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"La creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (en Argentina) es una saludable iniciativa. También lo es la afirmación de su titular respecto de la necesidad de que los científicos asuman su compromiso social", dice Susana Murillo en una columna de opinión del diario Página/12, publicada el 4 de marzo.
No obstante, Murillo, profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, agrega que "el compromiso no termina en los investigadores; es necesario que todos los ciudadanos nos involucremos. La ciencia y la tecnología nos afectan a todos".
La profesora plantea que es fundamental un diagnóstico integral acerca del potencial científico, su relación con el desarrollo tecnológico y el de éste con las necesidades reales de la población.
El lugar de Argentina en la región depende en buena medida de su política científica.
Desde hace varias décadas, el esquema de política científico-tecnológica dominante consiste en que la demanda del mercado —empresas transnacionales— condiciona las líneas de desarrollo tecnológico y éstas, los avances en investigación aplicada y básica.
Sostener hoy que la ciencia es patrimonio de la humanidad es no ver el rol geopolítico que tiene. La ciencia no es "patrimonio de la humanidad", es el insumo fundamental del paradigma sociotécnico hegemónico, que tiende a aumentar la pobreza y la desigualdad entre países y entre sectores dentro de un mismo país, destaca.
El financiamiento no puede ser resuelto por entidades internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo.
Asimismo, "es urgente abandonar métodos de evaluación fundándose en la cantidad de papers producidos o en la edad de los investigadores; ello comporta una simplificación característica del proceso de privatización y mercantilización de la ciencia", dice Murillo.