08/09/11

Se requiere medir mejor la inseguridad alimentaria

Un fuerte aumento en los precios de los alimentos puede afectar seriamente el tamaño y la calidad de las dietas Crédito de la imagen: Flickr/ IHH Humanitarian Relief FoundationTURKEY

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Debemos hallar una mejor forma de vigilar el impacto de la inseguridad alimentaria más allá de simulaciones y encuestas, dice Derek D. Headey.

Los precios de los alimentos han aumentado fuertemente en los últimos años y parece que van a seguir siendo altos y volátiles durante varios años más, una crisis alimentaria mundial que aumenta la preocupación por el bienestar de los pobres del mundo.

Para los pobres que producen muchos menos alimentos de los que consumen, un fuerte aumento en los precios en estos insumos supone una considerable disminución del ingreso disponible y fuertes reducciones tanto en el tamaño como en la calidad de su dieta.

Pero, ¿la inseguridad alimentaria ha aumentado realmente en los últimos años? La respuesta, según  instituciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), es un rotundo ‘sí’. Sin embargo, hay datos de encuestas que ponen en duda esta conclusión, generando interrogantes acerca de cómo medir el impacto de las crisis de los alimentos.

Simulaciones irreales

La FAO afirmó que alrededor de 75 millones de personas padecieron hambre en la crisis alimentaria de 2007-2008, e investigadores del Banco Mundial estimaron que 105 millones de personas fueron arrastradas a la pobreza absoluta, llegando a vivir con solo US$1 por día.

Estos dos indicadores bien diferentes sobre la inseguridad alimentaria son coherentes en líneas generales. Aun así, debemos ser prudentes respecto de qué es lo que realmente nos dicen los resultados de esta simulación.

De hecho, la FAO halló que su modelo mundial de hambre fue incapaz de calcular los impactos del aumento de precios en la ingesta de calorías, porque no tomaba en cuenta el precio de los alimentos.

Como resultado, la FAO debió depender del modelo comercial del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por su sigla en inglés), el que excluye a los países de ingresos medios, como Brasil, China y México, y usó reducidas importaciones de alimentos como modo de estimar los cambios en el suministro de calorías en respuesta al aumento de los precios.

Sin embargo, los propios datos históricos del USDA correspondientes a 2007-2008 plantean serias dudas sobre la precisión de las predicciones de ese modelo: a nivel regional, el suministro de calorías creció casi universalmente en 2007 y 2008 [1].

Los modelos del Banco Mundial estaban conceptualmente mejor dotados, porque usaban datos a nivel de hogar sobre fuentes de ingresos, gastos y precios de alimentos. Pero el resultado de una simulación es en gran medida un resultado directo de lo que se ingresa. Y en términos de hipótesis clave de los modelos, lo que típicamente ingresa es solo un cambio en los precios de los alimentos.

Autoevaluación de la inseguridad alimentaria

Si los resultados de las simulaciones son sospechosos, ¿por qué no solo preguntarles a las personas si tuvieron problemas para comprar alimentos? Utilizando la Encuesta Mundial Gallup, una empresa de encuestas bien establecida en Estados Unidos y en otros lugares, he podido seguir la inseguridad alimentaria autorreportada (o la percepción de inseguridad alimentaria) en una gran cantidad de países en desarrollo desde 2005 en adelante [2].

El principal resultado es que la inseguridad alimentaria autoevaluada fue en realidad más baja en 2008 —el apogeo de la crisis alimentaria— que en 2006, y por una gran diferencia: aproximadamente 100 millones de personas.

Ciertamente, esto contradice los mensajes enviados por la FAO, el Banco Mundial y otros. Pero el panorama no es totalmente color de rosa.

Una lectura más atenta de los números muestra una fuerte divergencia entre países con niveles decrecientes de inseguridad alimentaria, como China, India e Indonesia, y aquellos con inseguridad alimentaria en aumento, muchos de los cuales están en África o América Latina.

Dado que los grandes países asiáticos constituyen el grueso de los pobres del mundo, lo que ocurre en ellos es fundamental para las tendencias mundiales. Pero la inflación de alimentos en estos países fue bastante modesta, y experimentaron un considerable crecimiento económico, que más que compensó los efectos negativos en otros lugares.

¿Podemos hacerlo mejor?

Los datos de Gallup brindan una imagen diferente de la de los modelos de simulación usados por el Banco Mundial y la FAO, pero la triste realidad es que ninguno de esos indicadores de inseguridad alimentaria es satisfactorio.

Incluso en el mejor de los casos, a menudo es difícil decir con seguridad si el hambre o la pobreza son más altas en un país que en otro. Y obviamente, las autoevaluaciones podrían tener varios sesgos.

Para evaluar el impacto de los embates económicos sobre la inseguridad alimentaria, necesitamos hacerlo mejor aún. Necesitamos encuestas de bienestar más regulares que vayan más allá de los indicadores de calorías e ingresos para ver a las dietas en su conjunto. Esto se debe a que los pobres pueden reaccionar ante las crisis de maneras que no siempre son evidentes de antemano.

En la crisis financiera de Indonesia en 1998, por ejemplo, los precios del arroz aumentaron fuertemente, pero la gente pobre en general no consumió menos arroz. ¿Por qué? Porque el arroz era aún la fuente de calorías disponible más barata. En su lugar, los pobres recortaron los productos lácteos, huevos y carne. Entonces, aunque la ingesta de calorías se mantuvo casi igual, las tasas de anemia entre los niños de Java crecieron de 52 por ciento a 68 por ciento en solo 18 meses [3].

La buena noticia es que ahora hay un ímpetu más fuerte por mejorar nuestra medición de la inseguridad alimentaria. Por ejemplo, hay una creciente preocupación por la importancia de medir los resultados de la nutrición a nivel individual (como debilitamiento, atrofia y anemia), en vez de simplemente medir calorías e ingresos a nivel de los hogares.

También es más ampliamente reconocido que necesitamos observar las dietas de la forma más directa posible, y los investigadores están experimentando con la mejora de las estimaciones sobre el consumo de alimentos y la diversidad dietaria. Estos indicadores generalmente parecen ser predictores más fuertes de resultados nutricionales reales; la esperanza es que estos también puedan captar los cambios dietarios impredecibles que hacen las personas pobres en tiempos de crisis.

Ahora hay un renovado interés por hacer estas mejoras. La FAO será anfitriona de un simposio sobre mediciones de seguridad alimentaria en enero de 2012, el primero de este tipo de eventos en 10 años [4]. Es crucial alcanzar un consenso sobre cómo la comunidad internacional puede vigilar mejor la seguridad alimentaria en un mundo más volátil.

Derek D. Headey es investigador de la División de Estrategia de Desarrollo y Gobernabilidad del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI), con sede en Washington DC, Estados Unidos.

References

[1] Aid Watch FAO senior economist responds on "made-up world hunger numbers" (2010)
[2] International Food Policy Research Institute
Was the Global Food Crisis Really a Crisis? (IFPRI 2011)
[3] Block, S. A. et al. Macro shocks and micro outcomes: child nutrition during Indonesia
s crisis. Economics and Human Biology 2, 21–44 (2004)
[4] International Scientific Symposium on Food & Nutrition Security Information: From valid measurement to effective decision-making (2012)