Enviar a un amigo

Los detalles proporcionados en esta página no serán usados para enviar correo electrónico no solicitado y no se venderán a terceros. Ver política de privacidad.

[BUENOS AIRES] La investigación y desarrollo en vacunas recibió un impulso en la Argentina gracias a un programa de financiación por US$3 millones, anunciado por el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología el 21 de marzo.


Hasta ahora, hubo muy poca investigación sobre vacunas en la Argentina, y el país depende de vacunas importadas para sus programas de inmunización.


El Laboratorio Central de Salud Pública, en Buenos Aires, recibirá US$1 millón para investigar y fabricar versiones de la vacuna Bacilo Calmette-Guerin (BCG) contra la tuberculosis y una vacuna combinada contra la difteria y el tétano, usando cepas locales de las bacterias que causan esas enfermedades.


“Tener nuestras propias vacunas es de importancia estratégica para la Argentina”, dice Silvia Kochen, asesora a la viceministra de Salud, y coordinadora del Grupo Estratégico para la Producción Pública de Vacunas y Medicamentos del ministerio.


“No se trata solamente de ahorrarnos dinero al hacer nuestras propias dosis o ganar peso en la región como fabricantes de vacunas”, dice. “Estamos siguiendo recomendaciones hechas por la Organización Mundial de la Salud de tener vacunas desarrolladas con variantes locales de patógenos para hacerlas más eficientes.”


Como parte del mismo paquete de fondos, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica recibirán US$1,2 millones para mejorar el control de calidad en la fabricación de vacunas.


La Universidad de Córdoba recibirá US$660.000 para comprar nuevo equipamiento para sus laboratorios de investigación en genoma viral, que expandirán su capacidad de muestreo y análisis de sangre.


Parte de estos nuevos equipos se usará para fabricar vacunas, que el gobierno comprará para distribuir por todo el país. El dinero obtenido por la venta de vacunas se usará para aumentar el presupuesto de investigación de la institución.


Finalmente, los fondos incluyen un subsidio de US$140.000 para el Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas. El instituto usará esos fondos para testear su vacuna Candid #1 contra el virus que causa la fiebre hemorrágica argentina, una enfermedad común en el área rural de la Argentina, que puede matar hasta el 30 por ciento de las personas infectadas si no es tratado.


El instituto desarrolló la vacuna en 1992, pero como la Argentina no tenía los medios para producirla, el país firmó un contrato de fabricación con el Instituto Jonas Salk, de Estados Unidos.


Antes de producirla localmente, los investigadores del Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas argentino dicen que la vacuna debe ser testeada a conciencia en humanos.


La financiación de US$3 millones será distribuida en octubre o noviembre y es una inversión única, dice Kochen.


“La investigación y desarrollo local de vacunas es necesaria para ayudar a mantener a nuestros científicos en el país”, dice Martín Istúriz, jefe del Laboratorio de Inmunología Básica de la Academia Nacional de Medicina.


Pero aún con su aprobación de la iniciativa, Istúriz dice que se podría mejorar. Además de las vacunas contra la BCG, fiebre hemorrágica y el tétano y difteria combinados, considera que la Argentina debería producir la vacuna triple (MMR) contra el sarampión, la rubeola y las paperas, y la cuádruple contra la difteria, tétanos, tos convulsa e influenza.


“Es de una importancia estratégia para nosotros, como país, tener gente capaz de hacer ese tipo de investigación y fabricación”, dice.