14/08/03

Latinoamérica y el Caribe, oportunidades y desafíos para el establecimiento de redes en genómica

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José Luis Ramírez y David Holmes opinan que los países latinoamericanos deben desarrollar una estrecha colaboración en genómica y proteómica, si quieren cosechar los beneficios que ofrecen estas nuevas disciplinas.


Los recientes avances de la genómica (el estudio de la secuencia del material genético de los seres vivos o genoma) y la proteómica (el estudio de las proteínas codificadas por el genoma) prometen revolucionar varias áreas de la actividad económica y social, entre ellas la biotecnología, la práctica médica, y nuestros esfuerzos por entender y proteger el ambiente.


Sin embargo, la comunidad científica latinoamericana enfrenta un serio desafío para poder  mantenerse al día en ambos campos. Una solución podría ser el desarrollo de una estrategia regional. 


El principal problema es la falta de recursos económicos. Se requiere una inversión importante para adquirir los equipos de análisis de microarreglos (un microarreglo contiene miles de genes impresos en vidrio) o los de espectrometría de masas, dos de los equipos claves que se necesitan en estos campos.


Se requieren también fondos de los gobiernos locales para construir una infraestructura o para comprar instrumentos que pueden costar cientos de miles de dólares. Mas aún, adquirir dichos equipos sería sólo un primer paso, pues luego viene la tarea de convencer a las agencias financieras de la investigación para que apoyen su mantenimiento y funcionamiento.


Un investigador promedio, por ejemplo, podría tener limitaciones para costear los reactivos necesarios para pagar la construcción de un microarreglo de DNA, oligonucleótidos (pequeñas piezas sintéticas de un gen), o realizar el marcaje de RNA.


Sin embargo, los investigadores de la región deben aceptar el hecho de que si ellos mismos no emprenden el estudio de sus problemas ambientales y de salud, nadie más lo hará. Las grandes empresas farmacéuticas y los sistemas de salud de los países desarrollados muestran poco interés por resolver este tipo de problemas en países menos desarrollados.


Al mismo tiempo, en un mundo globalizado, enfermedades como el SIDA y la malaria no pueden permanecer incontroladas en ninguna parte del mundo. Los debilitados sistemas inmunológicos de la gente con hambre, combinados con la fácil diseminación de las enfermedades infecciosas, proveen un terreno muy fértil para un nuevo problema — la facilitación (o humanización) — de patógenos de animales para los cuales la población humana carece de memoria inmunológica.


Por otro lado, las poblaciones de América Latina y del Caribe son el resultado de un extenso mestizaje de cientos de grupos étnicos amerindios y africanos con grupos caucásicos provenientes principalmente de España y Portugal. Es muy probable que estos grupos reaccionen de manera diferente a las enfermedades, y este conocimiento nos podría llevar a un mejor diagnóstico y pronóstico de las enfermedades, y eventualmente a una terapia personalizada.


Adicionalmente, proyectos genoma que estudien problemas como monitoreo biológico del ambiente, la biodegradación de desechos tóxicos, y la formulación de nuevos productos biodegradables podrían ayudar a prevenir la pérdida de ecosistemas y a mejorar la salud humana.


Para abordar sus problemas locales, los científicos de Latinoamérica y del Caribe necesitan integrar las nuevas tecnologías de la genómica y la proteómica a sus sistemas de salud y protección ambiental. Sin embargo, cuando echamos una mirada a los sistemas científicos regionales, ningún país, a excepción de Brasil, ha tomado este problema como una prioridad.


Varios grupos de excelencia en Argentina, Chile, México y Venezuela han logrado adquirir instrumentos de alta tecnología para estudio de genomas, otros cuentan con secuenciadores de gran capacidad y manejan herramientas de la bioinformática, pero hasta donde sabemos, ningún país ha logrado un sistema genuinamente integrado.


Pero existen algunas esperanzas. Por ejemplo, investigadores mexicanos anunciaron el desarrollo de un programa de medicina genómica mediante el cual esperan aplicar el conocimiento generado por el proyecto genoma humano para mejorar la salud pública [1]. Dentro de las prioridades de esta iniciativa está el análisis de la complejidad étnica de la población mexicana.


En otra iniciativa, investigadores de Venezuela han propuesto una estrategia de red de biología de sistemas para integrar el conocimiento de la proteómica y genómica y su aplicación a la práctica clínica [2]. Sin embargo, si queremos tener un impacto claro en nuestras sociedades necesitamos establecer un sistema integrado de innovación en genómica, y para alcanzar este objetivo se requieren varias acciones. 


Ante todo, los investigadores deben tratar de persuadir a los políticos para que apoyen los proyectos genoma que se adelantan en cada país, promoviendo el entrenamiento, reclutamiento y movilización de los investigadores, y facilitándoles el acceso a los recursos de la genómica y la tecnología de la información.


En segundo lugar, la carencia de recursos financieros debe ser compensada por una estrategia de trabajo en red mediante la cual aquellos laboratorios mas adelantados de la región entrenen y colaboren con investigadores de los laboratorios menos desarrollados. 


Un tercer requisito es establecer programas conjuntos de capacitación con instituciones del exterior, pero asegurándose de que estos proyectos de colaboración cumplan principios de justicia y equidad, y sobre todo, que no estimulen el tipo de asociación que convierte a  los investigadores locales en simples proveedores de muestras.


Finalmente, principios éticos deben ser integrados en nuestra práctica, demandando al mismo tiempo un cambio de paradigmas en nuestra cultura científica que permitan que la democracia y apertura de criterios prevalezcan. 


¿Qué podemos hacer mientras se cumplen estos requisitos? Podríamos comenzar por compartir los limitados recursos e infraestructuras, no sólo dentro, sino entre países.


La estrategia a mayor escala necesita el apoyo de políticos y administradores  Mientras tanto podríamos comenzar a trabajar con un perfil no muy alto estableciendo redes de colaboración iniciadas por los propios científicos y utilizando recursos basados en la red electrónica, tales como LacBionet, la Red de Bioinformática para América Latina y el Caribe, y la red UNU Ibero-Latin American Genome Network (actualmente en construcción).


Dichas redes tendrían un alcance a toda la región latinoamericana. La idea es ofrecer un foro para el intercambio científico en donde los investigadores encuentren información sobre cómo y dónde adquirir los mejores, más baratos y confiables instrumentos y reactivos.


Los laboratorios anunciarían sus páginas en la búsqueda de colaboradores potenciales. Se intercambiarían programas de computación, y se divulgarían aquellos sitios en donde estén disponibles recursos de reactivos, microarreglos y oligonucleótidos.


A través de estas redes podríamos identificar laboratorios centrales con carácter regional. También éstos serían lugares para difundir con carácter regional e internacional la realización de seminarios, recursos en web, clases, cursos internacionales de entrenamiento, oportunidades doctorales y postdoctorales, puestos de trabajo, y agencias financiadoras de la investigación en genómica.  Charlas en línea podrían estimular la discusión y el intercambio de ideas y experiencias.


Finalmente, al exponer nuestros esfuerzos a la comunidad científica internacional, a las agencias patrocinadoras de la investigación, y a la industria, las redes contribuirían a mejorar la visibilidad de los esfuerzos latinoamericanos en genómica, tanto en la región como a nivel mundial.


José Luis Ramírez trabaja en el Instituto de Estudios Avanzados-MCT y en el Programa de Biotecnología de la Universidad de las Naciones Unidas para Latinoamérica y el Caribe, en Caracas, Venezuela. (email: [email protected]) David Holmes trabaja en la Universidad de Santiago y en el Instituto Millenium para Biología Teórica y Aplicada, ambos en Santiago, Chile.


Referencias


[1] Jiménez-Sánchez, G. Science 300, 295-296; 2003


[2] Rangel-Aldao, R. Nature Biotechnol. 21, 491–492; 2003