10/02/12

¿Por qué las islas del Pacífico deben monitorear el océano?

La isla de Rarotonga monitorea las algas que producen toxinas y representan un riesgo de salud pública. Crédito de la imagen: Flickr/ NOAA Photo Library

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Las islas del Pacífico deben aumentar su capacidad de monitoreo ambiental para enfrentar problemas locales y globales, dice Ben Ponia.

Los pequeños estados insulares en desarrollo son vistos como los que dan la voz de alerta temprana del cambio ambiental mundial. Pero a pesar de que comparten problemas globales, muchos tienen un ojo puesto en el crecimiento económico y se han convertido en naciones industrializadas enfrentando sus propios problemas domésticos. 

Cabe preguntarse si esas islas aún conservan los ambientes prístinos para ser puestos de vigilancia adecuados a nivel mundial, o se han convertido en zonas críticas del cambio ambiental por derecho propio.

La respuesta seguramente es un punto intermedio, lo que significa que los estados pequeños deben garantizar que los programas de monitoreo alimenten las políticas sobre los problemas locales al mismo tiempo que adviertan sobre los cambios globales.

Por lo tanto, ¿quién debe ser responsable de monitorear el cambio? Con demasiada frecuencia, los gobiernos locales lo dejan a la comunidad mundial, y no han podido hacer los compromisos necesarios para garantizar que la capacidad de monitoreo local complemente sus aspiraciones de desarrollo.

Progresos a través de la crisis

Desde mi cargo en el gobierno de las Islas Cook he sido testigo de las cambiantes prioridades de monitoreo a través de los años y de las lecciones aprendidas.

A comienzos de los años noventa, la prioridad era vigilar la salud de los ecosistemas marinos dentro y alrededor de la isla capital Rarotonga, donde eran claros los efectos del blanqueamiento, sedimentación y contaminación de los corales. Pero la falta de voluntad política y de recursos significó que el desarrollo costero que estaba causando estos problemas rara vez fuese abordado.

Finalizando esa década, la preocupación giraba en torno a monitorear la acuicultura de perlas en el Atolón Manihiki. No había control sobre la crianza y se había llegado a niveles insostenibles, a pesar de las advertencias de vigilancia, lo que con el tiempo condujo al colapso de la producción debido a la enfermedad de las ostras. Se perdieron NZD$100 millones en ingresos brutos y el cincuenta por ciento de la población abandonó el atolón.

El personal del gobierno local no tenía la formación científica requerida para manejar la crisis, y la falta de capacidad para mantener al equipo hizo que los bancos de datos que monitorean las sondas de agua se llenaran, dejando sin registrar el brote de la enfermedad.

La respuesta del gobierno fue invertir mucho más en un programa de monitoreo automatizado, y promover mejores prácticas agrícolas mediante un plan de gestión de la laguna.

Ahora, los esfuerzos de vigilancia en Rarotonga están centrados no solo en la salud de los ecosistemas marinos, sino también en los problemas de salud pública como la ciguatera, intoxicación por comer pescado contaminado, el crecimiento de algas nocivas y las altas concentraciones de materia fecal en el agua. La laguna Muri, popular destino turístico frente al mar, se ha convertido en el principal sitio de monitoreo.

Capacidad y también herramientas

Afortunadamente, hemos aprendido la lección. El gobierno entiende la necesidad de prestar atención a las advertencias de los programas de monitoreo, y los resultados de tal monitoreo están siendo adoptados de manera más proactiva que reactiva.

Por ejemplo, los ministerios de recursos marinos y el de salud evalúan de qué manera enfermedades como la diarrea, la irritación de la piel y los problemas respiratorios pueden estar vinculados con los niveles de bacterias de enterococos en el agua. Esas evaluaciones ayudarán al gobierno a adoptar el monitoreo en las playas y normas para la notificación pública.

La tecnología moderna, como los transectos de vídeo (encuestas realizadas con una cámara de vídeo) de la cobertura coralina y las boyas de monitoreo automático de la calidad del agua, ha aumentado de manera significativa la eficacia de nuestros programas de monitoreo, proporcionado un flujo continuo de información in situ.

Sin embargo, las herramientas tecnológicas deberían usarse para formular decisiones en vez de tomarlas como la solución. Esas herramientas solamente funcionan como sus operadores, una verdad que anteriormente fue subestimada, responsabilizando a las herramientas y no a quienes las manipulan.

Esto nos lleva de nuevo al tema del desarrollo de la capacidad científica local. El respaldo proporcionado por la comunidad global en términos de recursos humanos y equipo es encomiable y sin lugar a duda ha ampliado el grupo de investigadores a nivel local.

Sin embargo, el crecimiento de las áreas prioritarias de investigación está sobrepasando a los recursos locales. Las organizaciones internacionales y no gubernamentales que trabajan en el Pacífico necesitan asegurarse que los investigadores locales no estén demasiado dispersos.

Y esas organizaciones necesitan saber cuándo cambiar su enfoque hacia las prioridades que van surgiendo. Una prioridad obvia es invertir más en capacitar a los investigadores locales para reducir la dependencia de científicos provenientes de otras partes del mundo.

Asumiendo responsabilidades

Los pequeños estados insulares en desarrollo están construyendo poco a poco la confianza para que sus programas de vigilancia y sus poderes regulatorios sean coherentes para lograr la protección de su medio ambiente, de sus poblaciones y de sus economías.

Están comenzando a compartir lecciones mediante plataformas de Internet y proyectos internacionales, y están listos para participar en los programas de monitoreo global como proveedores de servicios y usuarios.

Sin embargo, no es un proceso que se pueda realizar completamente de un día para otro. Requiere inversión sostenida.

En lugar de agrupar proyectos de ayuda financiados en conjunto, los gobiernos del Pacífico deben hacer un compromiso a largo plazo para mantener un grupo de científicos y programas locales, bien equipados y respaldados por recursos adecuados.

Los pequeños estados insulares deben comenzar a ver los problemas en sus patios delanteros como intrínsecamente vinculados a los desarrollos locales y no simplemente como responsabilidad de la comunidad mundial. Mientras más complejos sean los asuntos que enfrenten, mayor la posibilidad de que sean parte del problema.

El beneficio de invertir en vigilancia es incuestionable, y brinda a los estados pequeños una herramienta con la cual hacer valer su autoridad sobre sus propias agendas de desarrollo.

Ben Ponia es secretario del Ministerio de Recursos Marinos de las Islas Cook con sede en Rarotonga.

Este artículo es parte del Especial sobre ciencia oceánica para el desarrollo sostenible.