitigación de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), reducido con frecuencia a discusiones sobre la combustión de gasolinas, petróleo o gas natural.

Eso es un problema y podría convenir que Latinoamérica cambie el tono.

Una consecuencia de que el enfoque sea la mitigación es que la discusión pública se traba, polarizada sin remedio. Quienes se parapetan tras la economía más conservadora alegan —al parecer con éxito— que por más avances que hayan hecho las tecnologías para generar electricidad a partir de fuentes no fósiles, sus costos no son aún “competitivos”. En pocas palabras: no hay kWh más barato que el generado quemando carbón, diesel o gas natural. Este es un argumento que convendrá analizar con detalle en otra entrega.

Aún así, quienes siguen ganando la discusión pública —o, más claramente, la toma de decisiones de política pública— hacen ciertas concesiones en nombre de la mitigación en la que tanto insisten el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), cientos de gobiernos locales y ciudadanos en multitud[1]. Por ejemplo, los gobiernos festejan con autocomplacencia cuando cambian su infraestructura de plantas de carbón a otras que consumen gas natural.

Con este talante hemos llegado a la vigésima Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, evento anual conocido por su abreviatura: COP. Del 1 al 12 de diciembre, la COP 20 tendrá lugar en Lima, Perú, precedida, como ya es de rigor, por discusiones globales y locales obstinadamente centradas en la mitigación de GEI como si fuera la única estrategia válida.
 

Menos suavidad, más aptitud

El verbo mitigar viene del latín mitis, “suave, tranquilo, apacible”. En cambio, adaptación viene de aptitud.

Pues bien, el IPCC parece haberse hartado de tanta tersura. Aunque enterrada en el fondo de un documento probablemente poco consultado, suelta una frase terminante: “La investigación sobre adaptación y el entendimiento científico de los procesos determinantes de la capacidad adaptativa son, también, obligados para la región”.

“Tecnológicamente hay cómo mitigar, pero debemos encontrar cómo encajamos los países que no somos grandes emisores y que tenemos tecnología limitada”

Amparo Martínez

La región es Latinoamérica (excepto México y el Caribe) y el documento es el Quinto Informe de Evaluación (AR5) del Grupo II del IPCC, encargado de impactos, adaptación y vulnerabilidad[2].

¿Significa que ya es prudente declarar el fracaso rotundo de las estrategias de mitigación? Amparo Martínez, bióloga que encabeza el despacho del gobierno mexicano responsable de las políticas de cambio climático —el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático—, es tajante. “No podemos aceptarlo”, me dijo. “Tecnológicamente hay cómo mitigar, pero debemos encontrar cómo encajamos los países que no somos grandes emisores y que tenemos tecnología limitada”.

Ese ha sido un problema histórico. Otro, acaso mayor, lo insinúa el propio AR5 con la frase “entendimiento científico de los varios procesos determinantes de la capacidad adaptativa”, que exige niveles sofisticados de investigación científica. “A diferencia de la mitigación”, argumentó Martínez, “la adaptación es un proceso dinámico: te adaptas a algo y en cierto momento. No te adaptas una vez y para siempre”. Por tanto, la ciencia de la adaptación es más local que global y exige redes regionales de cooperación.

Pero acaso el primer paso —que puede no haberse dado aún— sea reconocerle a la adaptación al menos la misma densidad que a la mitigación en el diseño de políticas públicas.
 

Nuevos modelos

El AR5 identifica, como requisito inicial de adaptación, que “los gobiernos y ciudadanos de Centro y Sudamérica atiendan el desafío de construir un nuevo modelo de gobernanza” porque la planeación de largo plazo, y la consecuente asignación de recursos, “pueden percibirse como en conflicto con el déficit social presente en el bienestar de las poblaciones” de la región. Y le ponen nombre a la variable probablemente más complicada: “La desigualdad económica se traduce en (…) menor capacidad de adaptación al cambio climático”.

Esta línea de pensamiento provoca al menos dos interrogantes fundamentales: ¿Qué pueden aportar las ciencias sociales para armonizar la disminución de la desigualdad socioeconómica con el imperativo de invertir en adaptación (y sí: mitigación también) en plazos mediano y largo? ¿Y cuáles son los ejes de investigación de las ciencias naturales para identificar y atender las necesidades locales de adaptación?

La primera pregunta suena desafiante, aunque María Elena Hurtado informa, desde Chile, que “una gran mayoría de ciudades de América Latina reconoce que adaptarse al cambio climático les reporta beneficios económicos”. No es la última palabra, pero es un buen principio.

La segunda interrogante está más claramente presente en el AR5, que identifica varias áreas de investigación en el Resumen Ejecutivo[3]. Muchas de ellas dependen de la capacidad de aprovechar el conocimiento local de ecosistemas para hacer mejores simulaciones de escenarios bajo cambio climático. El documento festeja que escenarios con más alta resolución hayan conducido a “los primeros estudios regionales integrados de impacto y vulnerabilidad (en) agricultura, energía y salud”.

Otra área fundamental de investigación es la coevolución de las economías y los ecosistemas (economía ecológica), uno de cuyos instrumentos con mayor potencial es el pago por servicios ecosistémicos. Los métodos para estimar valores de mercado de la cantidad y calidad de agua frente a cambios de uso de suelo en México[4], ejemplifican muy bien el enorme potencial de la investigación sobre adaptación.

¿Marcará la COP 20, en Lima, el momento histórico en que Latinoamérica empezó a volverse más apta frente al cambio climático?

Javier_Cruz.jpg 
Javier Cruz es físico de la Universidad Nacional Auntónoma de Mexico (UNAM), ejerce el periodismo de ciencia desde hace 21 años en diarios y revistas, radio y TV. Es académico de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM.