11/11/11

Innovación sostenible: clave para desarrollo global

Creación de capacidades para innovación sostenible debe estar en agenda Río+20 Crédito de la imagen: Flickr/MREBRASIL

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Innovación basada en ciencia debe ser centro de la agenda de desarrollo en la reunión Río+20 del 2012. Pero la verdadera batalla será política.

Como un signo ominoso de lo que vendrá, la reunión del G20 de las principales economías del mundo, realizada en Cannes, Francia la semana pasada, estuvo dominada por la discusión de las turbulencias financieras en Europa, eclipsando el debate, que muchos esperaban, sobre el futuro del desarrollo mundial.

El orador principal de este tema fue Bill Gates, fundador de Microsoft y de la Fundación Bill & Melinda Gates, que aprovechó la ocasión para recordarles a los participantes que, cualesquiera sean las dificultades de las naciones industrializadas del mundo, el problema más grande que encara el planeta en su conjunto sigue siendo la brecha entre ricos y pobres.

La solución, dijo Gates, consiste en encontrar formas de fomentar una mayor innovación tecnológica, en temas como la seguridad alimentaria y la eliminación de enfermedades. Solamente estimulando su propia capacidad de innovación, aseveró, los países pobres pueden sacar a la mayor parte de sus poblaciones de la extrema pobreza y de los males sociales que la acompañan.

Este es un mensaje que necesita repetirse tan frecuentemente como sea posible. En particular, la importancia de la innovación basada en la ciencia debe estar en el centro de las discusiones de la reunión Río+20 sobre desarrollo sostenible a realizarse en junio del próximo año. La innovación eficaz es la clave para el desarrollo, al igual que alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Pero la innovación incluye más que solo ciencia y tecnología. Es un proceso social en el que los factores económicos —y en última instancia— los políticos tienen importantes papeles que cumplir.

El verdadero desafío en Río será encontrar maneras de aprovechar esas fuerzas para lograr un resultado productivo mediante la innovación sostenible en lugar de dejar que se conviertan en un obstáculo para mantener a flote las negociaciones, como ocurrió en la cumbre climática de Copenhague hace dos años.

Complejidades sociales

Gates parece haber tenido en cuenta la complejidad del reto. En sus inicios, la Fundación Gates dirigió gran parte de su energía en lograr grandes y significativos avances científicos y tecnológicos en campos clave, condensados en su programa de ‘grandes desafíos’.

Si bien estos han jugado un papel significativo en el restablecimiento de la importancia de la ciencia en la agenda internacional de desarrollo, también han estado en entredicho porque implican que el desarrollo puede ser un proceso impulsado por la ciencia, un enfoque de ‘varita mágica’ que ignora las complejidades de la aplicación de la ciencia para satisfacer las necesidades sociales.

En su discurso en Cannes, Gates tomó una posición más amplia, poniendo énfasis en la necesidad de abordar los procesos sociales, desde la política de patentes hasta la regulación gubernamental, a través de los cuales tiene lugar la innovación. Solo afrontándolos, señaló acertadamente, se puede alcanzar el pleno potencial de la ciencia para contribuir al desarrollo.

Sin embargo esto, a su vez, se topa con el marco político en el que operan estos procesos sociales. Y surge una nueva pregunta: el actual marco político ¿podrá fomentar el tipo de inclusión social que incluso Gates reconoce como necesario para lograr un verdadero desarrollo global?

Bajas expectativas

Tomemos el ejemplo del cambio climático. Es irónico que, precisamente cuando muchos países en desarrollo están tomando conciencia de las implicancias del calentamiento global —por ejemplo en términos de amenaza a su futura seguridad alimentaria— las encuestas de opinión pública revelen que el escepticismo sobre la necesidad de acciones climáticas urgentes esté aumentando en el mundo desarrollado, particularmente (pero no exclusivamente) en los Estados Unidos.

Mientras que países como Brasil y China están elaborando políticas de adaptación en sus estrategias de desarrollo, incluyendo planes para hacer de las tecnologías verdes la piedra angular de sus exportaciones, las negociaciones internacionales dirigidas a abordar las causas profundas del problema climático han estado en un punto muerto desde Copenhague.

En consecuencia, son escasas las expectativas sobre algún avance significativo en la próxima ronda de negociaciones que se celebrará en Durban, Sudáfrica a fines de este mes. Al mismo tiempo, el mundo en desarrollo se enfrenta a un número creciente de desastres relacionados con el clima, desde las inundaciones masivas en el sur de Asia hasta la sequía en el este de África.

¿Un nuevo orden mundial?

En la práctica, la reunión Río+20 del próximo año será una oportunidad para hacer un balance de los progresos alcanzados —y de los que no se lograron— en los últimos 20 años, desde la Cumbre de la Tierra de 1992 realizada en esa misma ciudad, que puso al desarrollo sostenible en la agenda política internacional y dio lugar a tratados sobre el cambio climático, compuestos orgánicos persistentes, biodiversidad y desertificación.

Pero el panorama no es totalmente sombrío. Significativos avances científicos han ayudado a producir nuevas tecnologías, desde paneles solares hasta el monitoreo desde el espacio de los desastres naturales, han arrojado luces sobre los problemas que el mundo afronta, así como posibles soluciones.

Ahora, el obstáculo principal no es tanto producir aun más ciencia y tecnología relevante, sino construir la capacidad para darle un buen uso a lo que se ha producido.

Los mercados libres por sí solos definitivamente no están a la altura de esta tarea. Pero desafiar al mercado —estableciendo una Organización Ambiental Mundial, con influencia similar a la de la Organización Mundial del Comercio, por ejemplo— significa retar los intereses de quienes más se benefician de ella.

Como muchos han señalado, la actual crisis económica mundial representa una oportunidad ideal para abordar estos problemas con la mayor decisión. Y, al menos en principio, la reunión Río+20 podría ser una oportunidad para materializar la propuesta de construir un nuevo orden mundial basado en la innovación sostenible e incluyente.

Queda por ver si alguno de los principales países desarrollados tiene las agallas para permitir que este tema se incluya en la agenda, dado los sacrificios que inevitablemente se requerirán para hacerlo. Respire profundo.

David Dickson
Editor, SciDev.Net